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Clima económico de la región con el peor registro en 30 años

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Lía Baker Valls -  investigadora y docente de la Fundación Getúlio Vargas. FOTO: Gentileza FGV

ENTREVISTA

La pandemia llegó a la región cuando 2020 parecía ser el inicio de un nuevo ciclo económico en la mayoría de los países.

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La llegada del COVID-19, como podía esperarse, incide negativamente en las expectativas económicas, tanto sobre la situación actual como pensando en un escenario de salida, en todo el mundo. En nuestra región, este impacto se produjo cuando los países comenzaban a dar señales incipientes de mejor clima económico después de un período de flojo desempeño. Así lo refleja el Sondeo para América Latina que realiza el Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getulio Vargas en sus indicadores, respaldados en encuestas en las que participan más de un centenar de especialistas de Sudamérica y México, con una larga tradición en la región. Para la economista Lía Baker Valls, investigadora y docente en la FGV, no solo incide en los indicadores el impacto de la pandemia sino también, las políticas dispuestas por los diferentes países para superar la crisis. En esa línea, Uruguay es uno de los dos países en los que las expectativas a seis meses se ubican en terreno positivo. Sin embargo, estiman que la caída del PIB este año será de 5,1%. A continuación, un resumen de la entrevista.

—El Índice de Clima Económico que elabora el Instituto Brasilero de Economía (IBRE-FGV) anticipó un repunte en el inicio del año, que luego desaparece a partir del impacto de la crisis sanitaria en la región…

—Así es. Recordemos que el sondeo económico que elaboramos trimestralmente y en forma simultánea en todos los países de la región, se basa en dos preguntas de naturaleza cuantitativa, sobre la situación económica de cada país al momento de la consulta y acerca de los próximos seis meses. De allí surgen el Indicador de la Situación Actual (ISA) y el Indicador de Expectativas (IE) y un indicador síntesis, que es el Indicador de Clima Económico (ICE). Precisamente, este indicador venía manteniéndose en terreno negativo y cayendo desde abril del año pasado, pero en la comparación entre octubre 2019 y enero 2020, se observa claramente una mejora. De todos modos, solamente Paraguay y Colombia alcanzaban, en la medición de enero, un resultado positivo. El resto de los países mejoraban su performance, pero seguían en terreno negativo. Es el caso de Uruguay, donde las respuestas negativas sobre las positivas lo ubicaban con un -2,8, cuando en la medición anterior, la de octubre, había sido -50.
Vale decir que, para este indicador, Uruguay estuvo por última vez en terreno positivo en abril de 2018.

—Pero a la hora de la comparación con el período afectado por la pandemia, la situación se derrumba…

—Claro, cuando comparamos enero con abril de 2020, el ICE se vino abajo: tenemos una muy fuerte caída en el ICE de la región en su conjunto, que pasa de 14,1 puntos negativos para 60,4 puntos negativos, configurando el peor resultado de la serie histórica que viene desde enero de 1989, superando inclusive la caída que se verificó a principios de 2009 luego de la crisis financiera de 2008.

—Es decir, los resultados de la encuesta, previo a la presencia del COVID-19, anticipaban que la región ingresaba en una fase de recuperación económica…

—Ese cuadro de situación mejorada que observamos en la totalidad de los países al comparar ambas mediciones del ICE, entre octubre y abril, fue impulsado especialmente por un repunte en las expectativas (IE) a seis meses, aunque la medición de la situación actual (ISA), en aquel entonces, seguía en un terreno negativo.
Observemos que el indicador que mide la situación actual, que viene en terreno negativo desde 2012 para el conjunto de la región, igualmente había mejorado algo en enero, de 63 a 53,8, para luego derrumbarse en abril a 89,9 puntos, lo peor de nuestra serie histórica. En cuanto a las expectativas, se movían en terreno positivo y habían mostrado a fines de año un repunte hasta el 36,5, para caer al 23,1 en abril.
Esa caída a todas luces menor de ese indicador en referencia al de la situación actual, se debe a que en algunos países hubo, de todos modos, respuestas positivas para las expectativas en la última medición, pese a los efectos de la crisis. Son los casos de Chile y Uruguay, que destacan del resto. En referencia a Uruguay, esas expectativas son menores a la medición anterior, pero el hecho de mantenerse en terreno positivo nos indica que los especialistas observan mayores posibilidades de un rápido rebote de las condiciones económicas del país, algo que en la mayoría de los países vecinos no sucede.

