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Déficit fiscal superará el 5% del PIB: el sector privado ya hizo su ajuste

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

La discusión acerca de quién deberá hacer el ajuste para equilibrar las cuentas del país, como suele pasar, especialmente en períodos electorales, ha tomado un cariz simplista y caricaturesco.

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Peor aún, la asimilación de situaciones con Argentina, y el “emparentamiento” de soluciones o afinidades, configuran una gran ensalada de prejuicios u opiniones interesadas, sin el más mínimo análisis ni rigor.

Como expuse en mi anterior columna, la política económica que aplicó Macri, más allá del discurso y alguna mejora sobre la previa, lejos está de cualquier recomendación de manual “ortodoxo” y, en muchos casos fue contra ellos. Es más, hasta el propio Paul Krugman, insospechadamente “progresista”, la critica en su análisis de la semana pasada, pero por no haber ajustado cuando debió. Su mayor éxito fue la política energética, donde están recomponiendo su potencial, cierta mejora de la infraestructura física y el haber liderado la negociación con Europa y finalmente logrado el acuerdo, que sorprendió hasta nuestro canciller quien, al llegar expresó “¿vamos a firmar? Fue la prueba de cuán lejos estábamos de la mesa de negociaciones. Todas son cosas buenas y muy necesarias para el desarrollo de largo plazo, pero ese camino hay que conducirlo en el corto y allí, casi nada de lo previo cambió, por lo que las condiciones de base siguen siendo penosas.

En Uruguay muchos expresan, “antes, cuando había dificultades, el gobierno ajustaba y los privados pagaban la cuenta, ahora no es necesario”. Lo que pasaba es que, de manera responsable, el sector público ajustaba, con cierto rezago frente al privado, es cierto. Siempre más lento y trasladando parte de su ajuste al sector privado vía impuestos, también lo es, pero salvo un fenomenal y duradero shock financiero externo, y por un corto lapso, no se recuerda un estado de deterioro de las finanzas públicas como el actual.

Ecuación Básica

La ecuación básica del mercado de bienes nos dice que el ahorro privado, neto de su inversión, más el ahorro del sector público (el resultado fiscal) es igual al saldo de la cuenta corriente del balance de pagos. Ex post, esta ecuación constituye una igualdad contable, como que 2 más 2 son 4; no hay teoría detrás. Si el gobierno tiene déficit, su ahorro es negativo lo que, si el sector privado no responde, genera déficit de cuenta corriente en el balance de pagos. El cuadro que acompaña esta columna nos muestra, medido en porcentaje del PIB, el ahorro público y privado desde el 2012 a la fecha. Allí se ve que el sector privado también consumía en exceso de su ingreso al inicio de la década, pero ya equilibró en 2014 y, a partir del 2015 el ahorro privado neto de inversión promedia el 3,8% del PIB, unos US$ 2.200 millones anuales y, este 2019 no será la excepción, razonablemente el ahorro neto superará el 4%.

Las cifras que el cuadro muestra nos dicen que para el sector privado la fiesta se terminó en 2014, aunque en función de cómo venían de los años previos, en su “sentimiento” todavía estaba la sensación de una borrachera importante. Ahora, el sector público no se enteró que el mundo cambió y continúa de juerga, “pasando la tarjeta” como si nada pasara.

Lo normal es que el ahorro neto del sector privado sea nulo en una acumulación de positivos y negativos de mediano plazo. Es lógico que nadie quiera ahorrar eternamente sin disfrutar sus ingresos. Es más, en un país como Uruguay, donde la necesidad de inversión extranjera para su crecimiento es muy importante, es razonable pensar que el saldo de ahorro neto de este sector sea algo negativo, es decir la inversión privada supere al ahorro bruto y su financiamiento provenga del exterior.

Un saldo de ahorro neto positivo durante 5 años seguidos y de la magnitud de los mostrados, nos dice que el ajuste que los privados están haciendo es enorme, al igual que el desplome de la inversión extranjera directa en el país. En una perspectiva de futuro, resulta hasta poco lógico que sigan restringiendo el consumo y la inversión de esa manera. La explicación de este hecho tiene dos vertientes: los uruguayos por la razón que fuere, están invirtiendo fuera del país y/o, previendo tiempos más complejos, no arriesgan a meterse en deudas. El problema es que ello lleva ya 5 años, lo que nos muestra el pesimismo reinante.

Situación fiscal

El déficit a fin de julio llegó a 4,9% del PIB. Cuando a fin de este septiembre se conozca el resultado de agosto, salvo que el BROU realice un aporte extraordinario o algo por fuera de lo normal suceda, su nivel superará el 5%. En efecto, en agosto del año pasado, el gobierno consideró como ingreso el último tramo del fondo de estabilización energética que le aportó unos $ 6.000 millones, por tanto más de 0,3% del PIB saldrán de la medición interanual. A su vez, la deuda flotante creció y los stocks de petróleo y derivados han caído (lo que se refleja en las cuentas fiscales como “inversión negativa”). La suma de estos tres conceptos deteriora el resultado en 0,5% del PIB.

Es seguro que hay que remontarse hasta 1989, cuando una sequía sin precedentes e hiperinflaciones en Argentina y Brasil, para encontrar un peor resultado fiscal. Sólo corrigiendo por estos factores, el déficit actual es el más alto desde el retorno a la democracia en 1985. Por fuera de comparaciones, lo claro es que las finanzas públicas están al borde de un quiebre, siendo imperioso actuar con decisión y de manera inmediata. El ajuste debe hacerlo el sector público, porque el privado ya lo hizo y éste debe venir por una racionalización. Que ello impactará sobre el sector privado, naturalmente, pero menos que si se decide aumentar los impuestos y mucho menos que si la decisión es “no hacer nada”.

El palabrerío puede ser mucho, la realidad es una sola.

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