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Desafíos del sector energético en 2015

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La Política Energética vigente fue formulada entre 2007 y 2008, luego se elevó a nivel de acuerdo multipartidario en 2010 y se está implementando. 

Sin embargo, requiere de revisiones y actualizaciones, a la luz de los avances y obstáculos, los cambios en el entorno y los aprendizajes que se van realizando.

Contexto externo.

El sector de la energía ha registrado cambios relevantes en los últimos tiempos. Por un lado está el mercado de hidrocarburos, con el auge de los no convencionales ("shale gas" y "shale oil") y las reacciones generadas por éstos en los propios productores convencionales. Posiblemente la actual volatilidad del precio del petróleo se pueda explicar en relación con estas transformaciones.

Luego hay que mencionar el cambio en los mercados financieros, la recuperación lenta de los países desarrollados, que impactará al alza la tasa de interés, y por ende la disponibilidad de capitales para los países emergentes.

Finalmente, están los cambios tecnológicos: los ya mencionados de los hidrocarburos y la explotación por fracking, y los cambios en los costos de las energías renovables, al consolidarse un mercado mundial de escala interesante, primero en la energía eólica y recientemente en la solar fotovoltaica.

Retos internos.

El país viene registrando cambios en el ciclo económico, al mismo tiempo que se va modificando la matriz energética. Van apareciendo entonces nuevos elementos que deben ser incorporados:

Cambio en el contexto económico. El cambio en los precios internacionales de nuestros productos exportables, y en la situación de los clientes de nuestra región, como Brasil y Venezuela, genera desafíos para el sector exportador y por ende, para el conjunto de la economía. Concomitantemente, la situación de las cuentas públicas y de las finanzas de las empresas públicas completan un cuadro preocupante, que obliga a revisar las inversiones en infraestructura y/o a avanzar más agresivamente en la captación de fondos del sector privado internacional.

Competitividad del sector energético. Consecuencia de todo esto, aparecen presiones competitivas que nos obligan a ser más eficientes también en nuestro sector energético, un sector que impacta directamente en la competitividad general. La energía más cara es la que no se tiene, y se viene trabajando para evitar esto, pero el nuevo contexto más ajustado obliga a poner el acento también en la eficiencia, los costos y los precios de venta de la energía.

Desafíos en las obras en curso. Proyectos como la regasificadora, la central de ciclo combinado, la interconexión con Brasil son de gran porte para nuestro país. En los dos primeros se han suscitado dificultades importantes, aparentemente problemas con subcontratistas que derivaron en importantes desvíos en los costos y plazos previstos, que en algunos casos ponen signos de interrogación sobre su futuro. Como contrapartida, las obras de los parques eólicos continúan a buen ritmo y hay bastantes MW ya conectados al sistema.

Necesidades de financiamiento de la política energética. El nivel de inversión en el sector energético deberá seguir muy elevado para los próximos años. Un estudio que lideró el Ec. Javier de Haedo en 2013 situaba en los 20.000 millones de dólares la inversión necesaria hasta 2030. Las cuentas fiscales del país ya presentan stress, por lo que se deberá resolver el problema del financiamiento en un contexto menos favorable.

Institucionalidad para recibir inversiones. Si bien una parte de la inversión puede ir a emprendimientos independientes (como los generadores eólicos, solares o de biomasa), otra parte tiene que ser invertida en el sistema público (las redes), donde se deben buscar soluciones institucionales adecuadas que permitan (a través de todas las herramientas que brinda el mercado) una financiación competitiva con el mínimo impacto en las cuentas públicas.

Necesidad de gestionar una nueva complejidad del sistema. El desarrollo de un sistema eléctrico diversificado implica múltiples ventajas, pero también una mayor complejidad de gestión, al contarse con un porcentaje elevado de fuentes variables (hídrica, eólica y en menor medida solar) que requieren una gestión mucho más afinada de la regulación y el respaldo.

Introducir la gestión del GNL. Si se concreta finalmente la regasificadora, el uso en la generación eléctrica del gas natural implica desafíos, por la volatilidad del consumo y la eventual rigidez del suministro. Esto generará necesidades especiales para el suministro de GNL, que impactarán en la negociación contractual con los posibles proveedores. Un paso en falso en estos asuntos traerá consecuencias importantes en los costos generales del sistema.

Eventual necesidad de exportar energía. Ya con la incorporación de las granjas eólicas habrá momentos de superávit, pero además si se completan con éxito las obras en curso, por unos años el país tendrá que gestionar importantes excedentes de energía (eléctrica o de gas). Se deben implementar acuerdos comerciales con los vecinos que resulten adecuados y no impliquen exportar por debajo del costo de producción.

Avance auspicioso de la exploración de hidrocarburos. Los resultados señalan posibilidades de que el país cuente con reservas comercialmente explotables. Se plantean entonces desafíos a nivel de la inversión necesaria, la institucionalidad requerida y las eventuales salvaguardas ambientales.

Nuevos proyectos.

En pocos años, se deberán encarar nuevos proyectos relacionados con el sector, como la ampliación de la red urbana de gas natural, para desarrollar el consumo con fines diferentes de la generación eléctrica y así estabilizar la demanda, las nuevas granjas eólicas y parques solares, las eventuales centrales hidráulicas de almacenamiento mediante bombeo y en un futuro más lejano, nuevas plantas térmicas de respaldo. Concomitantemente, es importante avanzar en el mejoramiento de la red eléctrica incorporando tecnología de smart grids para manejar mejor la generación distribuida y realizar una eventual gestión de la demanda. Por otro lado, también se deben encarar reformas en la refinería (ampliación de capacidad, procesamiento del fuel oil, gestión de crudos más flexible, mejora de la logística) para acompañar el plan desde el lado de los combustibles.

Conclusiones.

El impulso de cambio en el sector energético uruguayo ha sido muy ambicioso. No obstante, los años que vienen plantean nuevos desafíos, que derivan de la necesidad de completar el plan y gestionar el cambio, a nivel institucional, financiero y técnico, en un entorno menos amigable que en los últimos 10 años, y con presión creciente para aportar a la competitividad del país desde la energía. Más complejo aún, porque adicionalmente han aparecido obstáculos importantes en las obras en curso.

El desarrollo de una infraestructura energética competitiva es importante para que el país pueda dar un salto en sus capacidades productivas, atraiga in

versiones y no frene su desarrollo. Esto requiere enfrentar una serie de desafíos importantes, algunos relacionados con la ejecución de los proyectos en marcha, otros con asuntos que estaban implícitos en las decisiones que se tomaron y, finalmente, siempre aparecen imprevistos que deben ser gestionados. Manejar estos desafíos requiere de una dirección política y técnica muy bien afinada, con la mira puesta en el largo plazo.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
El GNL implica un reto, por la volatilidad del consumo y la rigidez del suministro

OBSERVATORIO DE ENERGÍA Y DESARROLLO SOSTENIBLE DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA

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