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El cierre de un año realmente tumultuoso

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Precio del barril de petróleo a la baja. Foto: Archivo El País

Cerramos un año que habrá que recordar por la trenza de episodios que lo caracterizaron. En lo global hubo dos noticias relevantes. Una trágica expresada por la permanencia del fanatismo religioso convertido en terrorismo que trasvasa fronteras, y que retrotrae la conducta humana hacia dimensiones que parecían superadas.

Hoy convive la conquista del espacio con matanzas indiscriminadas. La otra es el abaratamiento de un insumo estratégico como la energía de la mano del derrumbe del precio del petróleo que lo lleva a niveles de comienzos de siglo.

Ese resultado es fruto principal de un cambio tecnológico que hizo posible el aumento de reservas probadas y su extracción por medio del fracking de esquistos. Su impacto sobre el crecimiento económico promedio mundial se estima en medio por ciento anual, hecho relevante considerada la atonía de esa variable. Obviamente que ese promedio tiene ganadores y perdedores, siendo los productores tradicionales quienes sufren debilitamiento de sus monedas, problemas fiscales severos y presiones inflacionarias. México, Colombia, Ecuador y fundamentalmente Venezuela son en nuestra región quienes en grados diversos deben desempeñarse en una realidad nueva que tiene visos de permanencia. Los futuros del precio del petróleo al 2020 lo cotizan a 60 dólares, muy por debajo del promedio de la última década.

Nuevo marco.

Ese marco global también muestra que se viene concretando un mapa nuevo de relaciones comerciales delineado por acuerdos de grandes bloques, donde Estados Unidos opera como gozne central desplegando un ala hacia el área del Pacífico secundado por Japón y seguido por una periferia de naciones de esa cuenca, y la otra hacia el espacio europeo. Su hecho relevante es que se negocia todo: desde aranceles hasta preferencias que incluyen estándares medioambientales y laborales. Eso serán los patrones que canalizarán las corrientes comerciales futuras a escala global y quienes se excluyan de ese proceso serán tomadores de decisiones donde no tuvieron voz ni parte.

El 2015 también marcó hechos políticos relevantes para la región. Su denominador común fue el ocaso de gobiernos populistas forzado en los casos de Argentina y Venezuela por las urnas, y en Brasil por hechos de corrupción inéditos conductores de una crisis política aun irresuelta. Por encima de sus particularidades, los tres muestran una forma fallida de gestionar sus economías dilapidando una bonanza externa inédita e irrepetible. En los tres casos, un populismo arropado de izquierda mostró los mismos vicios que sus congéneres de derecha que surcaron nuestra región en el siglo pasado. Pareciera que América Latina aun transita un tiempo circular que de tanto en tanto la hace recaer en viejos errores. Y no podemos dejar de mencionar la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos que termina con los últimos vestigios de la guerra fría y el antinorteamericanismo que, inundó con cierta razón, a toda la región.

Evolución positiva.

Con esto se abre una etapa nueva que presenta desafíos de envergadura pero que también muestra el considerable fortalecimiento de las instituciones permitiendo la alternancia política vía las elecciones y la operativa plena de la justicia para combatir la corrupción en Brasil. Para un continente acostumbrado a los golpes o a los estados de excepción lo que viene ocurriendo es un síntoma de evolución positiva que debe valorarse en sus justos términos.

Para nuestro país, también el año que finaliza ha sido singular. Una vez más hubo un cambio de administración donde una coalición de izquierda accede por tercera vez al gobierno nacional. En esta ocasión su gestión se ejercerá en un ámbito de desaceleración económica global, deterioro fiscal e inflación endémica.

A ello se agrega una agenda pendiente impostergable en mejora educativa, recuperación y modernización de la infraestructura y, la búsqueda de nuevas formas de acuerdos comerciales que rompan el cerrojo mercosuriano. Todo esto implica necesariamente gobernar con eficiencia en planos diversos si se pretende evitar retrocesos. Dados los aumentos de índole estructural del gasto público ocurridos (reforma de la salud, educación y seguridad social) que lo hacen inelástico a la baja, la restricción fiscal imperante, y los márgenes escasos de aumento de la deuda bruta, se hace necesario potenciar el ritmo de crecimiento como única forma genuina de consolidar las metas propuestas.

Ancap.

No podía escaparse como cierre de 2015 los temas referentes a Ancap. Sus pérdidas son algo serio por la arista que se lo mire. Más serio aún es el desconcierto o las contradicciones en el oficialismo sobre sus causas cuando en realidad es un problema de gestión que está radicado en la propia empresa y en quienes tuvieron a su cargo controlarla.

Sin duda que por encima de determinar y sancionar responsabilidades, queda sobre la mesa cómo evitar que se reitere el mismo error. Eso es mucho más que su recapitalización y el fortalecimiento de sus mandos. Se trata de crear un marco operativo nuevo por el cual estas empresas públicas operen con incentivos que las obliguen a actuar con eficiencia. No es un desafío imposible. Sólo falta la voluntad política y el compromiso de todos para hacerlo.

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Precio del barril de petróleo a la baja. Foto: Archivo El País

Carlos Steneri

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