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Confianza y consumo, las razones de un cambio de comportamiento

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Foto: Pixabay

TEMA DE ANÁLISIS

La confianza del consumidor se ha recuperado, aunque mayormente apalancada en expectativas

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La confianza del consumidor mostró el mayor descenso mensual desde que se mide en marzo de 2020, con la llegada del COVID-19 a nuestro país. Sin embargo, en los meses posteriores se recuperó en forma casi sistemática y en las últimas mediciones el componente de expectativas impulsó al indicador, al punto que casi volvió a la situación pre pandemia. ¿Qué tan sólida es una mejora de la confianza apalancada en expectativas? ¿Cómo evolucionó la predisposición general al consumo? ¿Cómo conciliar bajos niveles de predisposición a la compra de durables con el importante dinamismo en las ventas de autos?

La confianza del consumidor no sólo se ha mantenido elevada dado el contexto pandémico, sino que ha aumentado levemente en las últimas mediciones, según datos de la Cátedra de Confianza Económica de la Universidad Católica.

En efecto, el indicador casi llegó al nivel de neutralidad, en la medición de mayo (gráfico 1). Recordemos que la confianza había retrocedido hasta 41 puntos en marzo de 2020, para luego mostrar una paulatina pero sostenida recuperación. De hecho, a pesar del fuerte shock negativo del año pasado, el índice nunca se ubicó por debajo de los 40 puntos desde entonces, marcando una diferencia apreciable respecto a los países de la región, en los cuales los impactos sobre la confianza han sido más notorios y duraderos. Así, la confianza del consumidor en Argentina, Brasil y Chile siempre se mantuvo por debajo de la de Uruguay desde marzo de 2020 e incluso, con la suba de los últimos meses en nuestro país, la diferencia se incrementó (gráfico 2).

La mejora de la confianza del consumidor de las últimas mediciones se explicó principalmente por el incremento en las expectativas respecto a la situación del país.

Y dentro de este subíndice, la mejora más clara se verificó en las expectativas a un año. Un aspecto alentador de esta evolución es que parece tener un indiscutible nexo con la realidad, dado que probablemente refleja el efecto positivo esperado de la vacunación sobre las condiciones sanitarias. La mejora sanitaria es, a su vez, uno de los factores detrás de la dinamización esperada de la actividad económica para los próximos trimestres. Y, ya sea por este u otros factores que resultan de la sumatoria de la información pública y especialmente privada que manejan los encuestados en sus micro ambientes, la mejora de los últimos meses es positiva, dado que los consumidores habitualmente anticipan cambios en el ciclo de consumo. Sin embargo, considerando que se trata de una expectativa, es importante que efectivamente se observe una mejora relevante en la dimensión sanitaria y económica en los próximos meses, que consolide la percepción favorable.

La mejora en las expectativas sobre la situación del país todavía no se ha trasladado en forma notoria sobre la evaluación que hacen los consumidores respecto a su situación económica personal.

Este resultado es de importancia puesto que, como hemos analizado en anteriores oportunidades, la normalización de la situación sanitaria sería menos relevante que una mejora en la situación económica personal para impulsar el consumo, especialmente para la demanda de bienes. Así, en lo que refiere a las condiciones económicas personales, se observa una leve divergencia entre las preguntas que conforman este subíndice.

Por un lado, la evaluación de la situación económica personal actual se mantiene en registros similares a los de mayo de 2020, mostrando el impacto de la crisis en esta dimensión. Sin embargo, las expectativas sobre la situación personal a un año han mejorado levemente en las últimas mediciones, al punto de volver a los registros pre pandemia. Por tanto, si bien es claro que los consumidores no perciben mejoras en su situación económica personal actual, ya están esperando que la mejoría señalada anteriormente para el país afecte positivamente su situación personal. De hecho, es probable que esta mejora sea lo que explique una actitud general menos restrictiva al consumo de bienes y servicios: ha caído la proporción de encuestados que piensa gastar “algo menos” o “mucho menos”, este año con respecto a 2020, desde aproximadamente 58% en febrero a 48% en mayo (gráfico 3).

La predisposición a la compra de durables se ha recuperado notoriamente desde el mínimo que alcanzó en marzo de 2020, pero todavía se ubica en niveles relativamente reducidos.

De hecho, se sitúa por debajo de los niveles pre pandemia, que ya eran bajos en la comparación histórica (gráfico 4). Así, este indicador, que es el componente más relevante del índice de confianza para anticipar el consumo, posiblemente converja lentamente a los niveles pre pandemia. A este respecto, parece difícil conciliar el hecho que la predisposición a la compra de durables permanezca en niveles tan reducidos con las importantes ventas de vehículos de los primeros meses del año.

Sin embargo, un análisis más detallado de los datos de este subíndice muestra que la predisposición a la compra de vehículos de los niveles socioeconómicos altos no cayó en forma sustancial luego del shock negativo y se recuperó relativamente “rápido” en la segunda parte del año pasado (en el cuarto trimestre de 2020 volvió a guarismos pre pandemia).

Las predisposiciones a la compra de otros bienes han mejorado levemente en las últimas mediciones, sugiriendo una paulatina recomposición de la demanda.

En lo que refiere a rubros, es en algunos servicios, y en menor medida en indumentaria, donde se observaron los incrementos más notorios en la predisposición al consumo en las últimas semanas, aunque en ambos casos todavía se mantienen en niveles reducidos (gráfico 5). En el primer caso, el repunte puede explicarse, como analizamos en otras oportunidades, a partir del hecho que la demanda por servicios es más sensible a una mejora en las condiciones sanitarias que en las condiciones económicas, y precisamente lo primero y no tanto lo segundo, es lo que venimos observando recientemente.

En suma, la mejora de la confianza del consumidor es un hecho positivo que, sin embargo, está por el momento mayormente sustentada en una mejora de las expectativas. Entonces, es importante que el transcurrir del tiempo convalide lo que se espera, dado que la sensibilidad ante innovaciones es asimétrica: como hemos visto, las mejoras son lentas pero los deterioros abruptos. Una mejora notoria de las condiciones sanitarias probablemente sentará las bases para una lenta recuperación de la demanda por servicios, aunque no será suficiente para impulsar en forma vigorosa el consumo de bienes, más dependiente de las condiciones económicas. En cualquier caso, el camino hacia la normalización será gradual y mostrará diferencias sustanciales entre los distintos rubros de productos y segmentos de consumidores.

(*) Alejandro Cavallo, Director Consultoría Económica

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