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El entorno internacional, incomparablemente mejor

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Foto: El País

OPINIÓN

Días atrás el equipo de Deloitte, a través de su cuenta de Twitter (Objetiva), subió un gráfico con el tipo de cambio real (TCR) de Argentina, ante el cual comenté, que claramente frente al 2002 lo actual es un juego de niños.

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Lo que el gráfico mostraba, naturalmente que es archi sabido por los economistas profesionales, no así por el público en general que, lógicamente, no es especialista y sólo ve las cifras nominales de pizarra que en países con las inflaciones de los nuestros, nada aportan al análisis. Ese tweet da lugar a esta columna por la relevancia del tema, en especial para que, al menos las personas de buena fe, cuando le cuenten la historia, dispongan de información adecuada.

Los representantes del gobierno y sus candidatos están empecinados en comparar contra el 2002, muchas veces con cifras erróneas ya en términos absolutos, ni que hablar cuando se las pone en contexto. Intentaré brindar un marco adecuado para realizar comparaciones. Es obvio que cualquier comparación con una situación después de un terremoto que destruye medio país debería ser beneficiosa, salvo que el socialismo del siglo XXI haya aplicado a cabalidad su decálogo de disparates y conduzca a Venezuela.

En aquel entonces (2002) los precios de las materias primas venían de más de 5 años de caídas consecutivas, eran ruinosos; de hecho, fueron los más bajos en, al menos, los últimos 25 años. Al solo efecto de ilustrar, de donde tenemos estadísticas disponibles, en Argentina los precios de exportación promedio de 2002 fueron el 48,5% del promedio 2018 y, en Brasil, el 51%. La mitad de los actuales. ¿Alguien piensa que los nuestros eran diferentes? Seguramente no y, si miramos algunos precios puntuales de nuestros productos, en general eran menos de la mitad que los actuales. El TCR depende crucialmente de los precios de exportación: con buenos precios de exportación deberíamos esperar que la moneda local sea más fuerte y, con precios bajos, una moneda depreciada.

El siguiente cuadro muestra para algunos años, con base 100 en el primer trimestre del presente 2019, los TCR de Argentina, Brasil y Uruguay frente a Estados Unidos. Un valor más alto del TCR significa una moneda local más devaluada y viceversa. El valor 100 no debe tomarse como un indicador de “paridad justa”, sino meramente como base. En Uruguay sabemos que el TCR sigue atrasado respecto a su paridad de largo plazo.

El cuadro que acompaña esta nota nos dice varias cosas:
i) Brasil tuvo, hasta el 2014, una moneda local bastante más apreciada que hoy, lo que nos favorecía con una buena capacidad de competencia.
ii) Pese a la devaluación, en el primer trimestre de 2019 Argentina era más cara en dólares que en 2014, año previo a las elecciones donde los Kirchner perdieron el poder y, en todo caso, la situación no es muy diferente al promedio desde 2010.
iii) Uruguay también está en una posición más o menos parecida desde 2010.
iv) Respecto al 2002, nuestra relación de TCR (relación de precios de los bienes) con Argentina es similar (estamos tanto más caros como entonces) y respecto a Brasil nuestra moneda se ha valorizado (estamos en términos relativos más caros que entonces).

Foto: El País

Como no podía ser de otra manera, hoy todas las monedas regionales son bastante más fuertes que en 2002, porque los precios de los bienes que exportamos son el doble que hace 16 años (ingresan el doble de dólares por cada unidad vendida). Su correlato, el tipo de cambio real, efectivamente refleja lo que sucede con los precios de exportación.

Siendo esos los números, si los precios internacionales volvieran a ser los de 2002, cabría esperar que, manteniendo los precios domésticos actuales (bienes, servicios, salarios), el dólar cotizara a 6 reales en Brasil y $ 69 en Argentina. ¿A cuánto se imagina el lector que estaría el dólar en Uruguay? Seguramente andaría en el orden de los $ 57, algo totalmente inimaginable hoy. Si ello pasara, en Uruguay, seguramente, la inflación sería del 25%, los salarios reales 20% inferiores a los actuales, la pobreza superior al 30%, la deuda pública mayor al 90% del PIB y el déficit fiscal mejor no estimarlo, con el agravante que el gasto público y la carga impositiva es notoriamente superior en relación al PIB que entonces.

Los lectores que siguen esta columna conocen mi opinión acerca de lo que ha sido, ya desde su inicio el gobierno de Macri en Argentina, con excepción de la salida del cepo y la solución al problema de los “holdouts”.

Seguramente su mayor mérito, y no es poco, será que por primera vez en bastante más de medio siglo, un gobierno no peronista logra terminar su mandato. Ahora bien, lo que las cifras indican es que Macri, no sólo no bajó el gasto público, sino que lo subió, además bajo impuestos que luego tuvo que volver a subir, la inflación no es distinta a la que recibió y el TCR tampoco es diferente del heredado, lo que quiere decir que la variación de los precios y el dólar están “en línea”. Recién ahora en abril (los datos son del primer trimestre), la suba del dólar seguramente supere en un 15% al alza de los precios. En pocas palabras, en estos aspectos, ni peor ni mejor que el gobierno anterior, en otros, como las libertades y corrupción, todo indica que mucho mejor.

Siendo el 2002 el peor año de precios de exportación de la región, al menos desde 1995, tomarlo como “base normal” de comparación es, por decir algo, un “error”. ¿Alguien realmente puede pensar que si el valor de lo que produce es la mitad, puede estar mejor?

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