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Los ejecutivos tendrán mayor protagonismo público y social

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Santiago Íñiguez. Foto: Archivo

Entrevista

Un empresario comprometido tiene que sacar lo mejor de las personas, apostar a su formación y su permanencia.

Enfrentar una economía con competencia feroz, en la era de la tecnología, asumiendo una realidad social diversa y desafiante, en un contexto de guerra comercial, con graves casos de corrupción y líderes mundiales insospechados como Trump, requieren de empresarios que no solo sean buenos para conseguir dinero. El español Santiago Íñiguez habla de empresarios "cosmopolitas" y define las principales características que no deben faltar. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Admite que vivimos en un momento de gran incertidumbre y donde estamos sacudidos por comportamientos que nos interpelan a diario. Sin embargo, habla de "grandes oportunidades". ..

—A pesar de la amenaza proteccionista, del populismo y de los nacionalismos, vivimos una globalización que es irreversible. En primer lugar, por los millennials; las nuevas generaciones que tienen voluntad de continuar con ese proceso de integración global; segundo, por el impacto de la tecnología, que nos interconecta, y tercero, por el auge del espíritu emprendedor y la creación de empresas.

En ese contexto, yo defiendo un modelo de ejecutivo que denomino cosmopolita, donde cada vez se lideran más trabajadores, con perfiles diversos, y donde las oportunidades, están cada vez más lejos de donde ha crecido la empresa. Ya no alcanza con lo intuitivo, hay que desarrollar capacidades analíticas.

—¿Qué define a ese perfil?

—Lo defino con tres "C". Competentes: profesionales que conocen su trabajo, que actualizan sus conocimientos y sus habilidades periódicamente. El management es una profesión clínica, y por lo tanto hace falta volver a la escuela periódicamente.

Comprometidos, porque es una actividad con un indudable impacto social. Las empresas generan valor, riqueza, empleo, inciden en el entorno. Y hay principios que no se pueden soslayar, como es la apuesta por la sostenibilidad. En sectores como el turismo, o la industria, la concientización del impacto de su actividad en el entorno, es algo que debe formar parte del management de cualquier ejecutivo. Pero lo mismo ocurre con generar las condiciones para la atracción, mantenimiento y aprobación del talento. Al final, siempre el mayor activo de las empresas son las personas, y un directivo que sea comprometido tiene que ser consciente de cómo cultivarlos para sacar lo mejor de ellos, apostar por su formación, su permanencia, en un entorno en el cual las personas cada vez viven más y se van a retirar más tarde. Por tanto, ya no es el reto de solo formar a los jóvenes, sino también de obtener el mejor retorno en la formación de los trabajadores más senior.

Por último, cultivados. Son profesionales que conocen que el entorno es complejo, y la mejor manera de entender a los otros, de comprender la diversidad, de convertirse en mejores personas, hasta de cómo saber hacer negocios con otros clientes y geografías, es dar importancia y prestar atención a las humanidades. Al final, un directivo que conoce la historia, y por lo tanto sabe qué ha sucedido en crisis anteriores y sabe que la economía tiene una naturaleza hasta cierto punto cíclica; la importancia que tiene la sociología o la antropología para saber cómo nos comportamos las personas, o la geografía, la demografía, las atrás. Un analista de riesgos puede aprender mucho de la observación que desarrollan los historiadores, los artistas, los arquitectos.

—Usted hace énfasis en rechazar la cuestión de lo "genéticamente empresario"…

—Hay personas que creen que hacer negocios está en los genes, y hay un gen que parece que tiene que ver con el espíritu emprendedor, con el afán aventurero. No está comprobado que ese gen, de existir, haya tenido algo que ver con las personas que se han convertido en emprendedores exitosos. Y de hecho, las últimas aportaciones de la sicología cognitiva parecen apuntar que existen razones fundadas para creer que los buenos emprendedores son resultado del entorno, de la cultura, de la formación que obtuvieron.

—Otros emprendedores han sido resultado de las circunstancias…

—Es cierto. Hay emprendedores forzosos, que apelan a ello para subsistir, mantener a su familia o salir de la pobreza. Es verdad que hay muchos emprendedores vocacionales, donde han sacado esas enseñanzas de su familia. Y también hay emprendedores senior, que descubren en la edad adulta que quieren crear su propio negocio, cultivar la red de relaciones que han creado, aprovechar los ahorros que pueden haber acumulado a lo largo del tiempo. Lo que yo digo es que el ser empresario no obedece a factores biológicos, ni solamente a la educación o a la suerte, es más una causa de todo un camino recorrido, donde juegan muchos factores.

—Unido a esas referencias de compromiso social, aparecen también los desafíos de una competencia feroz. ¿Dónde ubica la ética empresarial en ese contexto?

—Vivimos en una época donde hace falta justificar las decisiones públicamente, Y cualquier empresario tiene que estar preparado para hacerlo ante el escrutinio público, por una decisión controvertida que haya tomado. Cuando hablamos de dilemas éticos no nos referimos solo a respetar las leyes. Esa es una cuestión clave que no debe discutirse. Pero hay todo otro entorno que el empresario debe cumplir, y creo que se está progresando. Un ejemplo son los derechos de los trabajadores y cuánto ha avanzado la discusión en las últimas décadas. Falta, pero la discusión es cada vez más fina, y aquellos que no lo quieren ver, están cada vez más expuestos.

