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La economía global: el futuro se anuncia como un retorno al pasado

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Una encrucijada atenaza a los principales bancos centrales del mundo, y se resume en cuándo y cómo desinflar sus economías después de un ciclo de expansión monetaria sin parangón histórico reciente.

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Varios hechos señalan que la recuperación económica global será más lenta de lo proyectado poco tiempo atrás, mostrando el grado de incertidumbre que campea cuando se trata de proyectar un futuro que cada vez se hace más corto. La incertidumbre es mala compañera de las decisiones de inversión y, por tanto, del crecimiento permanente y robusto. Esa será la constante que surcará todo el camino que se inicia.

Un ejemplo es la reciente publicación del Fondo Monetario, Perspectivas Económicas Mundiales, donde rebajó sus proyecciones de crecimiento global respecto a las hechas en octubre del 2021. De acuerdo al nuevo escenario, la economía mundial crecerá 4.4% en 2022, lo que está por encima de su tendencia histórica. Los países desarrollados y en desarrollo lo harán al 3,9% y 4,8% respectivamente. Eso implica que el ajuste a la baja de esos tres grupos por su orden es 0,5%, 0,6% y 0,3.

Sin embargo, esa rebaja pega fuerte en Estados Unidos (1,2%) llevando su nivel de crecimiento en 2022 al 4%. China acompaña esa tendencia, con una disminución proyectada de 0,8%, que resulta en un crecimiento estimado del 4,8% para el año en curso. En Estados Unidos, esto se explica por la dilución del paquete fiscal para contrarrestar los efectos de la pandemia (Build Back Better fiscal policy), la aceleración de la reversión de la política monetaria expansiva y las restricciones en la oferta de insumos causadas por la pandemia.

En China, las causales son la política de erradicación del Covid, que implica, de ser necesario, cortar cadenas de abastecimientos o cuarentenas forzosas y tensiones en el sector inmobiliario excesivamente endeudado.

Un hecho notable mostrado en el informe es que los niveles de vacunación actuaron como un instrumento de política económica, además de cumplir su rol sanitario. En tal sentido, el desempeño económico de muchos países estuvo ligado al nivel de vacunación logrado entre su población, lo cual explica porque a finales de 2021 sus indicadores mostraron una corrección al alza.

En lo que respecta a la consistencia de las nuevas proyecciones de crecimiento, hay varios riesgos inherentes que sugieren un eventual ajuste a la baja.

La evolución del precio de la energía es relevante, pues ha jugado un rol importante en la irrupción de la inflación en los países industrializados, lo cual presiona a tomar medidas monetarias contractivas antes de lo anunciado. Además de los movimientos cíclicos de la oferta y la demanda en la fijación de su nivel, juegan hechos geopolíticos inciertos como la escalada de las tensiones entre Rusia y Ucrania, y sus efectos sobre el resto del mundo.

Aislando a la inflación de ese tipo de shocks imprevistos, el FMI tiene una postura optimista, pues considera que son fruto de impactos temporales, que una vez disipados anclarán al nivel de precios en su trayectoria histórica, estimando que en los países desarrollados es del 4,3% en 2022, para ir reduciéndose en 2023 a su sendero histórico.

Aquí entendemos que el FMI entra con cautela en la encrucijada que atenaza a los principales bancos centrales del mundo, y que se resume en cuándo y cómo desinflar sus economías después de un ciclo de expansión monetaria sin parangón histórico reciente.

El FMI supone que la expansión monetaria de Estados Unidos, vía la compra de activos por parte de la Reserva Federal, terminará en marzo próximo, y que luego habrá 3 aumentos de tasas en 2022 y 2023. Suena más al montaje de un ejercicio académico que a una proyección de la realidad, pues lo que está en juego es mucho más que una contención de la inflación a un sendero deseado. Es que la emisión monetaria se utilizó como instrumento para apalancar crecimiento, lo cual tuvo como efecto derivado el aumento de la valuación de los activos financieros, el crecimiento del endeudamiento corporativo y de las economías emergentes.

Esto también juega en la ecuación de la toma de decisiones, si no se quiere dejar el tendal que siempre produce una reducción brusca en la liquidez global. Europa, a través de su Banco Central, ha anunciado que todavía no es el momento del retiro de la expansión monetaria. La Fed anuncia, pero todavía no ha mostrado una postura firme en la materia. Todo ello hace pensar que la postura del FMI tiene más de enunciado que de realismo, para mostrar que le queda algo de ortodoxia. Vale la pena recordar que las acciones bruscas de la Fed de la década de los ´70, de la mano de Volcker, dispararon una ronda recesiva a escala global que repercute fuertemente en los países emergentes altamente endeudados, en particular los de América Latina.

También el sector corporativo de los países industrializados está altamente endeudado, lo cual jugará en la calibración hacia la prudencia de la respuesta de los bancos centrales. Sus autoridades están aprisionadas por el hecho que, una vez que salieron de su rol tradicional de control de la inflación para entrar en el mundo ajeno a su mandato de apoyo a la actividad económica, sus decisiones quedan condicionadas por los efectos diferentes que sus políticas ocasionan en distintos ámbitos de la economía.

Por último, China incursiona vías independientes de acción con efectos globales concretos. Sus decisiones sanitarias de erradicar y no convivir con la pandemia, tiene efectos económicos que trascienden sus fronteras. Su manejo macroeconómico hasta ahora exitoso, es fruto del pragmatismo y no de anuncios preestablecidos, lo cual vela las proyecciones.

Lo positivo es que parece que la pandemia se va apagando, que se evitó una catástrofe mayor, que de todos modos nos ubica en las mismas incertidumbres que surcaban al mundo en 2019.

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