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Las disruptivas impactan en las energéticas

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eólica

UNIVERSIDAD CATÓLICA - OBSERVATORIO DE ENERGÍA Y DESARROLLO SUSTENTABLE

Estamos asistiendo a un cambio revolucionario del escenario de competencia en que deben desempeñarse las empresas suministradoras de energía, producto de un conjunto de innovaciones disruptivas que están desplazando las tecnologías hasta hoy dominantes.

Uruguay se precia de tener una política energética consensuada entre todos los partidos, desde 2010.

En el sector eléctrico, está quedando atrás aquel clásico esquema de grandes usinas generadoras en puntos centrales de redes troncales de transporte, distribución y entrega al consumidor final en una escala descendiente de tensiones, para ser reemplazadas por redes de una complejidad diferente, que les impone la generación distribuida. La generación distribuida a partir de fuentes convencionales, fósiles, hidráulica y nuclear, se ve complementada en forma creciente por las fuentes renovables no convencionales, eólica y fotovoltaica. A esta red también se está volcando la energía de microgeneración que aporta una nueva figura al sistema: el consumidor-generador, "prosumidor".

También en el sector eléctrico irrumpe el transporte eléctrico y le impone a las empresas nuevos desafíos comerciales, a la vez que mejora la curva de demanda por su capacidad de almacenaje.

La llegada de la "internet de las cosas" a los equipos de los consumidores finales, obliga a responder con las "redes inteligentes" en un diálogo proveedor-consumidor hasta ahora poco ejercitado, a la vez que provee de información sobre la demanda de gran riqueza, permitiendo una gestión mucho más sofisticada.

Otro cliente que ha cobrado importancia en el sector eléctrico es el acondicionamiento térmico mediante aparatos con "bomba de calor" (desde los aires acondicionados comunes hasta los sofisticados equipos para "edificios inteligentes" o para calentar agua de manera eficiente), que han mejorado notablemente la sucesión de rendimientos energéticos en la cadena generación-consumo final. Este tipo de consumo también está influyendo cada vez más en la estacionalidad y en la forma diaria de la curva de demanda, modificando picos y valles.

El desafío de los cambios de tecnología es también muy fuerte en el sector de los destilados directos al consumidor, porque cambia sustancialmente los diferentes escenarios donde deben competir.

Históricamente, el sector transporte ha sido un coto privado de los destilados del petróleo, gasolina y diesel, mientras que los residuales (como el fuel oil) han tenido que competir duramente y desde siempre, con las otras fuentes primarias.

La entrada del competidor eléctrico, del gas natural en gran escala y de las regulaciones ambientales, complican hoy más que nunca la situación de los residuales, lo que ha obligado a los refinadores a poner la atención en la tecnología de lo que la jerga de la industria llama "fondo del barril" (las transformaciones en los componentes "pesados" del petróleo), con grandes inversiones para sortear las dificultades resultantes y minimizar estos residuales.

La presencia del automóvil eléctrico en el transporte ha comenzado a tomar participación en el mercado, con el apoyo de las agencias de protección ambiental de los países centrales. Estas agencias tienen como objetivo fundamental bajar la emisión de gases de efecto invernadero, y para lograrlo imponen a las compañías automotoras disminuciones en el consumo de combustibles fósiles, impulsando el auto eléctrico, o imponiendo crecientes kilometrajes a recorrer por litro de combustible consumido.

Para lograr los rendimientos crecientes en los motores de combustión interna, los avances tecnológicos que utilizan las automotoras exigen gasolinas y diesel de ultra bajo contenido de azufre, y altos índices de octano o cetano. El logro de estas características implica costos de capital y operativos, que presionan a las refinadoras para invertir en la "parte alta del barril" (los procesos que corresponden a los componentes "livianos" del petróleo) para así poder obtener estos resultados.

Todo esto en el marco de una mega tendencia de que la energía llegará de modo creciente al consumidor final en forma eléctrica, en el caso del transporte, e irá dejando cada día más sobredimensionadas las instalaciones de ventas al detalle de los combustibles.

Otra de las externalidades de esta mega tendencia toca al "gran hermano", no el personaje de Orwell, sino la DGI, que en todo tiempo y lugar está presente cobrando el impuesto a los combustibles. La transferencia al transporte eléctrico puede dificultarle el control que hoy detenta, pero aquí también, las nuevas tecnologías disruptivas de la información le permitirán seguir el rastro al sujeto imponible con adecuada precisión.

En apretada síntesis, este es el escenario en que se tendrán que desempeñar las empresas de energía que en el caso uruguayo, en su mayoría son estatales. Una demanda eléctrica creciente, pero en un contexto de generación distribuida y "redes inteligentes", para UTE, y una demanda en caída y con fuertes exigencias sobre los productos clásicos, para Ancap

La alta competencia que este mercado tendrá en el futuro, refuerza la idea que este Observatorio de Energía ha manifestado en diversos foros, de la necesidad de modernizar la gobernanza de las empresas de energía para actuar con eficiencia en este nuevo escenario.

Por otra parte, estos cambios tendrán implicancias regulatorias muy importantes, especialmente para definir la remuneración de aquellos activos indispensables para la seguridad de suministro. Pero esto ya será motivo de otros artículos.

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