Publicidad

¿Cuál es la estrategia de Europa después del Brexit?

Compartir esta noticia
Rafael Pampillón, doctor en Economía, docente e investigador de IE Business School de Madrid

ENTREVISTA

No podemos ser solamente un parque temático para recibir turistas del mundo. Hay que recuperar la economía, basados en la industria, afirmó el economista español Rafael Pampillón.

Transcurridas las dos primeras semanas de la era post Brexit, nada catastrófico ocurrió en la economía europea. Los acuerdos de última hora parecen haber encontrado el camino para convertir un evento adverso en una relación de convivencia medianamente saludable. Para el Doctor en Economía Rafael Pampillón, docente e investigador en el IE Business School de Madrid, asegura que, una vez superada la crítica situación generada por la COVID-19, se podrá observar que la UE “salió favorecida” por el acuerdo alcanzado con el Reino Unido. Pasada la página del Brexit, Europa se embarca en una estrategia que le otorgue autonomía y relevancia perdida frente a potencias emergentes. La búsqueda de una política fiscal común, así como la descarbonización y digitalización de su aparato productivo, marcan la nueva agenda. A continuación, un resumen de la entrevista.

—El actual contexto de emergencia sanitaria dejó en un segundo plano al Brexit…

—Sin dudas. El tema sanitario es el más importante hoy, toda Europa lo está sufriendo y especialmente el Reino Unido, con la nueva cepa de coronavirus la está pasando muy mal.
Es clave avanzar en la vacunación. Tenemos un tejido productivo dispuesto y en condiciones a funcionar y que, debido a la pandemia, está detenido. Si la demanda tira porque se abren los confinamientos, tendremos una situación distinta. A partir de que se pueda avanzar con la vacunación, habrá un cambio muy importante en nuestros países. Hay buenas perspectivas de crecimiento este año, si se puede vacunar rápidamente. De todos modos, la caída del PIB en 2019 fue tan fuerte que cualquier incremento de los proyectados para este año, no compensa lo perdido. Llegaremos a los niveles de 2019 recién para 2022-23.

—¿Todos los augurios de una salida brusca del RU de la Unión se despejaron ante los acuerdos alcanzados en diciembre?

—Ha sido un buen acuerdo de salida. Queda por despejar un aspecto fundamental, que es el movimiento de servicios: sistemas de telecomunicaciones, suministro de energía, servicios financieros, consultorías profesionales, gestión de aeropuertos o recolección de residuos. Hay muchas empresas europeas que prestaban servicios en Europa que necesitan que eso se aclare. Y también lo necesita el Reino Unido, porque pasaría a quedarse sin múltiples servicios que reciben hoy día.
Por otra parte, la solución al comercio de mercancías fue un paso importante. Como la COVID-19 ya generó de por sí un atasco enorme en el canal de la Mancha, creo que eso ayudó a dimensionar, por parte de Boris Johnson lo que podía ocurrir. No podía mantenerse en una postura de cierre comercial. Y ha sido el gran logro de este periodo.
Hay cuestiones que resolver y que tienen que ver con documentación, certificados, trámites burocráticos, fitosanitarios, que hasta ahora no existían. En cuanto a circulación de personas, la habilitación para períodos menores a seis meses sin necesidad de pedido de residencia o trabajo para ingresar, es positivo.
Todo se irá viendo mejor una vez superemos la emergencia sanitaria. El Reino Unido depende de que se vayan cerrando los acuerdos previstos en materia laboral y de seguridad para las empresas. De no ser así, seguirá el éxodo de compañías que ya desde hace rato han optado por dejar las islas británicas. No hay dos opiniones en eso, los perjudicados son los británicos. Sin un marco más claro, ninguna empresa europea volverá a sentar bases en el Reino Unido. Días atrás, Coca Cola dejó territorio británico y se instaló en Países Bajos. Y Berkeley Energía trasladó sus oficinas a España a principios de este año. Si la libre prestación de servicios paras Europa no es posible desde las islas británicas, es muy simple: se trasladan.

—Entiende que el acuerdo es más favorable para Europa…

—La UE lo hizo muy bien, poniéndose muy firme ante Boris Johnson y marcando que, si los británicos querían mantener el statu quo de la política comercial europea, debían pasar por una política de competencia igual a la de la UE. No pueden subsidiar a sus empresas para que vendan más barato que en el continente. La isla debe tener las mismas condiciones de competencia para acceder al resto de Europa. Ese fue un aspecto clave.
Creo que, además, la derrota de Trump en Estados Unidos debilitó la postura del Reino Unido, dado que Johnson perdió un aliado que le alentaba y ofrecía la posibilidad de acuerdos.

—Pasar rápido la página es el objetivo…

—Sí, y a eso nos ayudan dos acontecimientos que califican de históricos. Uno, la aprobación del fondo de reconstrucción europeo de 750 mil millones de euros, la primera vez en la historia de la UE que se hace una emisión de estas características. Es el primer paso hacia una política fiscal única, gran pendiente de la unidad europea.
Lo otro, es que la política más importante de estos días, la adquisición de vacunas, se está coordinando desde Bruselas. En estos tiempos, luego del alejamiento del Reino Unido, de muchas voces disidentes con sentimientos antieuropeístas, las señales de Europa trabajando unida son muy importantes.

