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Un choque de realidad

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Economía de Brasil

Informe

El optimismo se enfrió y las previsiones del PIB indican un año más de recuperación lenta

Con la promesa de fidelidad a una agenda liberal y al ajuste fiscal, Jair Bolsonaro se estrenó la banda de presidente con el voto de confianza del mercado y perspectivas de que en su primer año de gobierno la economía ganaría el impulso frustrado en 2018.

En enero, las estimaciones apuntaban a que, después de la marcha lenta de los últimos años, en 2019 la actividad económica podría moverse más cerca del 3%, con algunas proyecciones optimistas de hasta un 4%. Sin embargo, como el mitológico Ícaro, cuanto más alto las apuestas llegaron, más frágiles se quedaron a los efectos del sol de verano sobre sus alas de cera. La suma de la decantación de las expectativas sobredimensionadas, volatilidad internacional, choques adversos del lado de la oferta e incertidumbres en el frente político, cambió ese escenario.

En la hoja de cálculo de los analistas, el Brasil del gobierno que completó recientemente los primeros 100 días de mandato volvió a evidenciar los retos de una economía en morosa recuperación, que transpira para garantizar algunos décimos adicionales al PIB.

Este choque de realidad a la vuelta del trimestre, lleva a dos constataciones. La primera, que el país difícilmente revertirá otro año de actividad débil, ya que incluso la mediana de las expectativas de mercado para el PIB, del 1,95% en el último informe de abril divulgado por el Banco Central, refleja un escenario aún dependiente del desempeño del gobierno en la dura negociación de la reforma de la Seguridad Social en el Congreso. "En nuestro escenario base, del 2% para el PIB de 2019, tenemos la reforma de la Previsión aprobada; pensamos en un resultado que genera un ahorro acumulado en diez años entre R$ 500 mil millones y R$ 1 billón", dice el economista Luka Barbosa, de Itaú BBA. "Si no pasa nada, tendríamos que hacer una revisión importante de las estimaciones, dado el empeoramiento de las condiciones de financiación", añade. Y si por un lado la intención de invertir y consumir está condicionada a la capacidad del gobierno de eliminar la mayor causa estructural de desequilibrio de las cuentas públicas - produciendo efectos positivos en la curva de intereses, cambio y premio de riesgo-, por otro, una economía casi estancada puede minar la aprobación del gobierno, comprometiendo el capital político necesario para la tramitación de las reformas.

"La caída de 15 puntos porcentuales en la evaluación óptima o buena del gobierno observada en el levantamiento del Ibope Inteligencia de marzo, al 34%, todavía habla poco del ritmo de la actividad", evalúa Marco Antonio Carvalho Teixeira, de la FGV Eaesp. "Por el momento, refleja más la percepción de la falta de un equipo homogéneo, con técnicos especialistas en áreas como Economía e Infraestructura, pero en otras generando más problemas que eficiencia, como en el caso de la Educación. Así como ruidos de coordinación dentro del gobierno, y del gobierno con el Congreso ", sostiene.

Ampliando la perspectiva para una visión panorámica de la actividad brasileña, se llega a la segunda constatación amarga: la de que el mantenimiento de esa marcha lenta, que mantiene al país con niveles de actividad por debajo de los registrados en 2014, antes de la recesión, nos lleva a partir de los años 1980 el indeseado título de década perdida en términos de crecimiento. La nota informativa publicada por la Secretaría de Política Económica del Ministerio de Economía este año demuestra que, mientras que en aquella época —marcada por una deuda externa creciente, expansión de la deuda pública e inflación alta— la variación real media del PIB fue del 1,6% al año, ahora, con inflación en la meta y las cuentas externas equilibradas, pero una trayectoria de la deuda pública explosiva, el promedio de crecimiento entre 2011/18 fue mucho menor, de 0,5, % al año, con una evolución del PIB per cápita promedio empatada a la de aquel período, del 0,3% al año.

En vista de las expectativas de mercado observadas por el Banco Central a finales de marzo para 2019 y 2020, que son respectivamente el 1,98% y el 2,75%, Marcel Balassiano, investigador de la Economía Aplicada del FGV IBRE, señala que el crecimiento medio de esta década deberá ser del 0,9% al año. Y que si quisiéramos anular esa "ventaja" para mantener ese incómodo título en el pasado, tendríamos que bombear el PIB en un 5,7% anual, en 2019 y 2020, en términos reales. Misión, si no imposible, bastante improbable.

