OPINIÓN
Existe una gran confusión, una gigantesca falta de información acerca de lo que está pasando hoy en Brasil, el cambio enorme e irreversible que está ocurriendo allí.
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Existe una gran confusión, una gigantesca falta de información acerca de lo que está pasando hoy en Brasil, el cambio enorme e irreversible que está ocurriendo allí. Llevados por cierta prensa mal intencionada, es común que los uruguayos crean que Brasil hoy es lo que expresan las declaraciones muchas veces no convencionales y hasta desafortunadas de su presidente. Y no es así. En Brasil están pasando cosas muy importantes, que van más allá de la peripecia política de Lula y de Bolsonaro, que suponen una gran oportunidad para nuestro país, en especial para nuestro agronegocio.
Los cambios poco conocidos
Hay dos que vienen del gobierno Temer, que se olvida que fue vicepresidente de Dilma. En primer lugar logró una reforma constitucional que congeló el gasto público, que solo se podrá ajustar anualmente por inflación. Y por otra parte, logró una reforma laboral dura, fuertemente cuestionada por nuestro Pit Cnt, pero que según se señala dotó a las relaciones laborales de un equilibrio que no tenían. Luego de estas dos reformas, ya en gobierno de Bolsonaro, se aprobó la reforma de la seguridad social que elimina el derecho de jubilarse con solo 15 años de trabajo; ahora deberán ser más, y nunca antes de alcanzar determinadas edades.
Se aprobó también una ley llamada de libertad económica que simplificó al extremo la forma de abrir empresas con los resultados que se verán. Y se encuentran en el congreso dos leyes de máxima relevancia que son la reforma tributaria y la reforma administrativa. La primera se propone bajar en 10 años la presión fiscal sobre Producto de 34% (en Uruguay 35,5) a 28 %, o sea rebajar impuestos. Y también la reforma administrativa, que introduce el fin de la inamovilidad laboral de los funcionarios públicos que ingresen a la administración después de aprobada la ley. Por último, quizás la reforma más importante para el agronegocio: está proponiendo al Mercosur rebajar el arancel externo común de 14 a 6 % para casi todo el universo arancelario y, en un cambio gigantesco dada la historia, rebajar el arancel automotor de 35 a 12 %.
Primeros resultados
Para un país de muchos años sin crecimiento, los primeros resultados son significativos. El PIB este año crecerá de nuevo, un magro 1 %, y se proyecta a un 2 % para el que viene. El dólar se prevé estable en el entorno de los 4 reales para 2020, la inflación está en un 3,29% estable y lo que es más importante a mi criterio, que es la bajada muy pronunciada en la tasa de interés de referencia del Banco Central, que ya está en 4,5%. La creación de nuevas empresas este año llega al millón, sobre un total de 4,5 millones, y el riesgo país es parecido al nuestro como corresponde a su grado inversor y en continuo descenso.
Con estos valores no llama la atención que la Bolsa llegue al récord de 108.000 puntos (38.000 con Dilma), que sea el cuarto destino de inversión extranjera después de EE.UU., China y Francia, que llegue a 400.000 millones de dólares de reservas, o que esté por alcanzar un acuerdo parcial con China que le permitirá 38 mil millones de dólares adicionales de ingresos por petróleo y aceite.
El gran cambio
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Pero el gran cambio que está detrás de todos esto —que explica que en un giro de 180 grados Brasil haya liderado el acuerdo con la Unión Europea— y que va más allá de quién gobierne, es la transformación del país en lo internacional: desde posiciones defensivas, proteccionistas, cuidadosas de su industria metalúrgica y automotriz, Brasil encara hoy la apertura, la rebaja arancelaria y una nueva inserción desde posiciones comerciales ofensivas, liderando una nueva relación comercial de apertura recíproca no solo con Europa, sino con EE.UU. y China.
Esto se corresponde con una nueva relación del poder en Brasil. Simplificando un poco las cosas, aquel Brasil proteccionista de Volta Redonda y de la FIESP, que no quería acuerdos con nadie, se transforma, dado que el agronegocio es hoy poderosísimo en Brasil más allá de quien gobierne. Sabemos que Brasil es primera potencia mundial en casi todos lo agropecuario hoy y lo será más mañana: carne, pollos, cerdos, maíz, soja, aceite, café, algodón, jugos de frutas, forestación, biodiesel, azúcar y más adelante arroz, lácteos y lo que sea. Esta nueva preponderancia del agronegocio en el poder interno de Brasil, explica el cambio hacia posiciones ofensivas en el comercio. Y esto va más allá de Lula y Bolsonaro, aunque hoy sea más fácil con el liderazgo de éste. Si a esto le agregamos las gigantescas rutas en construcción de la soja profunda hacia Recife, o de Pará a Porto Alegre, no podemos dejar de ver a Brasil como una oportunidad para nuestro agronegocio si nos preparamos bien. Aquel intento de lograr acuerdos por fuera del Mercosur que Brasil impedía hoy se invirtió: Brasil va a liderar acuerdos en los que podremos participar como socios o simplemente verlos pasar porque el Brasil del agronegocio, hoy el más poderoso de Brasil, los impulsará. Aunque no me gusta nada, recuerdo también que hay una bancada agropecuaria de 250 parlamentarios…
Lamentablemente, es seguro que Argentina no va a acompañar este giro comercial que va más allá de las ideologías de todos.
Tener al lado al monstruo relativamente estable liderando una nueva inserción, reclama una diplomacia uruguaya ágil no para ponerse en el estribo de Brasil, como señalaba Mujica, por razones políticas. Hay que seguir a Brasil porque su imparable fuerza nueva, más allá de los tuits de Bolsonaro, nos da una gran oportunidad si preparamos también a nuestro agronegocio, que ya tiene como dato trabajar duro, porque que la preferencia para exportar a Brasil se termina.
En definitiva, miremos con atención al vecino del norte ya que lo que allí pase nos marcará de un modo o de otro, como siempre, aunque quizás ahora bastante más.