—¿Se disiparon tentaciones de posturas similares a las del Reino Unido?

—Los 27 (países de la UE) han estado juntos en esta etapa. Hoy están latentes las posturas independentistas de algunas regiones, como el norte de Italia o Cataluña. Eso se alimenta de posiciones que pueden ser contrarias a los fundamentos básicos de unidad. Pero no es dable pensar en otros países socios que quieran irse de la UE. Pongamos de ejemplo dos países con gobiernos muy críticos a algunas de las políticas importantes de la Unión, como Hungría o Polonia: son receptores en el bloque, es mucho lo que reciben vía subsidios de la política agraria común, de los fondos de desarrollo... son países con una renta per cápita menor a la media europea y es impensado que en este contexto quieran irse a navegar solos.

—¿Qué le espera a Europa a corto plazo, luego de este quiebre?

—Hay un futuro muy bueno por delante. Creo que la situación generada con el Reino Unido, y en especial la pandemia, son eventos que reforzaron el sentimiento comunitario, con horizontes claros hacia dónde ir. Se ha aprendido de situaciones previas. Los últimos años teníamos una larga lista de países que querían ingresar a la UE y donde se dio una apertura al Este, algo que, a mi juicio, fue demasiado generoso. Pasamos de esa situación al quiebre con uno de los socios más importantes. Eso alentó a movimientos antieuropeos, movió estructuras, obligó a los líderes a asumir posiciones y el resultado creo que es alentador.
No hay que darle más vueltas al Brexit, ya está. Finalmente no perderemos tanto, los acuerdos fueron buenos y Europa tiene que mirar hacia adelante con objetivos ambiciosos. La política fiscal única para los países del euro es de lo más importante que tenemos a corto plazo.

—En ese nuevo diseño ha ganado espacio el concepto de “autonomía estratégica de la Unión Europea. ¿En qué consiste?

—Es claro que las europeas son economías que vienen en declive en términos relativos. El enorme crecimiento de China y esa polarización con Estados Unidos consolidó esta realidad. Y eso nos obligó a repensar el papel de Europa. Los países asiáticos, con economías altamente industrializadas y que están gastando mucho en investigación y desarrollo —especialmente a partir de inversión de las propias empresas y no el sector público— son una clara señal de un nuevo reordenamiento, y en ese juego, Europa tiene que buscar sus propios caminos, fortalecer su posición.
No podemos quedarnos solamente con los servicios. No está bien que Europa sea Harrods, El Corte Inglés y los museos. No podemos ser solamente un parque temático para recibir turistas del mundo. Hay que recuperar la economía basados en la industria, una industria desarrollada como lo sigue siendo la alemana, pero no tanto el resto de los países. Y recuperar el empleo de calidad, sin perder los rasgos de bienestar que son característicos de nuestro continente. Ahí está el desafío.

—El acuerdo de inversiones con China cerrado en diciembre, ¿qué representa para las empresas europeas?

—China tienen una inversión creciente en nuestro continente que está superando la fuerte corriente de inversión de empresas europeas en China desde hace mucho tiempo. De repente, una ecuación favorable a Europa se comenzó a revertir. Ya no es tan fácil a los europeos moverse en igualdad de condiciones con empresas de un país que se rige por normas muy particulares. Era necesario un acuerdo que diera garantías y se trabajaba en eso desde hace años. Se espera que entre en vigor en 2022 y mejorará el acceso de inversores europeos al mercado chino con mayores garantías de competir con las empresas locales, hasta hoy con privilegios y ventajas que dificultan la competencia. Caen algunas condiciones que obligaban a las empresas europeas a asociarse con contrapartes chinas para invertir en ciertos sectores, o a transferir su tecnología a sus socios chinos. Es un gran paso.

—Hay una apelación a la unidad que parece tener mayor eco ahora que en otros momentos recientes en Europa…

—Los europeos de la unión debemos hablar con una voz única, por encima de las posiciones individuales. Eso es clave. Si queremos ordenar nuestras cuentas y recuperar el lugar que siempre hemos tenido en el mundo, es necesario ajustarnos a una estrategia y cumplirla. Hay otros objetivos muy ambiciosos que necesitan esa unidad como base…

—¿Cómo cuáles?

—Se apunta a descarbonizar y digitalizar la economía europea. Se destinará parte del fondo de reconstrucción para ajustar el modelo productivo de Europa a esas condiciones. Diseñar políticas que se ajusten a la tradición europea del respeto al medio ambiente y más acordes con la cuarta revolución industrial.

—¿Cómo proyectan el vínculo con Estados Unidos en esta etapa?

—Ya no está Trump; una máquina de destrucción masiva de relaciones comerciales y políticas. Con Biden será distinto; su familia es de origen europeo, concretamente irlandés. Tiene un sentimiento por Europa que ha dejado traslucir y que confiamos sea mucho más provechoso que en el último período.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad