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Andrés Malamud: "La pandemia dejó en evidencia la incompetencia"

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Foto: gentileza Andrés Malamud

ENTREVISTA

Andrés Malamud dice: "Le tengo más temor a una disrupción cibernética que corte el aprovisionamiento material e informativo de las sociedades que al autoritarismo centralizado del Estado".

Dice que estamos en un enorme laboratorio a cielo abierto, donde buena parte del mundo navega la crisis sin brújula y con mapas desactualizados. Para el doctor en ciencias políticas Andrés Malamud, esta pandemia ha dejado en evidencia la incompetencia, señalando a Trump, Bolsonaro, Ortega y López Obrador como líderes que primero subestimaron la amenaza y menospreciaron la ciencia después. Además, sostiene que las situaciones de éxito o fracaso se han basado más en cuestiones estructurales que en políticas públicas contingentes y la calidad del liderazgo, que han sido menos determinantes. El politólogo argentino, residente en Portugal, dice que a Europa la pandemia le recordó su fragilidad, que los costos de esta crisis no evitarán la tendencia ascendente de China y que América Latina no modificará su “irrelevancia estratégica”. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cómo calificaría usted el particular momento por el que atravesamos como humanidad?

— Es como un laboratorio a cielo abierto, debido a la gran confusión generada por la crisis. Ésta es la primera pandemia global que encuentra un mundo hiperurbanizado (es la primera vez en la historia que más de la mitad de la humanidad vive en ciudades) e hiperconectado (los aviones globalizaron al virus en semanas, cuando antes llevaba meses o años). Además, todavía no tenemos vacuna ni antivirales efectivos. Por eso, países con experiencia pandémica como los de Asia Pacífico reaccionaron más rápida y efectivamente, pero el resto del planeta navega la crisis sin brújula y con mapas desactualizados.

—¿Qué relación guardan los resultados que está obteniendo cada país latinoamericano en la gestión de la pandemia con su características sociales y políticas?

—Tiendo a pensar que los principales determinantes del éxito o el fracaso son estructurales: densidad demográfica (cuanta más, peor), diseño urbano (cuanta más edificación en altura y utilización de transporte público, peor), informalidad económico-laboral (cuanta más, peor) y estructura doméstico-familiar (cuanta más convivencia intergeneracional, peor). Más allá de estas características, a mayor capacidad estatal, disciplina social y cohesión del sistema productivo, mejor respuesta. Políticas públicas contingentes y la calidad del liderazgo pueden haber actuado como aceleradores o retardadores, pero fueron menos determinantes.

—Hay liderazgos en países muy relevantes que han quedado malamente expuestos con la pandemia…

— Sí. Uno de los grandes impactos de la pandemia fue dejar en evidencia la incompetencia. Trump y Bolsonaro en primer lugar, pero también Daniel Ortega en Nicaragua y AMLO en México. Son los presidentes que subestimaron la amenaza primero y menospreciaron la ciencia después (AMLO lo hizo con más disimulo). Sus resultados, por ahora, son más negativos que en la mayoría de los países vecinos, tanto en términos sanitarios como de opinión pública.

—¿A Trump le costará la presidencia la crisis sanitaria y el impacto económico que soporta su país?

—La crisis sanitaria, probablemente no. La recesión, salvo que consiga taparla con una guerra u otra distracción, quizás sí. Nicolás Maquiavelo decía que los hombres olvidan más fácil la muerte del padre que el robo del patrimonio, y las modernas teorías del voto lo confirman: en tiempos normales, lo que define una elección tiende a ser la economía.

—¿Qué cambios políticos, económicos y sociales emergen en el mundo post pandemia? ¿Podemos hablar de enseñanzas a aprovechar?

—A nivel macro, vislumbro menor movilidad y mayor conectividad. A nivel micro, la digitalización avanzará tanto en el campo del trabajo como del ocio. La enseñanza aparente es que ciencia y salud son actividades vinculadas con la seguridad nacional, lo que quizás anticipe mayor inversión pública y menos transparencia democrática.

—¿A Europa se le puede mirar como una sola, cruzando la pandemia, y después de ella?

—Depende. La Unión Europea es como una bicicleta: mientras se mueve está en equilibrio, pero si para se cae. La pandemia fue un recordatorio de su fragilidad. Las primeras medidas, tomadas a nivel nacional, tendieron a parar, pero ahora el conjunto está pedaleando más rápido y desembolsando enormes sumas para evitar la caída.

—Usted vive en Portugal, que según las cifras está manejándose bien en la crisis del coronavirus. ¿Qué es lo que ha hecho tan bien Portugal a diferencia de sus vecinos?

—Portugal mostró dos contrastes relativamente a, sobre todo, España. El primero es que reaccionó más temprano, y esto lo hizo, en parte, al ver la catástrofe que ocurría en el país de al lado. El segundo es que las decisiones fueron tomadas por un gobierno cohesionado y de acuerdo con la oposición, a diferencia de España, donde el gobierno actuó con baja coordinación interna y enfrentando críticas de la oposición parlamentaria y territorial. Pero esto recién empieza, así que Portugal puede empeorar (que España mejore es más improbable).

—A China se le acusó por ocultar el avance del virus; ¿esos juicios lastrarán la estrategia china a corto plazo, como la ruta de la seda?

—Es improbable. China es una potencia inevitable por el tamaño de su mercado y la magnitud de sus inversiones, no por su simpatía o transparencia.

—Volviendo a nuestra región, ¿qué relevancia le adjudica a Latinoamérica, en el futuro, en medio de los movimientos geopolíticos que se están dando en el mundo?

—En 2050, el continente africano se habrá convertido en el motor del crecimiento económico global o en un gigantesco colapso económico cuyas olas de refugiados arrasarán a sus vecinos. América Latina no tiene ninguna de estas dos potencialidades, la de beneficio y la de daño. Eso la condena a una cierta irrelevancia estratégica, que no necesariamente es negativa: durante las dos guerras mundiales, fue esa irrelevancia la que la salvó de la destrucción que tuvo lugar en Europa y Asia.

—La globalización favoreció la expansión del virus, sostienen los que promueven menos cooperación e intercambio. ¿Es el punto de partida para un mundo más cerrado?

—En algunos aspectos (movilidad), sí; en otros (conectividad), probablemente no, aunque puede ser un mundo desacoplado entre dos o más esferas de influencia y supremacía normas regulatorias.

—¿Pero no le parece que los proteccionistas han ganado terreno en algunas zonas del mundo con ese discurso?

—Sí, por supuesto; la sucesión de crisis demostró que la hiperglobalización, basada en la apertura ingenua y las cadenas globales de producción, era frágil. En el mundo que viene, las evaluaciones de riesgo tendrán tanta importancia como las evaluaciones de costos, y un cierto grado de proteccionismo ofrece mayores costos, pero menores riesgos.

—La capacidad de control y vigilancia de los Estados se expandió a partir de la necesidad de controlar el virus. ¿Es el pretexto ideal para mayores controles a la sociedad?

—Hasta ahora no hay evidencia de que la emergencia haya alimentado la concentración autoritaria del poder. En algunos países, al contrario, generó anticuerpos y resistencia institucional y social ante deslices autoritarios. En cuanto al control de la información personal, ya existía: en Asia Pacífico se encargaba el estado, y en Occidente, Facebook y Cambridge Analytica.

—¿Qué formas adoptará la democracia en este contexto?

—El mundo enfrentaba una ola de autocratización, la tercera en un siglo, antes de la pandemia. Es temprano para evaluar daños, pero tiendo a pensar que el efecto del coronavirus no será homogéneo: algunas democracias sufrirán, otras caerán y las demás se fortalecerán. Vislumbro un mundo híbrido, con diversos regímenes coexistiendo en turbulento (pero no necesariamente bélico) desorden. Y las democracias que vienen deberán convivir con la insatisfacción y la protesta. Le tengo más temor a una disrupción cibernética que corte el aprovisionamiento material e informativo de las sociedades que al autoritarismo centralizado del Estado.

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