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Los desafíos del año nuevo

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El 1% de los mayores ingresos percibe en promedio dinero de tres empresas. Foto: Pixabay

JAVIER DE HAEDO

En este mundo al cual hemos convergido, pleno de eufemismos y donde se ha impuesto lo políticamente correcto, a los "problemas a encarar" se les ha empezado a llamar "desafíos". Pues bien, veamos una breve y seguramente incompleta lista de desafíos que la política económica deberá enfrentar en 2018.

El 1% de los mayores ingresos percibe en promedio dinero de tres empresas. Foto: Pixabay
Foto: Pixabay

Lo anterior, asumiendo que el contexto global y regional se mantendrá sin cambios trascendentes, pues aquella lista se ampliaría y complicaría por demás en el caso en que no se cumpla el todavía apacible y benévolo escenario básico que se proyecta para el mundo y los vecinos de cara al año venidero. Pero aún sin que entren a tallar elementos externos adversos, bastante ya tendremos con los asuntos de entrecasa, que los hay y son varios.

Uno, el aumento de los precios de las empresas estatales en enero. En parte, responderá a una corrección lógica, como las de todos los precios en una economía con inflación, máxime cuando en estos casos el ajuste es anual. Pero parece claro que en alguna medida también habrá de incluir un componente fiscal, tendente a que las empresas estatales continúen ayudando a que las finanzas públicas no se deterioren todavía más. Esto último parece claro en el caso de UTE y, en menor medida, en el de Antel.

Es claro que este es uno de los casos en los que la frazada es corta y que si se cuida el frente fiscal se afectan los costos de vivir y producir en el país. En el caso de lo fiscal, los números siguen siendo muy malos, ya que no mejoran a pesar de imponerse sucesivas cuotas de ajuste fiscal. Obsérvese que en 2014-2017 tendremos el mismo déficit fiscal que en 1999-2002.

Dos, la Rendición de Cuentas a ser presentada a mitad del año. En 2017 el MEF pudo sortear la instancia presupuestal con "daños leves": un moderado aumento del gasto financiado con la tasa consular. Se logró patear la pelota para la próxima instancia, en 2018, cuando se reharán las proyecciones macro con mejores números de crecimiento económico que los presentados en este año. Mientras que esta vez se trabajó con tasas de crecimiento de 2% en 2017 y 2,5% en 2018, el año que viene esos números habrán sido superados por la realidad, y se estará al menos en 3% y 3,5% respectivamente. Le será difícil entonces al MEF explicarle a la bancada oficialista que no hay recursos adicionales para gastar, aún cuando en realidad no los habrá, pues el déficit no habrá bajado y (en principio) se mantendrá el objetivo de ir a uno de 2,5% del PIB en 2019. Es claro que alcanzar esta meta es en realidad una utopía, pero si se la relaja, el resultado fiscal de ese año será aún peor al actual.

Tres, la negociación salarial. En el año próximo, se abrirá una nueva ronda de negociaciones en materia salarial sobre la que cabe esperar que el gobierno persevere en los criterios manejados en la instancia anterior: aumentos fijos en términos nominales. Máxime cuando se ha sido exitoso en materia de inflación, lo que debería dar credibilidad al gobierno en esta nueva ronda. Lo que quedó de la anterior fue un aumento del salario real privado mayor al previsto debido a que la inflación bajó más de lo que se esperaba. Ese aumento del salario real se "comió" todo el aumento del PIB y no dejó espacio para el crecimiento del empleo. La duda que me queda es cómo se manejará el gobierno para que en esta instancia se priorice el empleo, sobre todo cuando muchos de los que se sientan a la mesa de las negociaciones (incluso en el gobierno) no terminan de entender que el crecimiento del producto se debe repartir entre precio y cantidad.

Cuatro, la inflación. Resulta clave para lo referido en el punto anterior, que la inflación permanezca dentro del rango meta. Pero hay que tener en cuenta que la inflación subyacente no ha bajado aún del 7% y que algunos precios volátiles (v. gr. frutas y verduras) pueden hacer que rápidamente el crecimiento del IPC general converja al del índice que considera la parte estable de la canasta. Encima, por el lado de los precios de las empresas públicas no habrá demasiada ayuda, por lo visto en el punto uno.

Yo creo que el único instrumento cierto que tiene el BCU para tener la inflación donde desea es el precio del dólar. La política monetaria sirve para muy poco y las metas que se establecen sirven para menos aún: de los últimos diez trimestres, el BCU sólo "acertó" en uno la tasa de crecimiento del dinero en el rango que se había proyectado. Se ve que no es un instrumento demasiado contundente. Por otra parte, se pretende hacer política monetaria fijando tasas en pesos para las Letras en función de determinados criterios de tasa real, cuando quienes compran las Letras lo hacen pensando en el rendimiento proyectado en dólares. Un "descalce" decisivo que afecta la eficacia de la política monetaria.

Y todo esto sin poner sobre la mesa el tema de los cincuentones, no resuelto al momento de escribir esta columna, que aún en la hipótesis menos mala (que entre las que están en pugna es la del MEF) afectará las finanzas públicas en el futuro y por muchos años. O, en otras palabras, dará lugar a un aumento en la deuda implícita del sistema previsional.

En fin, 2018 no será un año aburrido.

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