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El deteriorado mercado laboral ¿Otro sombrío quinquenio?

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Foto: El País

OPINIÓN

Los principales problemas para la ciudadanía uruguaya pasan por la (in)seguridad, la economía y la educación, según los sondeos de las principales encuestadoras.

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Específicamente, en materia económica las preocupaciones predominantes refieren al sombrío desempeño del mercado laboral del último quinquenio y el estancamiento e incluso contracción de los ingresos de los hogares. Con razón. Desde 2014 a 2019 se perdieron casi 60 mil puestos de trabajo y el desempleo subió a más de 9%, pese a la caída de 2,5 puntos porcentuales en la participación laboral por salida del mercado de trabajadores desalentados. Por si fuera poco, el promedio de horas trabajadas cayó 5%, la desocupación entre jóvenes se acercó a 30% y el número de ocupados retrocedió a niveles de 2011.

Ha sido “una década perdida” para el empleo, sobre lo cual no parece haber plena conciencia en el sistema político, ni en los principales agentes económicos, sobre todo sindicales. Tampoco sobre las graves consecuencias que todo ello depara en términos de pobreza, oportunidades, movilidad social, distribución del ingreso, delincuencia y otros indicadores sociales. Y menos conciencia quizás sobre las causas últimas de la crítica situación.

Este agudo deterioro en “el mundo del trabajo” estuvo previsiblemente marcado por la regularidad empírica para Uruguay y otros países, bien respaldada desde un punto de vista teórico, de que el empleo varía a la par del diferencial entre el crecimiento del PIB y los salarios reales.

Hasta 2014, la actividad económica mostraba un alto dinamismo que lograba acomodar el también elevado (aunque menor) aumento de los salarios reales. Pero 2015 fue, como esperábamos, un año bisagra y el panorama mostró un drástico cambio.

Primero, lo que ocurrió durante el último quinquenio fue una significativa y anticipada desaceleración del crecimiento económico, a un promedio de sólo 1,4%, lo que se reflejó en un crecimiento parecido de los ingresos de los hogares laborales y la masa salarial, como también sugieren la teoría y la evidencia económica.

Segundo, dentro de la evolución de la masa salarial, hubo un evidente contraste entre el comportamiento de los salarios reales y el empleo. Si bien las remuneraciones se desaceleraron, a un crecimiento promedio cercano a 2% real, dicha expansión fue superior a la del PIB. Como resultado de esta inconsistencia entre la evolución salarial y el cuasi estancamiento de la actividad, el ajuste del mercado laboral se fue materializando “por cantidad”, con una sistemática caída del número de ocupados.

De ahí que Uruguay enfrente actualmente un enorme desafío en materia laboral. Para bajar el desempleo desde 9% a 7% en un horizonte de (por ejemplo) cinco años, es necesario crear 8 puntos porcentuales de empleo, si a esa baja de 2 puntos se le agregan los 3 por aumento de la población en edad de trabajar y otros casi 3 por un eventual rebote (normalización) de la participación laboral, que la devolviera a niveles de 2014. Se trata nada más, ni nada menos, que una meta cercana a los 130 mil puestos de trabajo para el período de gobierno.

¿Es posible lograrlo? ¿Es factible que el desempleo retorne a 7% hacia 2025? La respuesta es “depende”. Será casi imposible si se mantiene la tendencia de una expansión de los salarios reales mayor o igual al crecimiento del PIB. En un caso, si se repite lo ocurrido en 2015-18, donde ambas variables crecieron en torno a 1,5%, el desempleo se iría sobre 10%. En otro, aún peor, si los salarios reales siguieran creciendo en un escenario de cuasi estancamiento de la actividad, como lo observado en 2018-19, el desempleo podría incluso sobrepasar el 15%.

Para que desempleo retorne a 7% en 2025 se necesitan dos condiciones evidentes. Primera, que la economía retome un crecimiento sostenido y comprensivo, más allá de los efectos de la segunda planta de UPM y las inversiones asociadas. Segunda, que la evolución salarial internalice definitivamente este complejo panorama, con variaciones reales muy inferiores a la expansión del PIB e incluso negativas.

Hay, por cierto, aunque con baja probabilidad, un escenario virtuoso donde los salarios reales pueden mantener la tendencia de expansión al 2% promedio registrada en el último quinquenio, acompañada en paralelo de una recuperación sostenida del empleo. Pero eso requeriría que el crecimiento económico rebotara a 3% o más, lo cual a su vez exigiría un rápido aumento del crecimiento potencial de Uruguay o una mejora prolongada del entorno externo, o ambas condiciones simultáneamente. Cualquiera de esos casos parece poco probable, al menos en el horizonte previsible.

El escenario central apunta a un crecimiento económico casi únicamente sustentado en UPM. Se ve insuficiente. Por lo tanto, para evitar que la sombría situación del empleo se prolongue en una parte importante de este quinquenio, serán necesarias políticas laborales con ese foco, una menor indexación salarial, señales de reajustes muy prudentes desde todos los ámbitos y negociaciones concentradas en privilegiar el empleo. Los actores involucrados tienen la oportunidad y la responsabilidad de no repetir el típico ajuste de mala calidad basado en la sorpresa inflacionaria que corrige regresivamente los desequilibrios. ¿Las ejercerán?

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