Impactos del primer trimestre
Para el economista de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Ricardo de Menezes Barboza —que ya en enero preveía un PIB del 1,5% para 2019, posicionándose en el espectro pesimista de los análisis de mercado—, parte de las revisiones observadas en este inicio de año se refieren al exceso de confianza provocado por el cambio de gobierno. "Obser vadas trimestre a trimestre, las variables macro tienden a ser muy inerciales. En ausencia de medidas excepcionales de estímulo, es difícil creer en un gran sacudón", evalúa. "Si se tiene en cuenta que en los últimos ocho trimestres el crecimiento promedio de la economía fue del 0,4% (trimestre sobre trimestre) y en un contexto en que hubo súper zafra agrícola, aflojamiento de política monetaria y saqueo de las cuentas inactivas del FGTS (Fondo de Garantía del Tiempo de Servicio) para estimar el consumo, es difícil identificar un factor que pudiera provocar una aceleración significativa de la actividad este año”, dice.

De hecho, la tasa media mencionada por Menezes guarda una diferencia marcada entre el porcentaje observado en el primer trimestre de 2017, cuando el resultado agrícola colaboró para un crecimiento del PIB del 1,5%, y el último de 2018, cuando la variación fue del 0,1% en relación al trimestre anterior. Con ese resultado, el PIB de 2018 acabó repitiendo el resultado de 2017, creciendo el 1,1%, y presionó a una revisión de los cálculos para 2019, recuerda Silvia Matos, coordinadora del Boletín Macro IBRE, que estima un crecimiento de 2,1% para este año. "En ese período, hubo un empeoramiento de las condiciones internacionales, que por un lado fue positivo para las condiciones financieras internas, pero por otro denotó una perspectiva de desaceleración más acentuada de la economía mundial, lo que puede forzar el dólar y el mal humor del país e impactar el comercio internacional, en volumen y precio ", dice, destacando que, a nivel doméstico, la mejora inicial de las expectativas aún no se había transferido a la economía real para compensar el efecto externo.

Por el contrario, se constató el empeoramiento de la situación de la industria de transformación, especialmente afectada por la crisis argentina, sin contrapartida de la demanda interna, marcando un descenso entre el desempeño de ésta y el comercio y los servicios.

Braulio Borges, investigador del LCA (una de las mayores consultoras brasileñas en economía), recuerda que el comienzo del año también fue afectado negativamente por los choques del lado de la industria extractiva y de la agricultura. "Comenzamos 2019 con una perspectiva para la cosecha de granos de aumento de 3% a 4%, que hoy está más cerca de cero. Eso puede representar 0,1 punto porcentual del PIB", dice. "La ruptura de la represa de Brumadinho, a su vez, deberá resultar en una reducción de la producción de la Vale de dos dígitos. Siendo ella la principal productora y exportadora de mineral de hierro, esto deberá quedar del PIB brasileño al menos otro décimo de la actividad", afirma, ponderando, sin embargo, que el impacto final aún dependerá de la capacidad de la compañía de compensar esa caída de producción con la actividad de otras minas, además de resultados judiciales que aún pueden pesar en su operación y contabilidad.

En febrero, el PIB de la industria extractiva retrocedió el 14,8% en relación a la moneda, posiblemente reflejo del grave accidente. "También tuvimos retroceso de la producción de petróleo, del 5,4% en la misma comparación, colaborando para ese empeoramiento", recuerda Silvia Matos. Estos resultados influenciaron para un avance de la producción industrial por debajo de lo esperado para el mes, del 0,7%, aunque con el segmento de bienes de capital avanzando el 4,6%.

Luka Barbosa, economista del Itaú, apunta a la posibilidad de un crecimiento cercano a cero en el primer trimestre contra el trimestre anterior. "Para la estimación de crecimientos del 2%, contaba con un avance del 0,5% en ese período, con ajuste estacional. Ahora será necesario acelerar más en los próximos", dice. Las medidas de expectativa, entre tanto, indican que esta tarea resultó más complicada.

El Índice de Confianza Empresarial del FGV IBRE de marzo cayó 2,7 puntos en el mes, el menor
nivel registrado desde octubre de 2018, reflejando la decepción de empresarios de la industria, comercio, servicios y construcción con la lentitud de la economía y el mantenimiento del ambiente de incertidumbre. Sector clave para la inversión y el empleo —y el más atrasado en la recuperación de la actividad para los niveles pre-recesión— la construcción registró la mayor caída de confianza desde junio del año pasado, con destaque para el segmento de edificaciones residenciales, sensible a los anuncios de contingencia de recursos para el programa Mi Casa Mi Vida. "Ciertamente tenemos una luz amarilla encendida. Pero, como es un sector de ciclo largo, ese resultado no debe repercutir inmediatamente en los indicadores de actividad ", dice Ana Maria Castelo, coordinadora de Proyectos de la Construcción del FGV IBRE.

