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Qué debería pasar y qué pasará

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Fernando Henrique Cardoso.
Bloomberg News - BRAZIL CARDOSO - F A - Fernando Henrique Cardoso, former president of Brazil, speaks during a television interview in New York, Monday, March 27, 2006. Photographer: Stephen Hilger/Bloomberg News BRAZIL CARDOSO - New York - NY - USA - Stephen Hilger - SH
Stephen Hilger - Bloomberg News/Bloomberg News

Estamos en el escenario que en forma casi unánime los economistas esperábamos. Ocurrió más tarde de lo previsto debido al estiramiento de los tiempos de la política monetaria de los Estados Unidos, que se sigue estirando, pero ello no impidió que los mercados descontaran lo que se viene y que los efectos ya se sientan en un dólar más fuerte y en materias primas más depreciadas.

La tercera pata de la mesa, las mayores tasas de interés, siguen esperando para cuando la recuperación en los Estados Unidos sea más vigorosa.

Lo que estamos viviendo es el desarrollo de un shock externo negativo. Los tres fenómenos referidos, dos ya encaminados y el tercero por comenzar, forman parte de ese shock que afecta a todos los países como el nuestro. Pero en Uruguay, el shock adverso comenzó a insinuarse hace más de tres años, en la segunda mitad de 2011, cuando nuestros vecinos comenzaron a abaratarse en dólares y a enlentecer o reducir su nivel de actividad.

Shocks externos.

En el caso de nuestro país, cuando los vecinos no son el origen de shocks positivos y negativos, son amplificadores de shocks de origen extra región. En la historia reciente hay varios ejemplos de ambos signos y viene al caso recordar: uno positivo en 1991 (reforzado en 1994) y uno negativo en 1999 (reforzado en 2002).

Cuando se recibe un shock, la respuesta de las políticas económicas debe procurar minimizar el riesgo de equivocarse. Ante un shock positivo, conviene asumirlo como transitorio y ante uno negativo, como permanente. Si es positivo y resulta permanente, mejor. Y si es negativo y termina siendo transitorio, también mejor. Pero a priori, mejor ser conservadores: si en cada caso asumo lo contrario y no se da, el resultado es el peor de todos.

En 1991 Cavallo inaugura el Plan de Convertibilidad, un shock positivo para nuestro país que se supuso transitorio y resultó bastante más permanente. En 1994, Fernando Henrique Cardoso inicia el Plan Real que refuerza el carácter positivo de aquel shock. El barrio se volvió caro y eso nos vino muy bien, mejoró nuestro ingreso. Suponerlo transitorio implicó ir más lento de lo posible con la estabilización y tener más inflación de la necesaria, y los recursos producidos de este modo dieron lugar a una notable mejoría patrimonial del sector público que se puede comprobar en los indicadores de deuda pública de la época. En 1999 Cardoso suelta el tipo de cambio al ser reelecto (tras la crisis asiática del 97 y la rusa del 98) y Brasil se abarata enormemente. Asumimos que ese shock externo negativo es transitorio y termina siendo permanente. Tres años después, en Argentina ocurre lo mismo y se nos cae el pincel del que habíamos quedado colgados.

Nuevamente enfrentamos un shock externo negativo desde la segunda mitad de 2011 y con mayor intensidad en los últimos meses de la mano del fortalecimiento global del dólar y en particular con relación al real brasileño. Una vez más, asumimos que el shock es transitorio y no hacemos casi nada. De nuevo, como en 1999, volvemos a maximizar el riesgo de caer en una equivocación.

Lo normativo.

Es casi unánime lo que los economistas decimos que hay que hacer frente a esta situación: fortalecer la política fiscal para hacer menos contractiva la monetaria-cambiaria; propiciar así una depreciación real del peso uruguayo sin que implique una mayor inflación; moderar los aumentos salariales de modo que el peso del shock externo (y la consiguiente caída en el ingreso) afecte lo menos posible la cantidad de trabajo (empleo), porque el shock o bien pega en la cantidad o bien pega en el precio (salario).

