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Evolucionar hacia el futuro del trabajo

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Opinión

"El empleo obliga a tomar en cuenta las nuevas tendencias demográficas, la digitalización de la economía y la ecologización de los medios de producción". 

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Según cuenta la historia, el concepto “evolución” se utilizó por primera vez en el siglo XVIII por un científico suizo para describir los cambios y fue este el basamento que 100 años después sirvió a Charles Darwin para sostener su teoría sobre el origen de las especies. Es en una de sus geniales frases en la que me he amparado para aceptar la experiencia vivida en las últimas décadas: “No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco la más inteligente. Es aquella que se adapta mejor al cambio”.

Con esta misma perspectiva me pregunto ¿Cómo evolucionar para encarar apropiadamente los desafíos que plantea el futuro del trabajo? Tanto los problemas como las oportunidades vinculados con el empleo crecientemente obligan a tomar en cuenta las nuevas tendencias demográficas, la digitalización de la economía y la ecologización de los medios de producción.

Sostenidamente mutan empresas y empleos; dejan de tener pertinencia instancias de gobernanza pensadas para una realidad que no cesa de transformarse; agonizan los mecanismos de regulación y pierden representatividad de otrora gremiales empresariales y sindicatos. En ello, se inscribe la agonía que padecen los ámbitos de negociación y las respuestas disponibles en materia de formación y protección al trabajador.

El 22 de enero pasado, la Comisión Mundial sobre el futuro del trabajo propuso en Ginebra revitalizar el Contrato Social impulsando un programa “centrado en la persona” y convocó a invertir en tres ejes de actuación:

• En las capacidades del individuo para permitirle formarse, reciclarse y perfeccionarse profesionalmente y poder apoyarlo en sus diversas transiciones.

• En las instituciones para garantizar un futuro del trabajo con libertad, dignidad, seguridad económica e igualdad.

• En trabajo decente y sostenible, y en la formulación de normas e incentivos para ajustar la política económica y social y la práctica empresarial.

"El empleo obliga a tomar en cuenta las nuevas tendencias demográficas, la digitalización de la economía y la ecologización de los medios de producción"

Guillermo Dutra
Guillermo DutraAnalista invitado

En todo caso, el contexto local nos urge a ser pragmáticos y resilientes para instrumentar las reformas que nos faciliten: una mejor inserción internacional, mayor inversión y empleos de calidad. En este esfuerzo serán tres los pilares clave:

• Un marco que fije reglas de juego claras para habilitar un ecosistema apropiado de negocios, estimule la inversión y permita sacar rédito de las tecnologías

• Contar con un capital humano con las habilidades necesarias para acceder al empleo y movilizarse en el mercado de trabajo que va redefiniendo la Economía Digital

• Disponer una gobernanza ágil, cuya gestión asegure transparencia y sea resultado de responsabilidades compartidas entre gobierno, empleadores y trabajadores.

Evolucionar en Uruguay en este sentido implicaría anclajes específicos en:

• Una normativa laboral que, sin dejar de garantizar relaciones laborales equilibradas, sea consecuencia de una renovación de los fundamentos democráticos para reforzar un diálogo social representativo. Por lo pronto, la negociación a nivel de empresa es inevitable y tendrá el cometido de redistribuir salario pero también conocimiento y reconocer la autonomía de los horarios. Pero a su vez, que sepa contemplar los empleos de perfil autónomo que surgen en la nueva economía y, en aras del interés colectivo y una pacífica convivencia, regule de una vez por todas la acción sindical y el derecho de huelga.

• La Formación Continua de la población activa manteniendo como referencia el empleo, satisfacer sus necesidades y las de los sectores productivos en términos de competitividad, productividad e innovación. El derecho al trabajo se ejerce en la medida que esté garantizado el aprendizaje a lo largo de la vida activa y exista un piso mínimo de protección social.

• Estándares de calidad que orienten el desarrollo de calificaciones y habiliten a los trabajadores acreditar y certificar sus competencias con independencia de como las hayan adquirido. Esto reducirá costos de transacción, visibilizará la productividad, reducirá los tiempos de búsqueda de empleo y permitirá la movilidad laboral.

• Modalidades de interacción entre las empresas y los centros educativos en torno a procesos de aprendizaje dual para: revertir actuales brechas de calificaciones; facilitar la incorporación y gestión de las nuevas tecnologías y ser protagonista en los cambios de la organización del trabajo.

• Políticas y programas de capacitación e inserción laboral y emprendedurismo para revertir los actuales índices de desempleo juvenil. A partir de los mismos tanto proveedores de educación como empleadores deberán instrumentar un circulo virtuoso entre la educación y el empleo.

• Asistir con políticas públicas la digitalización de empresas y los procesos de diversificación que demanda nuestra matriz productiva; conformada en un 99% por Mipymes que son responsable apenas del 7% de nuestras exportaciones.

Ocasionalmente días pasados me decía un empresario: “desde hace bastante generar empleo ha dejado de ser negocio”; esto muestra hasta donde la sobrevivencia se ha traducido en “sálvese quien pueda”. Sin embargo nuestro eslabón de subsistencia seguirá siendo el trabajo y gracias a él podremos evitar la pobreza y mantener la cohesión social. ¿No sería oportuno volver a parafrasear a Darwin en eso de que: “En la historia de la humanidad son aquellos que cooperan los que han prevalecido”.

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