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Un escenario externo poco favorable

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Varios factores son los determinantes de la situación macroeconómica de nuestro país.

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En algunos casos afectan favorablemente y en otros no, a la actividad productiva interna de bienes y de servicios y a su reflejo sobre el empleo; al comportamiento de los precios —al alza permanente o a la baja— y al sector externo de nuestra economía, al reflejarse en el comportamiento de las reservas del Banco Central, en el tipo de cambio o en ambas cosas. Los factores aludidos son el escenario económico mundial y el regional; el político local y la combinación de políticas macroeconómicas —fiscal, monetaria y cambiaria— que lleva adelante la conducción económica. La administración de gobierno que asuma en marzo encontrará un escenario externo —al que me referiré exclusivamente en esta columna— que al menos por un año no tendrá efectos favorables generalizados para nuestra economía.

La influencia que tiene el escenario mundial se trasmite hacia nuestro país por canales comerciales y por canales financieros. En el primer caso, a través de los precios internacionales y de las corrientes comerciales. En el segundo caso, el de los canales financieros, la influencia se trasmite por la facilidad o dificultad de acceso al crédito externo y por el ingreso o no de recursos del exterior para inversiones de riesgo. La influencia del escenario regional se manifiesta en el comercio exterior de bienes y de servicios.

Con Argentina es más importante el comercio de servicios —turismo y otros—, y con Brasil el comercio de bienes. La influencia regional se manifiesta además, en inversiones de riesgo, la de empresas de la región que tienen actividad productiva local, y también en inversiones inmobiliarias.

Influencia mundial

La insistente exigencia del presidente norteamericano para que la Reserva Federal (Fed) reduzca la tasa de interés de referencia de su política monetaria —la variable central de la economía mundial— ha tenido éxito. Pese al menor desempleo desde 1969 y a la amenaza de una inflación superior a la meta, la Fed ha venido aflojando su política monetaria, lo que provocó, en un principio, efectos no anticipados por los mercados. Varios de esos efectos favorecen a nuestro país. Entre ellos, la desaparición de la marcada tendencia alcista que tenía el dólar a nivel global frente al resto de las monedas fuertes, lo que ha provocado la reversión, de caída a leve aumento, de los precios de commodities agrícolas —soja, trigo, maíz— y de otros también exportables uruguayos. En el caso del precio de la carne juega esta causa pero, también el enfrentamiento comercial —ahora, como en otras veces, en aparente disminución— entre Estados Unidos y China. Pero la decisión de la Fed, impulsada más por el reclamo de Trump que por una decisión de los directivos del propio organismo amparados en su autonomía de funcionamiento y acción, también hizo más factible el financiamiento de su alto déficit fiscal con la colocación de títulos de deuda, a bajísimas tasas de interés. Y es justamente esa presión bajista sobre los rendimientos financieros de los títulos de deuda de la Tesorería norteamericana, la que permite una disponibilidad financiera abundante para cubrir necesidades de fondos de países y empresas a nivel mundial. Entre ellos, a nuestra administración pública que puede financiar, a bajo costo, su creciente déficit financiero.

En resumen, el escenario económico mundial que no se presenta hoy favorable para un comercio global libre —Trump amenaza los lineamientos de la OMC—, sí se presenta favorable para nuestro país, al menos por un tiempo más, en el caso de los precios de los exportables del agro.

Asimismo, por la disponibilidad y el bajo costo de los fondos para financiar el déficit del sector público y —aunque mucho menos y transitoriamente— por un entorno atractivo para el ingreso de capitales especulativos.

Influencia regional

En este caso, la situación apunta a ser relativamente desfavorable pese a que Brasil ha comenzado a corregir problemas económicos significativos como el de su sistema de seguridad social, que si bien no es macroeconómico, influye sobre la política fiscal al iniciarse una tendencia levemente bajista de su déficit y al mejorar las expectativas cambiarias que se reflejan en una apreciación del Real. Como la inflación es baja, la política monetaria se ha vuelto más expansiva y baja la tasa de interés, lo que junto a la apreciación de su moneda favorece al consumo y a la inversión. Debería esperarse entonces que ello se refleje en un lento pero progresivo aumento de la demanda brasileña por productos y servicios —turismo—, de nuestro país, algo que no se puede decir de la inversión brasileña directa en Uruguay.

Es imposible encontrar influencia favorable alguna sobre nuestra economía de lo que ocurre en Argentina. La recesión actual continuará en 2020, lo cual seguirá restringiendo la demanda por productos uruguayos y simultáneamente impulsando una competencia favorable a los de ese origen en nuestro mercado. La inflación también seguirá sumamente alta, pero su ritmo que puede enlentecerse; no permitirá, de todos modos, que neutralice la devaluación que hasta ahora ha tenido el peso argentino y en consecuencia, la competitividad bilateral no será favorable para Uruguay. Las inversiones directas de empresas y las inversiones inmobiliarias de origen argentino en nuestro país, serán nulas por un tiempo prolongado.

Como señalara al principio, mundo y región, no presentan un panorama de corto plazo favorable en general para la situación macroeconómica del país.

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