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El dólar y el Banco central: falacias disfrazadas de fundamentos

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Foto: El País
Fachada Banco Central del Uruguay, nd 20080929, foto Carreño, Archivo El Pais
Archivo El País

OPINIÓN

El BCU debería tomar nota de los reclamos del sector exportador ante la baja del tipo de cambio.

A fines de mayo, la prensa refería que empresarios de diversos sectores expresaban descontento y advertían un efecto “explosivo” por la baja del tipo de cambio (1). En los últimos días, los medios de comunicación volvieron a hacer referencia, esta vez a la preocupación de las cámaras más representativas, nuevamente por el valor del dólar (2).

El BCU tendría que tomar nota, haciendo una revaluación de la situación, si bien está acostumbrado a no tenerlas en cuenta, tampoco rendir cuenta al Gobierno y no siendo proclives a aceptar enmiendas, quizás, por cierto prejuicio, que refuerza su statu quo. Así pasaron desapercibidos los errores durante las crisis más difíciles en la historia económica del Uruguay y como no sucedió en ningún otro sector (3).

Bazar de elefantes

Algunos estudios reflejan alta frecuencia de intervención de los bancos centrales (4), aun cuando no declaran tener una meta explicita de tipo de cambio, pero sí preocupación por el tema (5). Esto sugiere contradicción entre lo declarado y la realidad, lo que refleja que las metas están extrañamente definidas.

Acumulación de reservas sin fin, compras al mínimo precio con información privilegiada, corregir volatilidades a discreción, apreciación de la moneda local, caídas sistemáticas del tipo de cambio real y la prosecución de “récords” propios del negocio bancario, pero ajenos al resto, abren una cuota de suspicacia respecto de su accionar.

Adler y Tovar reflejan “imprecisiones frecuentes” de los bancos centrales en la política cambiaria y la intensión de preservar la discreción para mantener reserva y sorpresa en sus salidas a mercado (6) y son muchas las evidencias que muestran la intensidad y cantidad de las intervenciones en el mercado de dinero y de cambios, no existiendo un operador tan determinante en la evolución de la divisa.

En particular, en las últimas semanas los mercados se vieron afectados fuertemente con los anuncios de sucesivos aumentos de las tasas de interés. Está claro que las intervenciones del BCU no son neutrales y son propias de su posición excluyente, cumpliendo objetivos muy diversos, no siempre explicitados.

Tú también “Brutus”

Es común la creencia que las políticas monetaria, cambiaria y fiscal tienen que ser consistentes, pero además se deben considerar las acciones en los mercados regulados, incluida la política salarial (7). Otros sostienen, que el BCU tiene que intervenir, a como dé lugar, para que la inflación baje. Los más extremos proponen un papel virtual.

Nos sorprendimos gratamente, que colegas, con gran predicamento, se sumen a las preocupaciones por las políticas seguidas por el BCU que afectan el tipo de cambio, y, con ello, la actividad de muchos sectores.

Quizás el más enfático, el Economista Javier de Haedo: “lo que hemos perdido por el TCR con China en los primeros 5 meses del año es de locos, cayó un 10% el tipo de cambio real y por debajo los promedios históricos con todo el Mundo, lo que no tiene ningún sentido”. Mejor expresado imposible.

Hemos advertido en columnas anteriores, la sospecha de que las intervenciones del BCU han ido a contramano de lo que el desarrollo del país exigía, con daños insalvables. El colega confiesa respecto del BCU “resulta imprevisible lo que quieran hacer con los daños colaterales que
están generando”.

No es el único colega que se suma a este concepto, pero, hasta ahora se había generalizado una ortodoxia displicente en el ámbito del Gobierno, de la que, ojalá reaccionen a tiempo.

Menos dramáticamente, el Profesor Jorge Caumont, señala: “mientras el valor del dólar en un año caía más del 15%, los salarios y precios domésticos en dólares aumentaban similar magnitud” (8), y, que, el financiamiento del déficit fiscal, con deuda externa, nominada en dólares, supone conversión de posiciones (particulares y empresas), mientras el BCU observa sin intervenir, agravando la situación (como hasta 2019). Advierte que varios países desarrollados, no reaccionaron del mismo modo, generando un diferencial de tasas a favor del dólar y posibilitando un aumento del tipo de cambio bilateral a favor del euro, yen, yuan (9). Clarito.

