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Competitividad, productividad y trabajo

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Productos: los uruguayos se abarataron frente a los de China.

Opinión

En la anterior columna afirmamos que: “la única inversión que realmente puede cambiar el destino de nuestro pais, es la educación y los resultados se verán a largo plazo.

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Nuestros hijos se enfrentarán a un mercado laboral en el que deberán ser hábiles y flexibles como un teléfono inteligente, cambiarán de tarea como hoy cambiamos de aplicación y deberán perfeccionarse de forma continua. Si no lo hacen, desde cualquier parte del mundo y sin necesidad de trasladarse, alguien tomará su empleo.

Mientras tanto, empresas y trabajadores, tendrán que sentarse a conversar de productividad. Y el Estado, debería promover los acuerdos de productividad, aliviando la carga tributaria sobre las partidas que retribuyan la mayor eficiencia y esfuerzo de los trabajadores.”En esta oportunidad explicaremos lo propuesto:

1- La productividad y la competitividad.

En un mundo globalizado los trabajadores además de enfrentar la pérdida de los puestos de trabajo que son sustituidos por los avances tecnológicos, deben estar preparados para competir con cualquier que pueda realizar la misma tarea en otra parte del mundo.

La competitividad que tanto desvela a los empresarios, es un problema que debe preocupar más que nadie a los trabajadores, cuya única fuente de ingresos es el salario.

Y si bien hay aspectos de la economía que inciden en la competitividad del sector productivo que están fuera del alcance de los trabajadores, como son, el tipo de cambio o la presión tributaria, eso no impide que trabajadores y empleadores se apliquen a discutir la productividad del trabajo como factor del crecimiento de nuestra economía.

En efecto, si la productividad es un indicador que mide la eficiencia de las empresas para producir bienes y servicios, la productividad del trabajo como factor de producción, es más que determinante para un país pequeño donde escasean las riquezas naturales.

Diseño. La definición del color, la altura de los techos y la iluminación de un espacio de trabajo influye directamente en la creatividad y desempeño de las personas.
Foto: Archivo

De lo contrario, si los trabajadores nacionales no son tan productivos como los de otros países que compiten con Uruguay en los mercados internacionales, la competitividad de las empresas exportadoras solo podrá lograrse en base a la reducción salarial o por la sustitución de puestos de trabajo por tecnología.

2- La productividad y el trabajador.

La forma genuina de aumentar la productividad del trabajo -como factor de producción-, es mediante la educación generalizada de la población, acompañada por la capacitación continua de los trabajadores y simultáneamente, mediante un sistema de remuneraciones que incentive la mayor eficiencia y productividad de la trabajo.

Solo así seremos más competitivos y se podrán mantener altos niveles de salarios y empleo.

3- La productividad y los consejos de salarios.

Salvo en algunos sectores puntuales de actividad vinculados con las ventas, la mayoría de los convenios colectivos resultantes de los consejos de salarios no contienen acuerdos de productividad.

En efecto, sistemáticamente se han acordado condiciones de trabajo, descripción de tareas, fijación de salarios por categoría, beneficios y partidas especiales, pero la productividad ha estado ausente.

Por eso, cuando se acabó el boom económico que trajo consigo la inversión nacional y extranjera, nos dimos cuenta que todas las medidas estatales para promover inversiones y empleo, solo eran útiles en tiempos de bonanza económica. Ahora, que se acabó el viento de cola, la variable de ajuste son los puestos de trabajo y los que se llevan la peor parte de la crisis son los desempleados y sus familias.

4- El empleo, la productividad y los impuestos al trabajo.

En tiempos de bonanza, el gobierno aprobó cientos de proyectos de inversión al año, por cifras que superaron todas las expectativas.

Pero en los últimos años, se han desplomado la cantidad de proyectos de inversión aprobados y los montos de la inversión promovida. La explicación es simple, como el mayor incentivo del régimen de promoción de inversiones, radica en la posibilidad de descontar una parte sustancial del monto de la inversión, mediante la exoneración del pago del IRAE que se genere en el futuro, si la empresa no tiene rentabilidad, el incentivo fiscal no tiene sentido.

Por otra parte, para determinar la magnitud del beneficio fiscal a otorgar, la COMAP toma en cuenta – entre otros indicadores – la cantidad de puestos de trabajo que genera el proyecto, los que deben mantenerse por un determinado período de tiempo.

Esa medida que en su momento apalanco el empleo, no impide que las empresa que realizaron importantes inversiones y dejaron de pagar una parte sustancial del IRAE devengado, luego de transcurrido el plazo determinado por la COMAP despidan a los trabajadores que contrataron para obtener los beneficios fiscales.

A modo de ejemplo, muchos de los supermercados que se construyeron o ampliaron en los últimos años, lo hicieron bajo este régimen de promoción de inversiones. Sin embargo, nada podrá impedir que luego de trascurrido el plazo comprometido, sustituyan a los trabajadores por maquinas autónomas.

Y esto va a suceder en muchas actividades que fueron promovidas. Por eso, la forma genuina de mantener un nivel satisfactorio de empleo y salario, es aumentando la productividad, para lo cual se requiere mejorar la educación de la población en general y al mismo tiempo la capacitación continua de los trabajadores activos.

Tambien convendría crear un beneficio fiscal, no a las empresas, sino a los trabajadores, para incentivarlos a celebrar acuerdos de productividad. El futuro gobierno debería promover los convenios colectivos de productividad por empresa.

Ya para ello, debe evitar que el mayor ingreso salarial derivado esfuerzo de los trabajadores para aumentar la competitividad y productividad de las empresas, sea alcanzado por una mayor alícuota del IRPF. Si se trata de una riqueza incremental generada por la mayor productividad del factor trabajo, no es ni lógico ni justo, que el Estado aplique sobre esa parte incremental del salario, una mayor exacción fiscal que la aplicada sobre el salario base.

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