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Una comparación que no debe limitarse al PIB per cápita

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Paul Krugman Foto: Pixabay

OPINIÓN

La manera más realista en la que las economías nórdicas en realidad se pueden comparar con la estadounidense.

El informe reciente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca (CEA, por su sigla en inglés) sobre las maldades del socialismo ha generado mucho escarnio, y con justa razón. Lo reduce todo a un problema de este tipo: “¿Quieren Medicare para todos? ¿Pero qué me dicen de las cosas terribles que pasaron con Mao Zedong?”. Esto es apenas una caricatura.
No obstante, el informe destacó un tema que ha provocado una valoración solidaria incluso de los liberales: la discusión respecto de las economías nórdicas, las cuales en general son consideradas modelos a seguir por los progresistas estadounidenses. El informe señala que el producto interno bruto real per cápita en estas economías es menor al de Estados Unidos, y arguye que esto es una prueba de los costos que acarrea tener un Estado benefactor expansivo.

Sin embargo, ¿en verdad es correcto hacer una evaluación negativa de las economías nórdicas? No queda del todo claro. Ese PIB más bajo oculta dos puntos importantes. Primero, desde cualquier perspectiva, a la gente en la parte más baja de la distribución de ingresos le va mucho mejor en las sociedades nórdicas que a sus equivalentes estadounidenses. Es decir, hay mucho menos miseria en Escandinavia y, debido a que siempre es posible que cualquiera caiga en un nivel de ingreso bajo, el riesgo de vivir en la miseria se reduce para una parte mucho más grande de la población.
Segundo, una buena parte de la brecha entre las cifras reales del PIB representa una elección, no un costo. Los trabajadores nórdicos tienen muchas más vacaciones y mucho más tiempo para la familia y el esparcimiento que sus pares en nuestra “nación sin vacación”.
Así que pensé que podría ser útil reunir algunos datos sobre la manera en que las economías nórdicas en realidad se pueden comparar con la estadounidense.
Primero que nada, los nórdicos en verdad han tomado decisiones diametralmente opuestas en cuanto a políticas públicas. No son “socialistas”, si eso quiere decir control del gobierno de los medios de producción. Sin embargo, su socialdemocracia es bastante sólida: como lo demuestra la Prueba 1, tienen impuestos altos, los cuales financian prestaciones sociales mucho más generosas que las nuestras. Asimismo, tienen políticas sobre salarios, horas laborales y otros temas que inclinan la balanza hacia los trabajadores en una variedad de aspectos.

Entonces, ¿cómo es que estas decisiones políticas afectan los ingresos individuales? La Prueba 2, la cual reuní con la ayuda de Janet Gornick, una colega de Stone Center, muestra cómo en Dinamarca y Finlandia los ingresos en percentiles diferentes de la distribución de ingresos contrastan con los de Estados Unidos (son ingresos familiares que se ajustan al tamaño de las familias. Por desgracia, por razones legales extrañas, el LIS Center, la fuente de estos datos, no tiene las cifras recientes de Suecia, pero lo más probable es que sean similares). Es evidente que las economías nórdicas son mejores para las familias de bajos ingresos: más o menos el 30% de la población.
Sin embargo, esta situación minimiza el caso, porque estos datos no incluyen beneficios “en especie” como la atención médica y la educación. Todos los países nórdicos tienen un sistema de salud universal que no solo es de pagador único, sino que el gobierno lo suministra de forma directa casi en su totalidad (alias “medicina socializada”). Esto contrasta con Estados Unidos, donde la falta de un seguro de salud era común incluso para familias cercanas al ingreso medio —en especial antes de que entrara en vigor la Ley de Atención Médica Asequible— y los deducibles elevados obstaculizan la atención médica incluso para muchas de las personas aseguradas.

La educación nórdica también carece de la desigualdad deslumbrante en cuanto a calidad que caracteriza particularmente al sistema estadounidense.
Una vez que se toman en cuenta todos estos beneficios, es probable que, en términos materiales, al menos la mitad de la población nórdica esté en mejores condiciones que sus pares de Estados Unidos. No obstante, ¿qué sucede con la mitad que tiene mejores ingresos?
Como lo hace notar el CEA, el PIB real per cápita es menor en los países nórdicos que en Estados Unidos y eso se refleja en los ingresos más bajos de la mitad superior de la distribución de ingresos. Sin embargo, vale la pena observar por qué el PIB es menor.
La Prueba 3 muestra de qué manera contrastan los PIB reales per cápita de Dinamarca, Finlandia y Suecia con el de Estados Unidos, y las fuentes de esa diferencia. Resulta que una gran parte de la diferencia —en el caso de Dinamarca, más que en los otros— proviene de una cantidad más baja de horas trabajadas al año por empleado. Esto no es reflejo de un subempleo masivo. Más bien, refleja las políticas: todos los países nórdicos exigen a los empleadores que les den un mínimo de 25 días de vacaciones pagadas al año a sus trabajadores, mientras que en Estados Unidos no hay ninguna política de permisos de ausencia laboral.
Si se toman en cuenta las vacaciones, en esencia, el rendimiento de Dinamarca y Suecia se equipara al de Estados Unidos. Finlandia se ve peor, pero es un caso especial: la economía finlandesa ha padecido durante algunos años, no a causa del socialismo, sino porque sus dos exportaciones principales —Nokia y la pulpa de celulosa— recibieron el duro impacto del cambio tecnológico, y la membresía en la Unión Europea ha dificultado el ajuste.
El objetivo de comparar el estado de bienestar es que, aunque las familias nórdicas dentro del percentil 60 de la distribución de ingresos, por ejemplo, tienen un poder adquisitivo menor que sus pares estadounidenses, también tienen mucho más tiempo libre y se podría decir que un mejor equilibrio entre la vida y el trabajo. ¿En verdad están peor? Si se toma en cuenta todo lo anterior, se puede discutir con buenos argumentos que la mayoría de los ciudadanos nórdicos en realidad están mejor que los estadounidenses.
Y, por si sirve de algo, también lo creen. La OCDE publica medidas de autoevaluación de la “satisfacción ante la vida”; todas las naciones nórdicas están clasificadas arriba de Estados Unidos. Las medidas objetivas como la esperanza de vida y las tasas de mortalidad también tienen calificaciones mucho mejores en los países nórdicos.
En resumidas cuentas, el PIB real per cápita no lo es todo, y no se debería usar esa medida sin sentido crítico para juzgar cómo funciona la socialdemocracia en los países nórdicos.

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