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Las EE.PP. cargan con ajuste que luce insuficiente

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Cuando el sistema detecta inconsistencias, se llama al contribuyente. Foto: F. Ponzetto
Fachada del edificio sede de la Direccion General de Impositiva, DGI, ubicado en Fernandez Crespo y Colonia, Cordon, Montevideo, ND 20160711, foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

Recaudación de DGI se enlentece y caída del IVA señala una contracción del gasto interno.

El deterioro de las finanzas públicas llevó al gobierno a adoptar explícitamente un ajuste que será aprobado por el Parlamento en las próximas semanas, cuando termine de discutir la Rendición de Cuentas que le envió el Poder Ejecutivo.

Sin mencionarlo directamente, la administración Vázquez ya venía actuando, procurando abatir un déficit creciente a través de ajustes a nivel de las empresas públicas y modificaciones tributarias puntuales, pero de impacto importante en la recaudación. Más desapercibido pasaron las acciones en materia de gastos, cuya tasa de crecimiento se redujo sustancialmente con respecto a la tendencia de la última década. Estas medidas, junto al ajuste fiscal que comenzará a regir a partir del próximo 1° de enero, apuntan a disminuir un déficit que desde marzo del pasado año se ubica en el entorno del 3,5% del PIB.

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El problema del déficit hay que asociarlo con el endeudamiento y analizarlo en el marco de la dinámica de este último y su sustentabilidad futura. En la medida en que el déficit supere la tasa de crecimiento de la economía, como está aconteciendo en los dos últimos años, el endeudamiento al que hay que acudir para financiarlo crece en términos del PIB. Si esta situación no se corrige a tiempo llegará un momento en el que el tamaño de la deuda será muy elevado y su servicio muy costoso (pago de intereses), lo que puede llevar en un caso extremo a la imposibilidad de atenderla. Antes de llegar a esa situación los mercados reaccionan y castigan al país deudor bajando el grado de calificación e incrementando el costo de futuros endeudamientos. Este peligro es el que las autoridades quieren evitar, de ahí el ajuste en curso.

El punto es si estas medidas son suficientes para revertir el deterioro fiscal. Los datos globales señalan que el déficit global con leves fluctuaciones se ubica en el 3,5% del PIB. Ese dato incluye a todo el sector público, incluidas las Empresas Públicas (EE.PP.). En el gráfico alargado de arriba del cuadro que acompaña la nota se muestra que en los últimos tiempos el desempeño fiscal de las EE.PP. fue diametralmente distinto al del consolidado Gobierno Central-BPS.

Se ve claramente allí como, luego de las elecciones, las EE.PP. iniciaron un fuerte ajuste que las llevó de un déficit equivalente al 0,8% del PIB en los doce meses acumulados a noviembre de 2014 a un superávit del 1% a junio de este año.

Como contrapartida, el resultado del gobierno se deterioró en un punto del PIB. El resto del déficit se explica básicamente por los mayores intereses que tuvo que pagar el BCU por la amortización de su deuda, cuyo impacto negativo comenzará a revertirse en los próximos meses.

De la evolución anterior se desprende que la preocupación está a nivel del gobierno, lo que se puede apreciar mejor en el gráfico alargado de abajo, donde se muestran las tasas de crecimiento real de su gasto y sus ingresos. El gráfico muestra dos períodos bien diferenciados. Hasta el año 2011 los ingresos crecieron a tasas superiores a los egresos, situación que se revierte desde entonces. En el año 2013 los ingresos crecieron más, pero se debió a fenómenos puntuales, asociados a las abundantes lluvias que permitieron exportar el exceso de energía eléctrica generada en Salto Grande, lo que se registra como un ingreso del gobierno. Pero fue un fenómeno puntual que no se repitió. Si se miran fuentes de ingreso más permanentes, como la recaudación de la DGI, su crecimiento real fue del 5,2%, inferior al de los gastos totales.

La evolución anterior es la que explica el deterioro de las cuentas del gobierno y pone un manto de incertidumbre sobre la posibilidad de abatir el deterioro fiscal a niveles que no ponga en cuestionamiento la sustentabilidad de la deuda.

Si bien la tasa de crecimiento del gasto se redujo sustancialmente en 2015, los ingresos cayeron. Y aunque en el primer semestre del presente año los ingresos se recuperaron, el gasto se aceleró. Es cierto que igual está aumentando a tasas inferiores a las de la última década (5,9% entre 2005 y 2014), pero los ingresos vienen más lentos. Este es el punto preocupante, ya que los esfuerzos que se están haciendo en materia de gastos resultan insuficientes.

Es interesante ver la evolución de los ingresos, los que crecen muy fuerte hasta el año 2011, desacelerándose desde entonces (sin considerar los efectos de la lluvia en 2013). Ese comportamiento está a tono con el PIB, que también comenzó a desacelerarse a partir de 2012, coincidiendo con el inicio del fin del ciclo de elevados precios de las materias primas. A Uruguay le llegó un poco después, pero a la región la comenzó a afectar en aquel año. No en vano Brasil comenzó con sus problemas y Argentina cerró su economía.

El punto es que las perspectivas de crecimiento para el presente año son nulas y para el próximo puede haber un tenue crecimiento. La recaudación evolucionará en concordancia. Sin embargo, el gasto crece al 2,6% real, tasa que supera a la de los ingresos. Ello impide que el gobierno pueda abatir su desequilibrio financiero.

El peso del ajuste no declarado pasa entonces a las EE.PP., cuyas transferencias son las que más contribuyen al leve incremento que registró la recaudación del gobierno, lo que en una perspectiva de mediano plazo descarta todo ajuste a la baja de las tarifas.

En el gráfico chico de la derecha se muestra que más del 80% de los mayores ingresos que recibió el gobierno en el primer semestre corresponden a estos aportes, cuyo incremento absoluto fue 20% superior al que registraron los impuestos recaudados por la DGI.

La recaudación bruta de la DGI aumentó 1,6% real en el primer semestre debido a la tributación a la renta, tal cual se muestra en el gráfico chico de la izquierda. La recaudación del IVA y del Imesi cayeron 2,5% y 8,4% en términos reales, lo que habla de una contracción del gasto de los uruguayos. Como contrapartida, aumentó la recaudación del IRIC un 24% real, más que compensando la caída de la recaudación al gasto. Explica este aumento los mayores aportes de las EE.PP. y los cambios de criterio respecto al ajuste por inflación. Con una economía estancada, la recaudación de 2017 por este tributo no debería aumentar. De ahí los ajustes que se hicieron al impuesto en el Proyecto de Rendición de Cuentas.

Por su parte, cayeron los ingresos correspondientes al comercio exterior y la recaudación del BPS. Esta última se ve afectada por un menor número de cotizantes, resultado del descenso que está registrando la ocupación y el aumento de la informalidad.

La contrapartida de ello es el incremento de los gastos por el lado del seguro de desempleo.

En este contexto no debería extrañar una nueva suba. Por el momento sólo se la menciona por algunos sectores de la coalición de gobierno más que nada por razones ideológicas. Pero si el déficit no logra abatirse, no habrá más remedio que hacerlo.

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Cuando el sistema detecta inconsistencias, se llama al contribuyente. Foto: F. Ponzetto

HORACIO BAFICO Y GUSTAVO MICHELIN

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