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El error de pensar que el comercio es solo aranceles

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Ignacio Bartesaghi. Foto: El País
Nota a Ignacio Bartesaghi, abogado, director del depto de Negocios Internacionales de la Univ. Catolica, ND 20150828, foto Francisco Flores
Archivo El Pais

Según el estudio "La estrategia comercial de Estados Unidos y la Unión Europea con América Latina: impactos para el Mercosur", publicado por el Dr. Ignacio Bartesaghi, existen simetrías en la forma en que se movieron los principales actores de la economía mundial respecto a su estrategia comercial.

LUIS CUSTODIO - [email protected]

En ese contexto, un acuerdo entre la potencia norteamericana y el bloque europeo marcaría "las reglas de juego" en el concierto internacional. A continuación, un resumen de la entrevista al director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica.

—¿Cuáles son los efectos de las relaciones comerciales de Europa y Estados Unidos con el Mercosur?

—Los cambios han sido extremadamente relevantes desde 1991, momento de la firma del Tratado de Asunción. El estudio identifica que hay una correlación en la estrategia seguida por Estados Unidos y la Unión Europea desde el punto de vista comercial. Los pasos que ha dado el país norteamericano han sido seguidos por el bloque europeo. Y eso se demuestra con toda América Latina.

Estados Unidos tenía inicialmente una política poco activa en materia de acuerdos comerciales. ¿Por qué cambia su estrategia? Porque la Organización Mundial del Comercio ya no le resultaba el ámbito propicio para avanzar en las disciplinas vinculadas con el comercio internacional. En esa etapa aparece la Asean, se firma el Nafta y se negocia el Alca, la primera gran estrategia comercial de Estados Unidos con América Latina, que finalmente fracasó.

—En los años noventa, desestimado el Alca, Estados Unidos vuelve a cambiar su estrategia…

—Así es. Lo hace para pasar de propuestas regionales o subcontinentales a avanzar país por país. Lo hizo con Chile. Además, su estrategia contemplaba en principio un acuerdo con la Comunidad Andina en conjunto pero no pudo ser. Venezuela se niega cerrar acuerdos, y a eso se suma Bolivia y también Ecuador. Su último gran éxito en la región fue el acuerdo con Centroamérica, el denominado Cafta-RD.

—La Unión Europea hizo el mismo camino…

—Primero cerró con Centroamérica y luego lo intentó en la Comunidad Andina, logrando lo mismo que Estados Unidos: acuerdos con Perú y Colombia. Y ya lo tenía con Chile.

Europa fue dando los mismos pasos que Estados Unidos porque en el escenario internacional no pueden perder terreno uno del otro. Eran los dos bloques que explicaban buena parte del comercio mundial, no estaban como opción China, India y otros países asiáticos.

Han ido migrando las estrategias, han cambiado con respecto a América Latina y han afectado la región con sus intentos de acercamiento, el caso más claro es el desmembramiento de la Comunidad Andina.

La necesidad es suscribir tratados comerciales en un contexto internacional que está marcado por una cantidad de acuerdos cerrados en los últimos años, bilaterales o plurilaterales, más flexibles, donde lo importante es integrarse y disciplinar.

—¿Que implica el concepto "disciplinar"?

—En América Latina cometemos el gran error de seguir pensando que el comercio es aranceles. Y hablamos de los riesgos de abrirnos porque eso afectará la industria nacional o las relaciones comerciales con los países vecinos, caso Argentina y Brasil para nosotros.

¿Las nuevas tendencias qué dicen? Que lo importante son las normas técnicas, las normas sanitarias y fitosanitarias, la propiedad intelectual, las compras gubernamentales, los servicios, las inversiones, el comercio electrónico, el medio ambiente. Todas estas normas significan una gran exigencia, que determinan que aunque se tenga arancel cero, quizá no se pueda ingresar a determinados mercados.

—La baja del arancel a nivel global nos empuja a esa realidad…

—El arancel ya es muy bajo a nivel mundial y es un elemento que tiende a desaparecer. Cuando hablamos de comercio internacional, en realidad hablamos de negociaciones para acordar sobre exigencias acerca de la huella de carbono, por ejemplo. O la emisión de decenas de certificados que se pueden solicitar para habilitar un ingreso. Es el gran desafío que tiene el comercio internacional, porque si Estados Unidos y la Unión Europea se ponen de acuerdo en el tratado bilateral que están negociando, ellos serán los que dicten las reglas de juego globales, pautando lo que irá a ocurrir de aquí a veinte años.

