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Los cortesanos de Trump

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Trump este martes cuando dejó Singapur tras la cumbre con Kim Jong Un.
U.S. President Donald Trump boards Air Force One after his summit with North Korean leader Kim Jong Un in Singapore June 12, 2018. REUTERS/Jonathan Ernst NORTHKOREA-USA/
JONATHAN ERNST/REUTERS

Opinión

Esta no es una columna sobre si Donald Trump es un colaboracionista, un político que sirve a los intereses de patrones extranjeros a expensas de su propio país. 

Todas las dudas razonables sobre esa realidad se disiparon ante los acontecimientos de los últimos días, cuando defendió a Rusia mientras atacaba a nuestros aliados más cercanos.

Esta columna es sobre la gente que permite su traición a Estados Unidos: el círculo interno de los funcionarios y las personalidades de los medios dispuestos a respaldarlo sin importar lo que diga o haga.

Es importante entender que la pelea que Trump está lanzando a nuestros aliados no se deriva de ningún conflicto de intereses real, porque de hecho no están haciendo aquello de lo que los acusa. No, Canadá y Europa no están imponiendo "aranceles masivos" a los productos estadounidenses: la gran mayoría de las exportaciones estadounidenses entra a Canadá libre de aranceles y el arancel europeo promedio es de solo el tres por ciento. Estos son hechos básicos, no cuestiones para debate.

Así que Trump está justifica su intento de destruir la Alianza de Occidente acusando a nuestros aliados de fechorías que solo existen en su imaginación.

Lo mismo se puede decir de su afirmación de que Justin Trudeau, el presidente de Canadá, lo traicionó y debilitó la cumbre del G7. En realidad, los comentarios de Trudeau al final de la conferencia fueron contenidos y convencionales, y simplemente afirmaban —como haría cualquier dirigente normal— que defendería los intereses de su país. El tuit enfurecido de Trump después de la declaración fue para contestar a un insulto que, al igual que esos "aranceles masivos", solo existe en su imaginación.

Así es Trump, un hombre cuya presidencia ha estado marcada por unas siete declaraciones falsas al día. ¿Qué me dicen de sus funcionarios?

Larry Kudlow, el economista en jefe del gobierno (en realidad, "economista", entrecomillado, pero esa es otra historia) fue a la televisión a declarar que Trudeau "nos dio una puñalada por la espalda". Peter Navarro, el principal experto en comercio del gobierno ("experto", también entrecomillado) fue todavía más lejos, repitiendo la frase de la puñalada por la espalda y declarando que a Trudeau le espera "un lugar especial en el infierno".

¿Recuerdan cuando se solía imaginar que los funcionarios lograrían contener los peores impulsos de Trump? Tal vez eso sucedió durante algunos meses, pero a estas alturas está rodeado en su totalidad de aduladores que le dicen todo lo que quiere escuchar.

A pesar de ello, Estados Unidos no es una monarquía, al menos no todavía. El Congreso tiene el poder de supervisar a un presidente que parece estar traicionando el juramento que hizo al asumir ese cargo. Incluso puede destituirlo, si no mediante un juicio político, sí a través de las muchas formas en las que los miembros del Congreso pueden actuar para contener a Trump y limitar el daño que está haciendo.

No obstante, el Congreso está controlado por republicanos se ha limitado a unos cuantos tuits de un puñado de senadores que no están contentos con el comportamiento de Trump, pero tampoco están dispuestos a hacer nada real.

¿Por qué los políticos republicanos no están dispuestos a cumplir con sus responsabilidades constitucionales? Relativamente pocos de ellos, sospechamos, en realidad quieren una guerra comercial, ya no digamos la disolución de la Alianza de Occidente. Además, muchos de ellos, sospechamos también, están plenamente conscientes de que en el Despacho Oval se encuentra un agente extranjero de facto. Sin embargo, están inmovilizados por una combinación de venalidad y cobardía.

Por una parte, los recortes fiscales para los ricos se han vuelto una prioridad para el Partido Republicano moderno, y Trump les está dando eso, así que están dispuestos a dejar pasar todo lo demás.

Por la otra, la base del partido en realidad quiere a Trump, no por sus políticas, sino por la crueldad no solo de palabra sino en sus acciones hacia las minorías raciales y la forma en la que sobresale ante los ojos de las "élites". Cualquier político republicano que adopte una postura a favor de lo que solíamos pensar que eran los valores estadounidenses fundamentales corre el riesgo de perder las próximas elecciones primarias. Y, hasta donde se ve, no hay un solo republicano electo dispuesto a asumir ese riesgo, sin importar lo que haga Trump.

Lo que todo esto nos dice es que el problema que enfrenta Estados Unidos es mucho más profundo que lo desagradable de la personalidad de Trump. Uno de los dos principales partidos de Estados Unidos parece ser absoluta e irremediablemente corrupto. Salvo que ese partido no solo pierda en las elecciones de este año, sino que además comience a perder de manera habitual, Estados Unidos como lo conocemos estará acabado.

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