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Comercio, “carry trade” y competitividad

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Ha sido muy volátil el comportamiento el tipo de cambio en nuestro país y en el mundo en lo que va de año.

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El tipo de cambio ha tenido una pronunciada suba en los primeros cinco meses; se ha estancado en el mes y medio siguiente y ha tenido una aguda baja recientemente. Aunque hay razones locales, los motivos fundamentales de la volatilidad son externos. Tienen que ver con las expectativas sobre la política monetaria de los países desarrollados en cuyo trasfondo aparece la situación comercial mundial desatada por el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, que derrama efectos adversos sobre un crecimiento mundial en baja.

La respuesta

La respuesta de las naciones líderes se espera que sea con políticas monetarias más expansivas. En Estados Unidos, a pesar que el desempleo es más bajo que el normal, que el crecimiento económico es aún alto y la inflación cercana al máximo del objetivo de la Reserva Federal (Fed), se aguardaba (al cierre de esta nota) una reducción de su ya baja tasa de interés de referencia.

Anticipando ese movimiento, el mercado ya lo refleja en menores rendimientos de los bonos del tesoro norteamericano y en la reversión de su curva de rendimientos, algo inusual desde siempre. El “afloje” monetario de la Fed sería para compensar los eventuales perjuicios que sobre la actividad económica puede traer el proteccionismo comercial: la reducción de la tasa de interés de referencia de la Fed estimularía el gasto interno en consumo y en inversión, lo que arrastraría positivamente a la producción y al empleo.

Dificultades de la Eurozona para crecer y abatir la alta tasa de desempleo y las declaraciones del saliente presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi, crean expectativas sobre un aflojamiento de la política monetaria. Hoy la tasa de referencia del BCE es nula y las restantes, negativas, por lo que el mercado interpreta que la institución volverá a comprar títulos en el mercado para aumentar aún más la liquidez del sistema, “quantitative easing”. La situación ha llevado a que los retornos de los bonos del tesoro de Alemania, Francia y Holanda por ejemplo, que vencen en diez años, tengan rendimientos negativos y a que sean levemente positivos en España, Portugal e Italia. También en Gran Bretaña y en China se marcha hacia políticas más expansivas.

Efecto local

La modificación de las condiciones monetarias señaladas tiene su reflejo en los mercados financieros emergentes, al desatarse la búsqueda —por parte de inversores financieros—, de instrumentos con tasas de interés relativamente más altas. La teoría económica y la economía positiva nos alertan sobre algo natural. Esto es, que los administradores de patrimonios a nivel mundial —bancos y otras instituciones financieras— deben satisfacer la función de utilidad de tres sujetos económicos ganando dinero para ellos: para el cliente, que es el “principal” de una relación por la que le delega la función de invertir su patrimonio financiero a un “agente” que es el que trabaja para la institución financiera. Es este “agente” el que debe ganar dinero para el cliente, para la institución para la que trabaja y, además, para él, su bono anual. Con tasas de interés y de rendimientos tan bajos es difícil poder ganar para las tres partes. Se busca entonces, más riesgo pues, como es bien sabido, más riesgo paga más interés.

En un mundo con menos fronteras para los movimientos financieros y más integrado financieramente, la actitud lógica del “agente” es buscar mejores alternativas de intereses para la inversión. Y esas alternativas se presentan en los países emergentes en los que las tasas de interés son más altas, reflejando el mayor riesgo. Reaparece entonces el “carry trade” ante el interés —que había desaparecido en 2018—, por cambiar dólares por pesos y colocarlos en títulos del gobierno y del Banco Central en moneda local, aguardando que el tipo de cambio no suba o suba menos que la tasa de interés que esos títulos generan. Es esa reacción natural la que explica que la mayor demanda por pesos y mayor oferta de dólares, afecte a la baja al valor del dólar. Se puede pensar que también es razón de la apreciación del peso la noticia de la alta inversión en dólares por la construcción de la nueva pastera y sus facilidades complementarias, pero por el momento eso es solo, como dijera, una especulación. Cuando sea inminente su realización es cuando se verá el efecto cambiario que se sumará o compensará lo que ocurra con la verdadera razón de lo que ocurre actualmente.

El menor valor del dólar y el aumento de salarios y precios reducen la competitividad de la producción transable y del exportador y también del productor que sustituye importaciones, así como sus trabajadores, son quienes más enfrentan el castigo de ese problema. El importador es el beneficiado, aunque más no sea temporalmente, por la disminución del tipo de cambio. Y además lo son los consumidores que mantengan su fuente de ingresos.

Si bien la situación puede ser temporal, el mercado financiero ofrece algunas alternativas para la cobertura de riesgos cambiarios y de otra naturaleza. Sin embargo, puede ser mejor que el Banco Central ayude a la solución. Pero no comprando dólares para frenar su caída, sino ajustando a la baja las tasas de interés que ofrece en sus operaciones de mercado abierto de modo de moderar, atenuar o evitar el ingreso de capitales especulativos, solo atraídos por una diferencia entre la tasa de interés local y las del exterior.

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