En el lado de la demanda, la tendencia se repite. En marzo, el Índice de Confianza del Consumidor también retrocedió al menor valor desde octubre, perdiendo casi la mitad de las ganancias registradas entre septiembre de 2018 y enero. Con la tasa de población desocupada medida por la Pnad (Encuesta continua de Hogares del IBGE) de 7,3%, sumando 13,1 millones de personas, resulta más difícil garantizar el consumo que empuje el PIB. "Por la Ley de Okun (que propone una relación inversa entre crecimiento económico y del desempleo), un crecimiento del 2% en Brasil apenas mantiene nuestra tasa de desempleo como está. No es sorprendente que, en el margen, ese número tiende a aumentar ", dice Barboza, de la UFRJ. "Nuestra situación es dramática. Si pensamos que los trabajadores subutilizados hoy representan un cuarto de la fuerza de trabajo potencial del país, estamos hablando de un grado de inseguridad altísima. No hay estímulo para consumir”, asegura.

Llaves para la reacción
Paulo Picchetti, investigador del FGV IBRE responsable del Indicador Antecedente Compuesto de la Economía (Iace), resalta que parte de la frustración observada en 2019 reproduce la registrada en los dos últimos años. "Es evidente que la recuperación de la última recesión se dará a un ritmo mucho más lento que las anteriores.Y el problema fiscal está concentrado en la reforma de la Seguridad Social", dice. "Desde el episodio del 17 de mayo de 2017, involucrando (al grupo empresarial) JBS y el ex presidente Temer, que minó la tramitación de la reforma en el Congreso, sufrimos por la difícil y expectativa de conseguir la articulación política necesaria para retomarla" dice. Un factor que puede corroborar el diagnóstico de Picchetti es el comportamiento de la bolsa de valores, que este año se sostenía en las alturas a pesar de las malas noticias de la actividad, hasta los primeros signos de fricción entre el presidente Bolsónaro y Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados. "Se alimentó la esperanza de que la reforma pudiera venir fácil, por ser un debate corriente, pero la realidad política se está mostrando más complicada", dice Silvia Matos, recordando que el apoyo del mercado al nuevo gobierno fue limitado.

"Observando la descomposición de la evolución de la tasa de cambio realizada por el investigador, el único momento en que se verifica una compensación fue en las elecciones. Fuera de eso, lo que vemos es un compás de espera", describe la economista. "Teniendo en cuenta un escenario internacional más volátil, sería bueno tener buenas noticias en el campo doméstico que neutralizasen posibles depreciaciones", añade.

Esta dificultad de reacción también ha calentado las discusiones en torno a la conducción política monetaria para impulsar la actividad. "La prueba del pudin (en referencia al refrán inglés) es evidente: el país no crece, el desempleo aumenta, y las medidas de núcleo de la inflación están corriendo cerca del piso del intervalo de la meta. Los propios modelos del Banco Central apuntan que nos estamos encaminando hacia el tercer año consecutivo de inflación por debajo de la meta. Por más que aún debatamos las causas que nos llevaron a ese crecimiento bajo, la única forma de combatirlo es con política monetaria", defiende Borges, recordando que los otros canales de estímulo, fiscal y parafiscal —con el crédito de bancos públicos—, están bajo contingencia. "Si hubiéramos emplazado el PIB inicialmente estimado para 2018, del 2,5%, probablemente la discusión sería otra, de cuando empezaríamos a normalizar, subir intereses. Pero como hubo una serie de choques a partir del segundo trimestre —como la huelga de los camioneros y la crisis argentina—, el exceso de ociosidad de la economía se está consumiendo muy lentamente". Barboza, de la UFRJ, coincide con Borges, defendiendo la tesis de que coyunturas con alto grado de incertidumbre reducen la potencia de la política monetaria. "Los agentes económicos no son tan sensibles cuando hay mucha incertidumbre, por lo que habría que reducir más los intereses para llegar al mismo efecto que los 800 puntos básicos acumulados desde el inicio de este ciclo de recortes en 2016, en una situación común", afirma.

Para Barbosa, del Itaú, incluso con la tendencia de caída de la tasa de interés neutro —la que permite a la economía crecer dentro de su potencial— para cerca del 2,5% en términos reales, la cuestión fiscal aún no permite vislumbrar un escenario de corte. "Obviamente el BC observará una serie de variables para decidir sobre la política monetaria. Pero con la trayectoria de la deuda pública aún descontrolada, resulta difícil imaginar intereses bajos en Brasil ", dice, destacando que, a pesar del mantenimiento de la economía en el 6,5% ya por ocho reuniones consecutivas del Copom, los intereses de largo el plazo han ido bien arriba, en torno al 9,5%, demostrando que aún no hay comodidad con un escenario de bajos intereses. "Esto también afecta a las decisiones de inversión, especialmente en sectores que demandan crédito a largo plazo, como inmobiliario y de infraestructura”.

