Publicidad

El desafío de la post pandemia y las metas previas que son ineludibles para Uruguay

Compartir esta noticia
Foto: Pexels

OPINIÓN

La evolución reciente de la pandemia invita ya a reflexionar sobre lo ocurrido durante un periodo breve pero intenso de nuestra historia reciente.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

En esa reflexion podemos ver que, para comenzar, quedó constatado que los cisnes negros existen, alegoría que hace referencia a que eran desconocidos hasta el descubrimiento de Australia. En pleno siglo XXI, reaparecieron como una epidemia a escala global, recordándonos que todo lo que construimos como especie y llamamos civilización depende de un sustrato biológico vulnerable. Confirmando que el avance científico es capaz de minimizar sus efectos en poco tiempo, esta vez produciendo vacunas eficaces, advirtiéndonos estar atentos ante la reiteración de hechos similares, o la necesidad de cuidar el medio ambiente frente al riesgo de dislocar nuestras vidas.

La nueva realidad afecta el diseño y la ejecución de las políticas públicas. El cortoplacismo por razones tácticas dominó y dominará la escena por un buen tiempo, lo cual no implica desatender los grandes objetivos. Lo que sucederá es que el camino hacia las metas, obligado por las circunstancias, será más volátil y de tránsito más lento. Los desvíos serán más frecuentes, a veces con algún retroceso, pero lo importante es saber siempre dónde está el norte para lograr los objetivos.

Los resultados de la gestión actual de la coalición de gobierno, liderada por un Ejecutivo de paso firme, van en la dirección correcta. Los resultados fiscales, corregidos por la situación extraordinaria, son mejores de lo esperado. Logrados a pesar de gastos extraordinarios en emergencias sanitarias inéditas, seguros de desempleo extraordinarios, subsidios y el decaimiento de la recaudación por la caída del nivel de actividad. Forzar la marcha en la consolidación fiscal ante estas circunstancias, hubiera sido un gran desatino. La postergación de metas pensadas para un mundo sin pandemia es un resultado natural ineludible.

Algo similar ocurre con el enlentecimiento de las reformas estructurales, hecho que se viene insinuando cada vez con más fuerza. Que es un hecho adverso, no hay duda. Pero los hechos son los hechos. Y para una de las abanderadas, como lo es la reforma de la Seguridad Social que ya es difícil en tiempos de normalidad, ahora serán más difíciles. Lo cual no implica cejar en el empeño, sino que exige redoblar esfuerzos, pero también ser realistas que sus alcances para fortalecer al sistema serán más escasos y que su carga sobre las finanzas públicas seguirá elevada en el tiempo. Todo lo cual impondrá mayor carga tributaria y un lastre mayor al crecimiento.

Otro freno a las reformas es cierta irritabilidad imperante, aprovechada políticamente, cuando se deben atacar las causas verdaderas del problema.

Como ejemplo sirve la reacción ante el aumento de las tarifas de los combustibles, hecho que se explica exclusivamente por el aumento del precio del petróleo. De ahí derivaron argumentos sobre la violación de promesas electorales de baja del precio de los combustibles, obviando que eso se lograría eliminando ineficiencias en la refinación, distribución y la revisión de subsidios dentro de Ancap. Por detrás de la chicana política y la protesta, se escabulle tratar los problemas de fondo que explican el alto precio de los combustibles por razones técnicas, regulatorias, negocios a pérdida a los que se agrega una fuerte carga fiscal histórica, a la que el gobierno no puede renunciar y que seguirán presentes aun en el caso de su libre importación. Por tanto, como de diagnósticos distorsionados y parciales, no se pueden esperar buenos resultados es necesario plantearle a la ciudadanía objetivamente el impacto de cada una de las distorsiones a corregir. Y también decirle que los impuestos a los combustibles son una parte irrenunciable de los ingresos públicos que le ponen un piso a su precio.

Dentro de este panorama, el manejo de la pandemia es una de las fortalezas más notables del período. Sin duda que el gobierno fue aprendiendo al andar, y en ese camino fue diseñando una estrategia que explica los resultados actuales, fortaleciendo un sistema sanitario en todo el país que no estaba preparado para las nuevas exigencias, acompañado de profesionales y técnicos que actuaron en la trinchera sin desmayo por largo tiempo. Este esfuerzo fue ayudado por un comité científico asesor que hizo aportes invalorables en el combate de la pandemia. Y la apuesta a la vacunación como alternativa superior para retornar a la normalidad.

Sin triunfalismos, pues en esta nueva realidad nada es definitivo, el país ha reafirmado que tiene una capacidad de reacción ante la adversidad inesperada, envidiable. Sin duda que el tino de la conducción es condición necesaria, pero sin acompañamiento social los resultados son magros.

Salvando episodios de oportunismo político, opiniones desairadas o ignorancia, la población de manera voluntaria aceptó en masa un programa de vacunación inédito que nos coloca en la vanguardia mundial. Estas formas de comportamiento social, también presentes en situaciones extremas vividas en décadas atrás, son un activo intangible que debemos utilizar a nuestro favor como vehículo para atraer inversiones y talentos.

El retorno a esta nueva normalidad que ya sabemos será más incierta que en épocas pasadas, también nos dice que los temas pendientes pre pandemia siguen presentes.

Desde hace un quinquenio la actividad económica vino cayendo sin pausa de la mano de ritmos de inversión también decrecientes, lo que nos planteó un escenario de virtual estancamiento y alto desempleo (10,5%). La pandemia provocó un aumento del gasto social cuyo horizonte de permanencia es incierto. La única forma de bajar el desempleo y evitar el deterioro fiscal es creciendo con vigor.

Ahí estará centrado el mayor desafío de esta etapa post pandemia.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad