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Crisis argentinas alejan del Mercosur

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Foto: Reuters

OPINIÓN

Muchos ministros de economía han pasado por la conducción argentina en el último medio siglo.

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Aún teniendo momentos de éxito en su gestión, prácticamente ninguno de los ministros ha finalizado su mandato sin dejar al país en una crisis profunda que ha afectado, comercialmente y en algunos casos hasta financieramente, a nuestro país.

Antecedentes

Recordemos al Dr. José Alfredo Martínez de Hoz, que intentó frenar una altísima inflación con el programa cambiario que se denominó “de la tablita”, con anuncios anticipados del valor del dólar, y que culminó con una crisis significativa que se extendió con su sucesor, Lorenzo Sigaut.

Recordemos asimismo lo que ocurriera con la conducción del siguiente, el Dr. Roberto Alemann, muy perjudicado por la decisión militar de intentar la recuperación de las Islas Malvinas que culminó con la crisis de 1982, la segunda o tercera en importancia en el período al que me refiero.

Recordemos también las crisis que sobrevinieron tras las conducciones de Bernardo Grinspun y de Juan Vital Sourruille, ministros de Raúl Alfonsín. Y lo que ocurriera tras finalizar los gobiernos de Menem, época de la paridad dólar-peso que iniciara Domingo Cavallo y que obligara un tiempo más adelante al propio Cavallo, en noviembre de 2001, a decretar el congelamiento temporal de los depósitos bancarios. Tras esto, pocas semanas más tarde en la segunda mitad de diciembre, se produjo la renuncia del presidente De la Rúa. Semanas después, en pleno enero de 2002 se extendió el llamado “corralito cambiario” y se produjo entonces el default de la deuda pública, celebrado por el Congreso Nacional. Fue la crisis que más afectó a Uruguay, comercial y financieramente.

Viene luego la administración de Kirchner, que con su ministro Lavagna, sin arreglar el problema del default de la deuda pública y con el beneficio del boom de los precios agrícolas internacionales, tuvo aire para dejar una economía con serios problemas que no se pudieron solucionar por su sucesora —Cristina Fernández— al frente del gobierno y que también los dejara como herencia al presidente que asumiera en diciembre de 2005: Mauricio Macri. Tampoco los sucesivos ministros de éste lograron sacar a la economía de su recesión, detener la alta inflación y manejar el endeudamiento público fruto de un alto déficit fiscal, lo que se reflejó en un control de cambios con acceso muy restringido a la compra de moneda extranjera.

La intervención del FMI en esta etapa no debe pasar desapercibida: el fracaso de Macri es también el del organismo internacional. El nuevo gobierno, inaugurado hace pocos días, ha limitado aún más el acceso de la población a las divisas, al agregársele un sobreprecio por un pesado gravamen a las compras de turistas en el exterior y que alcanza también a las exportaciones agrícolas.

Efectos reiterados

La situación de la economía argentina y los efectos de su actual política cambiaria, reiteran las numerosas ocasiones de las últimas cinco décadas que comentara antes, las que han sido sumamente adversas para nuestra economía. Tal vez no tanto como fueron los efectos de la crisis del 2001-2002, la que nos contagiara gravemente no solo en la parte comercial de bienes y de servicios sino también en lo financiero. Pero, contrariamente a lo que muchos opinan aún, que la economía uruguaya se ha blindado frente a las crisis del país vecino, que se ha desacoplado de Argentina y que entonces sus crisis no afectan a nuestra economía, sufriremos desde ahora y por un tiempo relativamente largo, las consecuencias negativas para nuestro comercio de bienes y de servicios de lo que viene ocurriendo ya desde el año pasado.

La evidencia empírica del último medio siglo al menos, nos muestra que las crisis argentinas afectan adversamente a nuestro país y lo que viene ocurriendo hoy no será diferente, por lo que esa evidencia es hoy tan grande que se debe impulsar un cambio del marco que guía las relaciones comerciales externas de nuestro país. Se trata de algo que, a priori, se resiste.

Como ocurría cuando se propuso, hace casi cincuenta años, liberar las importaciones e ir reduciendo la protección arancelaria. El paso del tiempo ha dado la razón a quienes sostenían la necesidad de la apertura comercial que hoy ya nadie no solo no discute, sino que se exige que sea mayor.

Queda claro que con esta nueva crisis argentina con efectos negativos para nuestro país, menos grupos locales estarían en contra de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos como ocurriera hace unos años. Más grupos son lo que reclamarían también, con mayor énfasis, acelerar el acuerdo con la Unión Europea. Y alcanzar acuerdos con China, con la Asociación Europea de Libre Comercio, con los países del este asiático y con cualquier otro país o asociación que se desee.

Es el momento de revisar los efectos que tiene mantenerse dentro del Mercosur y reclamar la flexibilización del Tratado de Asunción para lograr que un país miembro pueda entrar en relaciones comerciales más estrechas, menos gravadas, con otras naciones de fuera del acuerdo. Es seguro que hoy, dados los antecedentes de su conducción actual, Brasil estaría de acuerdo con empujar en ese sentido. Y es hoy también lo que, según los antecedentes de la nueva conducción comercial exterior de Uruguay, permiten anticipar.

Las recurrentes crisis económicas y financieras de Argentina que tanto perjudican a nuestro país deben ser la razón para oponerse a lo que alguna vez sectores de nuestra conducción política y económica sostuvieron: “Más y mejor Mercosur”.

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