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Lo digital nos interpela

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Digitalización. Foto: Pixabay

Guillermo Dutra

Foros internacionales, académicos y políticos, hacen bien en insistir sobre los desafíos que plantea la nueva economía, pronostican cambios en el mundo del trabajo y generan debates que no cesan de captar la atención mundial.

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Desde Uruguay nos trepamos rápido a esa tribuna pero, con igual entusiasmo, deberíamos también sostenidamente avanzar en nuestra transformación digital. Si realmente queremos apostar al crecimiento económico, elevar la productividad y generar empleos de calidad, poco margen existe para que las empresas no encaren o profundicen su digitalización.

Vale tener presente que semejante paso no se acota a la mera incorporación de tecnología o a tener presencia online mediante una web, diseñar un área de marketing digital o desarrollar un canal de e-commerce como comúnmente se lo entiende. Será todo ello más la integración efectiva de prácticas y capacidades que derivan en un cambio cultural y termina sustentando un "nuevo modelo de negocios". Esta transición implica integrarse a un escenario global y competir con compañías que innovan en forma permanente y basan su producción en diseño, algoritmos, inteligencia artificial, machine learning, IoT, Big Data y plataformas digitales. Los expertos coinciden en que la clave del éxito en la digitalización de la empresa es el factor humano, fomentar nuevos métodos de trabajo, más creativos, flexibles, autónomos y que los colaboradores se sientan comprometidos a facilitar esa transformación.

Deloitte, en 2018, presentó un estudio que a mi entender cumple la suerte de manual para instrumentar esta reingeniería —que como todo cambio no deja de provocar resistencia— y recomienda dos abordajes: i) Desde abajo hacia arriba con miras a rever arquitectura, modernizar infraestructura, automatizar procesos y orientar la virtualización hacia la nube; ii) Desde arriba hacia abajo para aggiornar misión, presupuestar resultados, establecer un nuevo modelo de operación, dado que la acumulación de tecnología demanda habilidades y otra organización.

Este tándem debería terminar generando diagonalmente una visión orientada a ofrecer no sólo eficiencia, sino servicios acordes al cambiante desempeño de los clientes. En ello se inscribe potenciar en forma constante el talento humano y mantener rigurosa actitud prospectiva.

Con los pies en la tierra, admitamos que el Sector TIC en Uruguay —con destacable performance— es aún una industria en construcción. Empresarios y académicos están contestes en que el sector mantiene debilidades que limitan su crecimiento exponencial, entre otros, falta de: capacidades de management para construir empresas globales; integración a las cadenas internacionales de valor añadido e inversión; foco en el segmento B2C (Business to Consumer); I+D+I muy baja, y mayor sofisticación en los consumidores locales.

Pero el punto en cuestión es que todos, con independencia del grado de involucramiento que tengamos respecto a esta cuarta revolución industrial, estamos en un punto de inflexión que conlleva reestructuras. Mantener el statu-quo no derivará en otro resultado que la exclusión.

Estos conceptos y directrices se respaldan en números. Un estudio de la CAF vinculó el estadio de desarrollo de la digitalización con el crecimiento del PIB y reveló que durante 2005-2014 la digitalización fue responsable de casi el 5% del crecimiento acumulado del PIB regional y de la creación de casi un millón de puestos de trabajo.

El Índice de desarrollo de las TIC utilizado mundialmente para controlar y comparar la evolución de estas tecnologías, en su última medición le reconoció a Uruguay una calificación de 7,6, superando la media mundial (5,6). Sin embargo, todos sabemos que pesan sobre nuestros hombros déficit que, pese a ser más que gobernables, frenan nuestra evolución hacia la industria 4.0:

Diversificar nuestra matriz productiva hacia un modelo económico más vinculado con el conocimiento y cadenas globales de mayor valor.

Desarrollar capital humano por ser la gestión del conocimiento componente clave y que las calificaciones faciliten gestión de tecnologías en constante revisión y desarrollo.

Complemento este análisis con información de un estudio que semanas atrás recibió especial reconocimiento de la Unión de Exportadores del Uruguay: las Mipymes son aproximadamente el 70% de las empresas exportadoras, sin embargo representan apenas el 7% del total del volumen exportador; el 93% restante queda en manos de empresas de mayor tamaño. Sus autoras concluían que el primer segmento es un público clave a digitalizar para mejorar su inserción internacional.

Independientemente de cómo vayamos acomodando el cuerpo, la digitalización no da tregua. El anuncio de compra de la plataforma de e-commerce WoOw (con 150 trabajadores) por parte de Grupo Ta-Ta (con más de 5000 empleados) pateó el tablero nacional semanas atrás; ambas empresas buscaron una complementariedad inteligente que les permita marcar un diferencial en la nueva economía. En esta negociación, me resultó reveladora la reflexión del CEO del Grupo TaTa: "Nos estamos modernizando, pero el camino que teníamos que recorrer era muy largo. Subiendo a WoOw a la familia acortamos unos cuantos meses la llegada a buen puerto".

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