Silvia Matos refuerza el coro contra el uso de estímulos monetarios, resaltando que el foco del problema está del lado de la oferta. "No podemos buscar atajos ni culpar al BC, pues bajar intereses no necesariamente estimulará la actividad", dice, defendiendo que el escenario benigno de inflación es fruto del crecimiento bajo, y factores estructurales todavía necesitan ser considerados para que los precios se mantengan en el momento en que el PIB reaccione. "En lugar de pensar en contar intereses, deberíamos prever el ajuste de la meta al 3,75%, marcado para 2021, y enfocarse en la normalización", dice. Recuerda que otras economías de la región como Chile y Colombia, que tienen una tasa de interés baja, también cuentan con inflación anclada, y ese equilibrio las permite crecer más. "Vale recordar que esos países sufren hoy de la misma frustración con sus expectativas de crecimiento que los países desarrollados. Nosotros vivimos el contraflujo: entramos en recesión cuando el mundo se aceleraba, y ahora queremos recuperar crecimiento cuando el mundo desacelera. Para que eso suceda, necesitamos mucho más ", afirma.

En todos los análisis, la urgencia y el foco convergen para la reforma de la Seguridad Social. La presencia del ministro Paulo Guedes en la Comisión de Constitución y Justificación de la Cámara de Diputados a principios de abril fue una muestra de que no será un proceso fácil. En el Boletín Macro IBRE de marzo, el científico político Octavio Amorim, de la FGV Ebape, resaltó que las dificultades de predecir el éxito del gobierno en su articulación en el Congreso parten de las dudas que permanecen sobre la composición de su propia base, grupos sin relación estable entre sí, y con pesos relativos aún difíciles de calcular. Borges refuerza que esta configuración amorfa también compromete el cálculo de los límites que se puede esperar para un probable vaciamiento de la propuesta presentada por el gobierno.

Otra señalización importante que el gobierno tendrá que dar en abril, y que puede generar alguna polémica, es sobre cómo espera conducir la revisión de la regla de reajuste del salario mínimo, ya que esa previsión de gasto deberá constar en el proyecto de Directrices Presupuestarias para 2020.

Para Borges, la estrategia del gobierno será prever el reajuste con base en la inflación del año anterior, "que ya es previsible por la Constitución", sin proponer ninguna nueva regla de inmediato, para evitar cualquier desgaste adicional. "Pero el tema será retomado en el PLOA (Proyecto de Ley Presupuestaria Anual para 2018), en agosto, y hasta el final del año, tendrá que mandar una medida provisional al Congreso para el nuevo valor valer a partir de enero", recuerda Manoel Pires, investigador de la Economía Aplicada del FGV IBRE, para quien el reajuste más adecuado sería utilizar una media de los últimos tres años del PIB per cápita, "que es la que más se aproximaría a la productividad", dice.

El escenario todavía es de incertidumbre y, en opinión de los investigadores y economistas escuchados para esta materia, lo importante es evitar tumulto y estimular el compromiso del gobierno y de los parlamentarios para la aprobación de la reforma, en la mejor condición posible. Y, de esa forma, reorientar las expectativas para el campo positivo, evitando que en 2019 la economía salga del nivel tibio para el traumático. En su informe de coyuntura, el Ipea refuerza el análisis de que, sin contener el desequilibrio estructural de las cuentas públicas, el país quedaría expuesto a un nuevo empeoramiento de las expectativas "e incluso a una nueva recesión", dice el texto. "Con la economía andando de lado y la inseguridad alta, la insatisfacción popular aumentará y contribuirá a consumir más rápidamente el capital político del gobierno", alerta Barboza, de la UFRJ. Matos, a su vez, mira el medio vaso lleno. Para ella, si algo positivo puede ser sacado de esa tensión en cuanto al ritmo de las reformas es que su efecto en el PIB no comprometerá sólo la evaluación del gobierno, sino que jugará contra el propio Congreso.

"Nadie va a querer quedarse con la culpa, y tendrá que haber una reacción", dice, recordando que las principales medidas de ajuste conquistadas en los últimos años se dieron, en parte, impulsadas por el impacto de la recesión económica. "Desgraciadamente, necesitamos sentir molestias para aceptar las medidas amargas. Pero es preciso, pues sin reforma en 2020 no cumpliremos el techo de gastos", afirma. Lo importante, refuerzan los analistas, es el foco en la construcción de consensos. "La literatura de la incertidumbre muestra que el experimentalismo político es muy malo. Nadie consume, nadie invierte, y la rueda de la economía no gira ", dice Barboza. Y la economía que no crece se vuelve más vulnerable; eso no es lo que Brasil necesita.

(*) Editora de “Cojuntura Económica”, publicación de divulgación del Instituto Brasileiro de Economía (IBRE) de la Fundación Getulio Vargas.

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