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Cop-21: el rol de Uruguay

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En los últimos días hemos escuchado hablar de Cambio Climático en seguidas ocasiones.Esto se debe a que el 1º de Octubre vencía el plazo para remitir la Contribución Intencional Nacionalmente Determinada (INDC en su sigla en inglés) a la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Unfccc).

Como su nombre lo indica, esta es la propuesta que define la intención de Uruguay en cuanto a reducciones de gases de efecto invernadero (GEI). Dicha propuesta servirá de base, así como las de todos los demás países, para las negociaciones a llevarse a cabo en la Vigesimoprimera Conferencia de las Partes (COP-21) a realizarse en París a partir del 30 de noviembre. Para cumplir con dicho plazo, el Consejo de Ministros aprobó el INDC uruguayo el 7 de septiembre , y fue presentado para consulta pública al día siguiente por el Presidente del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático, el Dr. Ramón Méndez.

El tema puede cobrar aún más relevancia en los próximos días, siguiendo la creación de la Secretaría Nacional de Ambiente, Agua y Cambio Climático en el artículo 16 de la ley de Presupuesto como una dependencia de Presidencia de la República.

Acuerdos.

¿Por qué cuesta tanto llegar a un acuerdo internacional? El Cambio Climático nos enfrenta a una contradicción fundamental que pone en peligro no sólo el sistema económico actual sino nuestra propia supervivencia como especie. Dicha contradicción proviene de que, siguiendo el razonamiento económico tradicional, cada país tiene interés en que sólo los demás países paguen el costo de reducir las emisiones de GEI.

Dicha inacción conllevaría a un calentamiento global superior al deseable (más de 2 grados centígrados en 2050 según consenso internacional) y a la pérdida de bienestar global asociada (que dependiendo de la región y el grado de desarrollo, así como el lapso considerado, puede ser extremadamente elevada, poniendo en peligro el mundo que conocemos). Esta situación se conoce como “el dilema del prisionero”.

El incentivo a no hacer nada se ve reforzado si miramos la dinámica de precios relativos de las distintas fuentes de energía. Esto es lo que los economistas denominamos “la paradoja verde”: cuanto más invierten otros países en fuentes de energía alternativa, menor es la demanda por combustibles fósiles, lo que los hace más baratos para los países que no realizan dichos esfuerzos.

Nuevo paradigma.

Queda claro entonces que la contribución a la reducción de emisiones no puede basarse en lo que esperamos ganar como país. Sólo una transición de la lógica competitiva a una lógica cooperativa nos puede asegurar el esfuerzo global necesario para garantizar la sostenibilidad. Y lo mejor de todo es que dicho cambio de lógica está prosperando lentamente en los cuatro rincones del mundo: la Unión Europea en su conjunto, muchos estados de los Estados Unidos, Australia y hasta la China han restringido sus GEI en los últimos años.

En la región también hay ejemplos: México, que junto con Brasil se encuentra en la lista de los 10 países que más contribuyen a las emisiones de GEI (según datos de 2011), ha hecho una propuesta relativamente ambiciosa en su INDC y muchas ciudades latinoamericanas están desarrollando planes de mitigación de GEI luego de que sus Intendentes firmaran una declaración conjunta.

El desafío.

Según datos de 2010 América Latina es responsable de aproximadamente el 9% de las emisiones de GEI. Dicho porcentaje es bajo en comparación a la contribución de Asia (49%) pero no lo es tanto en comparación a América del Norte (15%) y Europa (16%). Entre nuestros socios históricos del Mercosur contamos con Brasil (país con mayores emisiones en la región y una contribución de 1,25% a los GEI mundiales en 2010) y Argentina (país con la mayor tasa de emisiones per cápita en la región en 2010 y por encima del promedio mundial).

Si bien la contribución individual que Uruguay puede hacer a la mitigación es baja, su aporte al problema fundamental, que es lograr cooperar para comprometerse en una serie de políticas específicas para reducir en forma significativa la concentración de CO2 en la atmósfera antes de 2050, es tan valiosa, o más, que la de los demás países. Uruguay ha sabido ser líder regional, tanto en términos de cooperación como en introducir reformas que en países vecinos sería imposible implementar.

Creo que, en tal contexto, debe ir al COP-21 con voluntad de liderar un acuerdo vinculante en la región en términos de mitigación de emisiones, así como de transferencias inter-regionales de tecnología para mitigación y adaptación.

En próximos artículos ahondaré en las características que debería tener tal acuerdo vinculante y cuál es la relevancia de los INDC en el proceso de negociación, poniendo en perspectiva el INDC Uruguayo en relación a lo presentado por otros países de la región y el mundo.

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María Eugenia Sanin - Economista

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