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Empresas públicas inciden en el deterioro fiscal

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Oposición: profesionales y mandos medios de UTE rechazan la reestructura. Foto: Fernando Ponzetto

Tema de análisis

UTE fue deficitaria, pero igual pagó dividendos en el año 2018 por US$ 335 millones.

El déficit fiscal pasó en el último año del 3,5% al 4,0% del PIB, en una evolución en el sentido contrario al previsto por el gobierno. Una de las explicaciones se encuentra en el comportamiento de las empresas públicas que, a pesar de haber realizado sustanciales aportes a la caja del gobierno, mostraron un deterioro financiero por tercer año consecutivo llegando en esta instancia a un déficit de US$ 104 millones.

Cuando se analiza la gestión de las empresas en el contexto de las finanzas públicas hay que considerar que dentro del déficit hay un egreso que es la distribución de dividendos, neutralizando por lo tanto el impacto negativo. Algo similar ocurre con el pago de impuestos.

Cuando se mira la situación financiera del sector público en su conjunto se toma en cuenta que hay empresas estatales que le entregan dinero al gobierno por concepto de pago de dividendos en función de sus utilidades acumuladas. Por su parte, cuando algunas de estas empresas tienen necesidades de fondos, es el gobierno el que les realiza transferencias para cubrir su déficit. Estas dos partidas, que representan ingresos y egresos para la tesorería del gobierno, son las que habitualmente forman parte del análisis de las finanzas del gobierno central.

Pero además del movimiento de dinero entre las empresas y la tesorería general del gobierno, hay una gestión financiera de las empresas que se debe tomar en cuenta. Si las empresas tienen déficit eso suma al gasto del gobierno y si hay superávit es lo mismo que hubiera un ingreso para el consolidado.

En lugar de considerar solo el resultado, se hace una separación en partidas para aportar al análisis. Por un lado, se considera el resultado primario corriente de las empresas, esto es los ingresos menos los egresos sin considerar las inversiones (por eso corriente) y tampoco los intereses (por eso primario). Este resultado, por lo general positivo, se considera junto a los restantes ingresos del sector público. Por su parte, dentro de los egresos se suman los correspondientes a las inversiones y a los intereses de estos entes públicos, para así completar la película de la incidencia de las empresas públicas.

En el primer gráfico del cuadro adjunto se ilustra la evolución en cinco años del resultado corriente primario. Hay dos series en el mismo, una con y otra sin el pago de dividendos al gobierno. La tendencia es la misma: una mejora hasta mediados del 2016 y luego un deterioro. Ese menor resultado es el que termina impactando negativamente en el agregado del sector público. En los últimos dos años y medio se observa una caída del resultado primario corriente, pasando del 2,0% del PIB al 0,7%.

A pesar de que el resultado primario está en caída, hay una mayor entrega de dividendos al gobierno de forma que las dos series se tienden a separar más sobre los últimos datos. Las empresas que aportaron dividendos fueron UTE, Antel y la Administración Nacional de Puertos (ANP). Los dividendos que aportaron estas tres empresas en el año 2018 equivalieron a US$ 460 millones, cifra algo inferior a los US$ 507 millones del año anterior, pero en el orden del doble que lo que promedian estas transferencias desde el año 2001.

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Estos dos últimos años fueron intensos en cuanto a los montos traspasados por las empresas públicas por más que en la gestión no mejoraron las utilidades ni la generación de caja. Hay un esfuerzo adicional, en particular de UTE cuyos datos se ilustran en el gráfico del medio a la izquierda del cuadro. En los años anteriores, los pagos de dividendos de UTE fueron del orden de US$ 200 millones en buenas condiciones de generación de energía e inferiores cuando la sequía exigió un poco más los costos de producción. En los dos últimos años promedió US$ 358 millones.

Hay un esfuerzo de UTE para aportar caja al gobierno bajo la modalidad de distribución de utilidades. Algo similar ocurre con Antel que aportó US$ 114 millones en el 2018, cifra que vino creciendo levemente hasta 2017 y ahí se estabilizó.

Otra partida que vale la pena analizar es el total de inversión de las empresas. Justamente UTE y Antel son de los que mayores desembolsos hacen en este rubro. En el gráfico de la derecha en la zona media del cuadro se ilustra la evolución de la inversión para estas empresas. Antel tuvo dos años extraordinarios en el 2013 y 2014, luego volvió a niveles más razonables, aunque con una leve tendencia ascendente hace tres años. UTE, al igual que en el comportamiento de los dividendos, es muy expansivo en los dos últimos años.

La inversión de estas dos empresas forma parte esencial de la infraestructura productiva del país. En el caso de UTE hay buen disponible en capacidad de generación, pero tanto la transmisión como la distribución requieren permanentemente inversiones. En el caso de Antel hay avances tecnológicos y la demanda es cada año significativamente más grande que en el anterior. Esto provoca que sea necesario invertir para correr junto con la tecnología y subir permanentemente la capacidad de transmisión de datos. Este último punto parece ser el crítico en el contexto actual pues si no se invierte lo suficiente rápidamente se observará enlentecimiento y cortes en la transmisión.

El resultado final de UTE desmejoró en aproximadamente US$ 100 millones en el último año y es deficitario (-US$ 150 millones) pero de todas formas sostuvo los niveles extraordinarios de inversión y de pago de dividendos del año anterior. Hay una situación favorable en estos dos años en cuanto a la baja necesidad de prender las centrales a combustible derivado del petróleo, pero igual su situación financiera no es para descuidarla.

Antel tuvo en el 2018 un superávit de US$ 13 millones. Es una cifra similar a la del año anterior, apenas se reduce en US$ 3 millones, producto del incremento en las inversiones. Seguramente la última etapa de la construcción del Antel Arena tenga incidencia en 2018.

Ancap por su parte mantiene un resultado positivo de US$ 50 millones, aunque esta cifra es poco comparable a los efectos de entender la gestión pues está contaminada por las fluctuaciones que existen en el stock de petróleo crudo y derivados. En el gráfico de la zona inferior del cuadro se presenta un índice compuesto por la división entre los ingresos por ventas de bienes y los gastos en remuneraciones y compras de bienes y servicios. Luego de los grandes problemas financieros que llevaron a la capitalización de esta empresa se produce una gran mejora en este ratio que se vuelve a deteriorar en los dos últimos años y medio.

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