A diferencia de las situaciones anteriores, ahora se maneja al tipo de cambio con flexibilidad (lo que no impidió tener un atraso cambiario sideral) y esto permitirá que se pueda mover lo necesario sin que ello implique "romper una regla". Pero también, tenemos reglas muy rígidas en el mercado laboral y esto genera incertidumbre acerca de cómo se procesarán los ajustes que serán necesarios, y con qué costo en materia de empleo. En las Jornadas Anuales del BCU del año pasado estimé en 1,5% del PIB la magnitud del ajuste fiscal necesario para que la deuda pública se mantuviera estable y no adquiriera una trayectoria ascendente. Fui entonces el más "pesimista" de los colegas que nos referimos al tema, pero me quedé corto. Remito al lector a mis columnas del 25/8 y del 8/9 pasados (¿Es posible ajustar sin ajustar?). Rehaciendo aquellos números a partir de los datos observados desde entonces, aquél 1,5% del PIB se volvió un 2,0% del PIB. Se estima que entre mayores aumentos en UTE, menores rebajas en Ancap y recortes de inversiones especialmente en Antel, en las empresas públicas se estaría juntando un punto del producto. Pero del otro punto de ajuste necesario no hay noticias y casi todos en el oficialismo ya se afilan los dientes para la inminente discusión presupuestal.

Pero no solo deberán ajustarse el mercado de trabajo, por precio y por cantidad, y el sector fiscal. También los precios relativos deberán cambiar posiciones y el precio del dólar deberá avanzar varios cuerpos con relación al resto. En las últimas semanas diversos colegas (yo mismo en mi columna del pasado 2 de marzo) presentamos indicadores de tipo de cambio real y en casi todos los casos estaban en torno a 70-75 con relación a alguna base 100 de referencia. Pues bien, decir que un indicador de tipo de cambio real está entre el 70 y el 75 por ciento de su valor de referencia es sinónimo a decir que en vez de estar en $ 25, el dólar debería estar entre $ 33 y $ 36. Es aritmética simple.

Lo positivo.

Como hemos visto algunas veces, el enfoque normativo apunta al "deber ser", a lo que uno considera que debería ocurrir. Es decir, lo que nos dice el doctor en cuanto a ponernos a dieta y a hacer gimnasia, cuando los indicadores de salud nos dan muy mal.

Eso es lo que referí antes: ajuste fiscal, ajuste de precios relativos y ajuste en el mercado de trabajo, diseñados con tiempo por el gobierno. Pero frente a lo normativo está lo positivo, es decir el "ser", lo que uno cree que va a ocurrir. O sea, siguiendo con el ejemplo, si en definitiva el paciente le va a hacer caso a su médico o no.

Y yo creo que el paciente no le hará caso al médico: no se hará el ajuste fiscal necesario y más temprano que tarde se hará más desajuste; mientras se pueda, se financiará con deuda y reservas, de la mano del investment grade, como hasta ahora; el dólar no subirá lo necesario ni a la velocidad debida, porque se lo seguirá usando para contener la inflación; en el mercado de trabajo, solo se reaccionará después que se hayan perdido numerosos puestos de trabajo. Y, un buen día, el ajuste que no se quiso hacer se hará, como cuando el paciente no atiende a su médico y debe ser internado de urgencia. Ahí ya no serán el gobierno ni el paciente los que tendrán la posibilidad de elegir el diseño preferido del ajuste.

Como tantas veces en el pasado, llegado ese momento, la inflación dejará de ser un objetivo, transitoriamente, y será el principal instrumento del ajuste. El instrumento que propiciará el ajuste de los precios relativos y el que diluirá parte del aumento presupuestal desmesurado de los últimos años. Así ha sido antes, así lo volverá a ser esta vez. Una verdadera política de país…

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Fernando Henrique Cardoso.

JAVIER DE HAEDO

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