—¿Qué papel jugamos como región en ese contexto?

—Acá (en el Mercosur) seguimos hablando de Arancel Externo Común, de la Unión Aduanera, y eso es una gran equivocación. Lo cierto es que, hacia dentro del bloque las otras disciplinas no se han negociado; es el caso de los servicios, normas medioambientales o protocolo de inversiones. Y lo que es peor, como el bloque no se ha relacionado con ningún actor de importancia global, no tenemos tampoco acuerdos con terceros. Lo que ha negociado hasta ahora son acuerdos comerciales en el marco de la Aladi, con países de la región que tienen características similares a nosotros.

En ese sentido, el riesgo para el Mercosur es mayúsculo, ya que está siguiendo una alternativa distinta a la inserción internacional.

—¿El Mercosur puede avanzar más allá de una zona de libre comercio?

—Tiene que profundizar esa zona de libre comercio, porque hay muchos sectores excluidos y además, notorias barreras arancelarias. Dediquemos los esfuerzos a eso y demos libertad a los Estados, para que puedan tomar decisiones a su ritmo, para enfrentar mejor el escenario internacional. ¿Cuánto más tiempo necesita el Mercosur para demostrarnos que no va a ser una unión aduanera ni un mercado común y que seguirá siendo una zona de libre comercio con sus limitaciones? Hay que sincerarnos y reconocer que algunas metas fundamentales del Mercosur hay que dejarlas de lado.

—¿Por ejemplo?

—La Unión Aduanera, como hizo la Comunidad Andina. Empezó a tener diferencias muy fuertes acerca de cómo percibían los estados este contexto internacional, con una postura muy crítica de Venezuela, Ecuador y Bolivia por razones políticas. No existían estudios de impacto acerca de cuánto les perjudicaría por ejemplo tener un acuerdo con Estados Unidos, ha sido una cuestión de retórica. Y en esas condiciones, se dejó de lado la Unión Aduanera. Se suspendió el Arancel Externo Común y se aprobaron autorizaciones para que Perú y Colombia negocien y exploren otras posibilidades. Se fue flexibilizando porque sino el quiebre era inminente. Es el escenario clarísimo que se observa en el Mercosur.

—¿Qué tiempo le dedica Europa al Mercosur?

—Poco, primero porque el Mercosur responde lento y mal. Europa le pidió en su momento que perfeccionara la unión aduanera para poder negociar un acuerdo de libre comercio. Pero de a poco fueron flexibilizando su posición. Al ver que Estados Unidos era menos rígido, la UE fue aceptando flexibilidades al Mercosur. Luego entra Venezuela al bloque pero no está en condiciones de negociar. Ahora llega Bolivia, pero tampoco está claro que vaya a participar de un acuerdo con la UE. Sobre Argentina, no se sabe si irá junto a los otros países o va a otro ritmo. Así es que Europa recibe señales contradictorias desde el bloque. La Unión Europea ha visto al Mercosur como un grupo algo desordenado, que no cumple con lo que en los papeles dice cumplir, pero fue cediendo porque le interesa mucho el mercado brasileño. Prefiere ceder que no tener nada, y máxime cuando otros se van acercando a la región, y con fuerte presencia, como es el caso de China.

Sin embargo, pensar en un intercambio de ofertas antes de fin de año como se anunció, no parece muy razonable.

Uruguay debe seguir participando de las negociaciones por el TISA.

—¿Qué consecuencias tiene no participar en las negociaciones del Tratado Marco de Comercio e Inversiones (TISA)?

—Si el mundo va en esa dirección, para que los que están fuera de ese fenómeno, lo que queda es ver cómo ir implementando, progresivamente, las normas que negociaron y aprobaron otros, pero sin tener ningún tipo de participación en cómo se confeccionaron. Siempre que uno participa en una mesa tiene algo para decir, por más chico que sea. Seguramente Uruguay no podrá cambiar las reglas de juego, pero estando presente se puede negociar alguna excepción o algún período de gracia para implementar las normas. Esas son cosas que se dan en las negociaciones y solo se saben y se pueden negociar estando allí.

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Ignacio Bartesaghi. Foto: El País

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