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No es cosa de mujeres

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Quiero creer que el éxito en el mundo laboral es el fruto de las decisiones que tomamos y cómo las llevamos a cabo. El sendero puede tener desvíos, altos y bajos, pero la ruta por la cual transitar es nuestra elección.

En buena medida efectivamente es así, pero hay dimensiones que se alejan de este ideal. Puedo elegir cuánto esforzarme, cuánto trabajar, cuánto y cómo prepararme, pero no puedo elegir ni la raza ni el sexo con el que nacer ni el hogar en el que hacerlo.

Promedios.

La preocupación por la igualdad salarial entre hombres y mujeres puede rastrearse al siglo XIX. Mucho ha cambiado desde entonces; hoy los temas de género no son de interés exclusivo de núcleos feministas militantes. ¿Cómo es la situación en Uruguay?

Una primera aproximación puede hacerse con la Encuesta Continua de Hogares del INE. En el 2015, las mujeres recibieron en promedio una remuneración por hora 8% menor a los hombres. En 1995 fue 14% inferior. A lo largo de estas dos décadas los diferenciales hombres-mujeres oscilaron en estas cifras. La brecha salarial por género es producida fundamentalmente en el sector privado. En el sector público, en el 2015, el salario promedio de las mujeres equivalía al 98% del salario promedio de los hombres. Veinte años atrás el ratio salarial era 99%. En cambio, en el sector privado, las mujeres recibieron un salario promedio 13% inferior en el 2015 y 18% inferior en 1995. No se trata de coyuntura económica sino que refiere a elementos estructurales de la economía y sociedad uruguaya.

La salud y la educación son sectores con mayor participación laboral femenina y suelen ser considerados de menores ingresos relativos que otros. La brecha salarial podría explicarse por segmentación laboral (no es que se les pague distinto a hombres y mujeres sino que trabajan en áreas distintas). Sin embargo, excluyendo estos sectores del análisis sigue existiendo una brecha salarial por género del 12% en el 2015. La descomposición entre el sector público y privado arroja resultados muy interesantes. Sin considerar los sectores educación y salud, el sector privado paga un 16% menos a las mujeres mientras que el sector público les paga en promedio un 7% más.

Educación.

¿Será que el sector público "se pasó de rosca" en no discriminar mujeres o habrá otra explicación? La hay. Del total de hombres que trabajan en el sector público tan solo un 45% completó secundaria mientras que un 76% de las mujeres lo hicieron. De quienes trabajan en el sector privado un 37% de las mujeres completaron secundaria mientras que sólo un 24% de los hombres lo hicieron.

Estos resultados nos indican que si bien el sector público remunera mejor a las mujeres que a los hombres hay una razón para ello: su mayor educación. También nos indican que el diferencial salarial perjudicial hacia las mujeres del sector privado no está motivado por menor formación de las trabajadoras. Todo lo contrario, a pesar que las mujeres tiene mayor educación formal reciben una menor remuneración que los hombres.

Junto con Paul Carrillo de la George Washington University y Virginia Robano de OCDE realizamos un trabajo en el que comparamos las remuneraciones laborales de hombres y mujeres en 12 países de América Latina ("Sticky floors and glass ceilings in Latin America" publicado en el Journal of Economic Inequality). Encontramos dos hechos similares a los aquí reportados.

Primero, encontramos que los diferenciales salariales que se observan en contra de las mujeres son una subestimación del tratamiento discriminatorio que ellas sufren. La mayor educación de las mujeres esconde una parte de esta brecha.

Segundo, reportamos pisos pegajosos y techos de cristal. Esto quiere decir que el diferencial laboral a favor de los hombres es especialmente grande entre quienes ganan más (un techo de cristal que no se ve pero no permite a las mujeres ascender más allá de ciertos puestos) y entre quienes ganan menos (un piso pegajoso que retiene a las mujeres en la cola inferior de ingresos).

Los datos promedio que comento en esta nota son indicativos también de este último fenómeno. La brecha salarial de género no tiende a achicarse con la educación. Los hombres y mujeres con mayor educación formal ganan más que los hombres y mujeres menos educados. Sin embargo, los hombres tienen un premio a la educación mayor que las mujeres. Nuevamente ilustrando con el 2015, la brecha salarial de género entre quienes no completaron primaria es del 20%. Entre quienes superaron primaria pero no completaron primaria la brecha es 19%.

Entre quienes completaron secundaria la brecha es 15%. Entre quienes completaron secundaria pero no estudios universitarios es 22%. Finalmente, el salario promedio de las mujeres con universidad completa equivale al 72% del salario de los hombres con la misma educación; una brecha de 28%. El piso pegajoso hace sentir los diferenciales hombre-mujer en los niveles más bajos de remuneración y el techo de cristal afecta en mayor medida a los niveles más altos de remuneración.

NÉSTOR GANDELMAN

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