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EE.UU. condiciona a México y Canadá

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Donald Trump. Foto: AFP
JIM WATSON

La negociación por el Nafta no da pasos significativos

La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC, o Nafta) avanza a paso lento, demasiado lento si México, Estados Unidos y Canadá quieren cumplir el nuevo calendario que se han fijado: llegar a un acuerdo en el primer trimestre del año que viene.

Donald Trump. Foto: AFP
Donald Trump. Foto: AFP

La quinta ronda de conversaciones ha concluido con progresos en puntos menores, en los que las posiciones son menos distantes, pero sin acuerdo en los asuntos más espinosos puestos encima de la mesa por Washington: la cláusula de terminación automática cada cinco años si los tres países no acuerdan antes lo contrario; el intento de liquidar el método de resolución de controversias y la pretensión de que su vecino del sur solo pueda venderle productos agrarios fuera de temporada; y, sobre todo, el endurecimiento en las reglas de origen para el sector automotor.

Estados Unidos tensó la cuerda al máximo. A sabiendas de que contaría con el rechazo de sus socios, minó la negociación de exigencias no presentes en ningún tratado de libre comercio. Minutos después de que concluyese la quinta ronda de negociación, ha vuelto a tensarla aún más: “Aunque hemos hecho progresos en algunos de nuestros esfuerzos por modernizar el TLC, sigo preocupado por la falta de avances. Hasta ahora no hemos visto evidencia de que Canadá o México estén dispuestos a comprometerse seriamente en disposiciones que conduzcan a un acuerdo reequilibrado”, ha subrayado el representante de Comercio de EE. UU., Robert Lighthizer. “Y en ausencia de reequilibrio, no alcanzaremos un resultado satisfactorio. Espero que nuestros socios se sienten a la mesa de manera seria para que podamos ver un progreso significativo antes de fin de año”. Unas palabras que suenan más a amenaza que a emplazamiento a redoblar el diálogo: o se aceptan las máximas estadounidenses, o adiós acuerdo.

México y Canadá consideran “inaceptables” la mayoría de ideas planteadas, y solo han articulado una contrapropuesta: sobre la cláusula de terminación automática, que México quiere convertir en un mero emplazamiento al diálogo para estudiar regularmente los pros y los contras del tratado. Todavía no han obtenido respuesta por parte de la delegación estadounidense.

En el resto, el no rotundo de mexicanos o canadienses permanece, si bien el titular mexicano de Economía, Ildefonso Guajardo, dejó la puerta abierta a negociar también las reglas de origen del sector automotor, hasta ahora una de sus líneas rojas.

Para evitar el temido -pero, a la vista de los nulos progresos recientes, inevitable- estancamiento en las conversaciones, los tres países han preferido centrarse en los escasos puntos en los que sí hay consenso, como base sobre la que ir cimentando un acuerdo global: telecomunicaciones y comercio electrónico, entre otros. La premisa fundamental es que, cuanto más se avance, más difícil será para Trump y su equipo destruir un tratado que ha logrado con creces su objetivo de multiplicar el comercio en América del Norte en los últimos 23 años.

Con las elecciones presidenciales mexicanas a la vuelta de la esquina y la campaña electoral casi lanzada, el tiempo apremia.

A medida que el terreno de juego se ha ido embarrando, las advertencias de los empresarios -los que más se juegan en esta renegociación- han subido de tono. Las patronales de los tres países, entre ellas la del potente sector automovilístico, han defendido sin fisuras en las últimas semanas la vigencia y utilidad del mayor tratado comercial del mundo. Temen el peor de los desenlaces: que Trump cumpla su promesa de abandonar el TLC y llegue a poner en duda la autoridad de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

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