“Estate quieto”

El BCU, con la anuencia/prescindencia del MEF, insiste en una política de restricción monetaria incomprensible, priorizando la inflación y a contrapelo de todo. No obstante, la inflación en dólares sigue siendo una mácula para Uruguay, resultado de una obsesión que persiste, mientras el país se vuelve insanamente caro.

Al fin del día nos preguntamos ¿cuál es el negocio?, ¿el beneficio para quién? No es nuevo y, en ocasiones, ha tenido consecuencias más o menos dramáticas, según cuán lejos de las crisis uno se ubique.

No confiamos en la autoridad monetaria per-se. No nos ayuda la tozuda insistencia en políticas monetarias y cambiarias harto discutibles y aun hoy aguardamos, una autocrítica genuina de las acciones del BCU en las crisis más dramáticas de la historia del país y de las que fuera principal protagonista. No se pueden deslindar responsabilidades con variables, sectores y mercados, todos, en su órbita de actuación. Luego, nos deja muchas dudas el manejo del trade off inflación pesos-inflación en dólares y competitividad (10).

Coadyuvar a más bajas del dólar, en medio de un shock externo, que distorsiona todos los precios relativos, cuando los salarios van a seguir la inflación y las tarifas los costos internacionales, con una explosión de precios de commodities, parece una aventura sin sentido, que pagarán en términos de actividad varios sectores.

El BCU sin intervención del Gobierno no va a enmendar su rumbo, no hay antecedentes (salvo obligados en 1982 y 2002) y la conformación de su Directorio no ayuda. El presidente, Diego Labat, prestigioso banquero, con exiguo peso técnico-político para lidiar con los equipos internos que tienen volumen propio desde hace más de 20 años; el vice-presidente acompañó al Gobierno del FA, sin muchas contradicciones y el tercer director, que tiene
un origen técnico-político distinto, debe tener cero motivación para hacer algo diferente.

La pelota está del lado del Gobierno para poner un “estate quieto” a la idea peregrina de “hacer más de lo mismo”.

1) Ver El Pais, 27/may/22.
2) Ver El Observador, 13/jun/22.
3) “Uruguay estuvo a punto de convertirse en Afganistán”, frase de un ex Presidente del BCU que fue un protagonista de la salida de la crisis, pero no de sus causas.
4) Ver Gustavo Adler, Camilo E. Tovar Intervenciones en el mercado cambiario y su efecto en el tipo de cambio, jun/2014. Ver casos de Australia, Chile, Colombia, Costa Rica, Israel, México, Perú, Turquía y Uruguay.
5) Una encuesta en 2005 realizada por el Banco de Pagos Internacionales entre funcionarios de los bancos centrales de Mercados Emergente arrojó que una buena parte intervino para influir en el tipo de cambio.
6) Algunos estudios han examinado las prácticas de intervención a través de encuestas, con la finalidad de aprender lecciones sobre las mejores prácticas (Neely, 2007; BPI, 2005; Ishii, 2006, Canales-Kriljenko 2003.
7) Ver entrevista de A. Vezoli a J. De Haedo del Observatorio de UCUDAL (jun/22).
8) Ver Diario El Pais, J. Caumont, 6/jun/22.
9) Agrega con acierto que el BCU aumentó su tasa de interés, desconociendo el shock externo al alza por factores externos como el rebote tras la pandemia y la guerra en Ucrania, lo que se refleja en el aumento de las tasas de las letras de regulación y títulos que ofrece y se acompaña con la depreciación del dólar y la caída de la competitividad de sectores transables.
10) Parecería que la versión oficial se hubiera resumido en que todos los factores que incidieron en aquellos desmanes fueron los shocks externos, las condiciones regionales y el impacto de la crisis argentina, la corrupción de banqueros privados, todos factores que exonera a la autoridad monetaria de cualquier responsabilidad, se llegó a conformar una Comisión Investigadora parlamentaria cuyos resultados se vieron afectados por la destrucción y robo de parte del expediente del BCU.

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