—Esto, más allá del impacto de la propia crisis…

—Tengamos en cuenta que las respuestas de los especialistas que se consultan trimestralmente lo que reflejan es no solamente la forma en que esta crisis impactó en las economías locales y, por tanto, estiman cuánto les llevará salir de ese pozo, sino que también consideran las particularidades de cada país a partir de las decisiones de política que se asumen para una rápida recuperación.
Veamos: las expectativas de una mejoría en seis meses son fuertemente negativas en países como Ecuador, Bolivia, Paraguay o Argentina. Algo mejores en el caso Brasil o Perú, todos estos casos en terreno negativo. En cada país se tomaron decisiones diferentes de política. Y hablando de Brasil, aunque esas expectativas resulten menos negativas que en Argentina, si miramos la trayectoria refleja una caída extremadamente fuerte, porque en enero había llegado al lugar más alto de toda la región con 65,2 puntos y luego cayó a -22. En el caso brasileño había mucha expectativa en las reformas que se aprobaron en el área tributaria, en lo laboral, en los procesos licitatorios para obras de infraestructura, todo eso había llevado muy arriba el indicador, que ahora cayó tan fuerte, abonado además por las confusas señales que da el gobierno sobre cómo conducir esta crisis.
El gobierno federal va para un lado y los estaduales, las prefecturas y los municipios para otros. La crisis sanitaria es grande y hay poca idea existe sobre cuál será la estrategia de salida. Cayeron dos ministros de Salud, el ambiente esta muy perturbado y la evaluación del país es mala. Desde afuera del país se observa aún peor por parte de potenciales inversores. El panorama para Brasil no es muy bueno.

—Todo indica que nuestra región tendrá mayores dificultades para recuperar la senda de crecimiento en comparación con Asia, Europa o Estados Unidos…

—Las condiciones fiscales de nuestros países distan mucho de lo que puede observarse en otras regiones del mundo para dar una respuesta rápida de salida post crisis; por tanto, es probable que sintamos el lastre de las consecuencias de esta crisis por un largo período. Déficit fiscal, destrucción de puestos de trabajo, sectores de actividad muy golpeados, baja inversión y un clima que no es favorable para la inversión extranjera que se observa en varios países de la región, nos ponen en una situación muy incierta.

—Asimismo, junto con las expectativas, solicitan a los analistas una proyección de la evolución del PIB. ¿Cuál es la estimación para Uruguay?

—Exacto, puntualmente en el caso uruguayo, en diciembre 2019 los especialistas entendían que la economía de Uruguay iba a crecer 2,1%. Ahora, la caída esperada es de 5,1%, incluso más pronunciada que la que proyectan otras consultas regionales, como la de LatinFocus. Está claro que la caída en la estimación del PIB es general en los once países considerados.

Indicador de Expectativas - IBRE FGV
                                                                Indicador de Expectativas - IBRE FGV

—El sondeo de FGV también consulta sobre los principales problemas que enfrentan los países…

—Sí, y en ese sentido, Hay un aspecto que es común a todos los países de la región y está ligado íntimamente con la coyuntura, que es la falta de demanda. Basta con comparar ese registro con lo que ocurría en octubre de 2019, donde ese problema apenas era considerado relevante para cuatro de los once países consultados.
Pero luego aparecen otras cuestiones, como el aumento en la desigualdad, que seguramente también tenga que ver con la coyuntura.
En términos estructurales, aparece una larga lista de factores que muestran debilidades en muchos de nuestros países y son aquellas cuestiones que explican el bajo crecimiento económico de la región y que han quedo nuevamente expuestos con mayor claridad después de finalizado el boom de las commodities.
Si observamos el clima económico medido por nuestro indicador en su media de los últimos diez años, solo tres países, Colombia, Perú y Paraguay, están en terreno positivo (0,6, 10,7 y 14,8 puntos, respectivamente). Después viene Uruguay, pero ya en terreno negativo (-1,2).

—Precisamente, en el caso de Uruguay, ¿que muestra el relevamiento sobre los principales problemas?

—Muchos de los asuntos que más preocupan a buena parte de los países de la región, no resultan relevantes. Aspectos como la corrupción, inestabilidad política o manejo ineficiente de la deuda muestran a Uruguay como el país con menores problemas en la región. Algo similar ocurre con otros indicadores, como la falta de confianza en la política económica, barreras para los inversores o problemas de credibilidad en las políticas del Banco Central. En el otro extremo, la falta de innovación, competitividad y capitales, surgen como los problemas más relevantes, además de la insuficiente demanda.
Cuando se compara la media de los países, Uruguay, Chile y Paraguay se ubican por debajo de 50, cuando la media de la región está en 61 y Brasil, por ejemplo, en 68 puntos.

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