Creo que otro tanto pasa con la corrupción. Donde cada vez hay más mecanismos para evitar, atajar o castigar la corrupción y hacerlo más difícil a los corruptos. Lo que ha sucedido en España, donde hay políticos en la cárcel, o lo que pasó en América Latina con el caso Odebrecht, nos muestra que asistimos a cierto progreso en ese sentido, en cuanto al castigo a los que se desvían.

—Hay dilemas muy difíciles de manejar ante la opinión pública, y los empresarios son reacios…

—Lo importante es que un empresario o ejecutivo pueda justificar su decisión, aunque resulte controvertida, en la arena pública. Que su decisión pueda formar parte de la confección del titular de prensa del día siguiente, siempre que tenga una serie de razones detrás, aunque no satisfaga al 100% de la opinión pública. Por tanto, tiene que darse esas dos condiciones: que existan fundamentos valederos, y que el ejecutivo se exponga a darlos a conocer. Que esté dispuesto y tenga posibilidades de justificar decisiones controvertidas, de manera racional. Por allí pasa la ética.

En las decisiones empresariales no debemos pararnos desde el punto de vista de la verdad, no hay una única lectura correcta; hay una decisión razonable, que en el caso de una empresa, debe apuntar a convencer a sus stakeholders.

—En esa línea del escrutinio social, ¿qué hay por delante para los empresarios?

—Vamos hacia un modelo de empresario que tiene cada vez más protagonismo social, una voz pública creciente. Hasta hace poco, en cualquier país, los empresarios tenían poca imagen pública. Incluso la regla de oro, sobre todo de los consejeros o directores generales, era el bajo perfil. Lo que hemos visto en los últimos años es que comienzan a oírse voces de empresarios que han planteado sus discursos por cuestiones de principios. Pasó en Estados Unidos, donde directivos de empresas han cuestionado, por ejemplo, las decisiones de Trump sobre migración. Presidentes de empresas, donde sus intereses no estaban directamente vinculados.

Hay una proyección distinta de la imagen del CEO; la sociedad demanda responsabilidad de los empresarios porque el impacto de sus decisiones a veces incide más que las decisiones de los gobiernos. Invertir o retirarse, puede pesar más que lo que pueda hacer un gobierno.

—Los empresarios se repiten en política en Latinoamérica: Macri, Cartes, Piñera…

—…Y está el caso de Estados Unidos, aunque la figura de Trump no es un ejemplo del empresario del que hablamos, no calza con esa definición. Por otro lado, vamos a ver cada vez más saltos entre las profesiones. Y el de los empresarios a la política, cada vez va a ser más común. Y la presencia de empresarios en la política no solo se ve en países de América o en Europa, está pasando en China, donde los miembros del partido que van llegando al poder, muchos de ellos provienen de actividades empresariales. No es malo de por sí. El ser empresario da una serie de facultades y habilidades de gestión, que tienen muchas sinergias con el oficio público.

—También hay políticos que luego de su gestión recalan en la actividad empresarial.

—Es cierto, Estados Unidos paga pensiones muy altas a sus ex gobernantes, para que no necesiten ir hacia la actividad empresarial, y no siempre se logra. La puerta giratoria no es mala de por sí. Si el ex gobernante es competente, tiene habilidades y ha dejado de lado cualquier influencia que le da haber sido parte del poder. La persona es una, y va a seguir siendo referencia para algunos y tendrá contactos sobrados. Pero que se valga de ellos en forma poco clara es condenable. En ese caso, las influencias ilegales, la corrupción o la ocurrencia de chantajes son riesgos reales.

Las biografías de los empresarios deberían mostrar luces y sombras

—Uno de los puntos más críticos de la decisión empresarial es cuando sus decisiones coliden con las expectativas de los trabajadores...

—Es verdad, no se trata de que haya santos. Es por eso que las biografías de los empresarios, idealmente deberían proporcionar luces y sombras. Muchos empresarios cometen torpezas, y nadie está a salvo de una mala decisión. Pero no más que en otros ámbitos. Nos tenemos que convencer de eso, porque muchas veces los sometemos a un escrutinio que ni los procesos de beatificación son tan exhaustivos.

Pero dicho esto, destaquemos que hay muchos buenos empresarios, que son comprometidos con sus trabajadores, y por tanto, no se ajustan a esas decisiones colectivas o de lobbies que intentan maximizar una determinada posición, desde el punto de vista de someter los derechos de los demás, en este caso los trabajadores. Esos grupos de poder que ejercen toda su influencia, que los hay en todos lados, no representan a todos los empresarios, ni a todos los trabajadores. Las decisiones colectivas, muchas veces son perjudiciales.

—¿No comparte la toma de decisiones colectivas en ámbitos como el laboral?

—Hay riesgos allí. Tienen un componente agregado de utilidad pública general que puede justificar la decisión, pero no satisface a todo el mundo e idealmente, a lo largo de la historia no debería siempre inclinarse hacia un solo lado. Y se impone siempre el más fuerte y sin otra razón que esa, a la larga la situación termina teniendo un viraje.

perfil
Santiago Íñiguez. Foto: Archivo

Santiago Íñiguez

Decano de IE Business School y presidente de IE University, Madrid, España. Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, MBA por IE Business School y Recognized Student por la Universidad de Oxford.

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