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Es el último cheque de credibilidad ante el mundo

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Lic. Nicolás Albertoni. Foto: Archivo El País

Para Uruguay, la espera eterna de avanzar camino a una flexibilización comercial puede transformarse en una hipoteca económica y comercial impagable, dice el Lic. Nicolás Albertoni, investigador del Instituto para la Diplomacia de Georgetown University.

El experto uruguayo asegura que llegó el momento de aliviar el peso que significa el Mercosur como ancla política y comercial, sin salirse de él. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿El actual es un momento clave para el Mercosur?

—Hay varios elementos para pensar que el actual momento puede ser clave para el bloque sudamericano desde un punto de vista del "sinceramiento" que desde hace años se necesita. Mencionaría tres ejemplos.

El primero, es el nuevo impulso que se ha tenido a la "eterna" negociación para concretar un acuerdo comercial del bloque con la Unión Europea. Comercialmente, entiendo que éste podría ser el último cheque de credibilidad que podría tener el Mercosur hacia el resto del mundo. De no haber señales claras de concreción en lo que queda de este año y principio del que viene, costaría creer que un país como Uruguay —que realmente necesita diversificar sus mercados— esté dispuesto a seguir aguantando. Ya son quince años esperando algún resultado de esta negociación. Lo misma posibilidad de pérdida de paciencia la veo para Paraguay y Argentina.

—¿El segundo factor?

—Pasa por la variable política y se ejemplifica en ver cómo Mercosur parece empezar a darse cuenta del grave error que cometió al seguir invitando pasajeros a subirse a un tren que no sabe cuál es su destino. No es posible que un bloque que aún busca saber hacia dónde caminar, haya habilitado —y de la forma que lo hizo— a un país como Venezuela que todos sabemos camina desde hace años hacia el lado contrario al que va el mundo desarrollado. Hoy estamos pagando aquella decisión tomada hace algunos años. Es lógico que a ningún canciller le guste que gran parte de su trabajo hoy sea el tema Venezuela. Pero no queda otra opción que aguantar ahora después de haber decidido aceptar ser socios directos de países que sabíamos bien que su situación política siempre fue tema de debate.

Finalmente, hay una variable coyuntural de la región y el mundo. Hace diez años no existía una Alianza del Pacífico por ejemplo. Entonces más allá de las críticas que recibía el Mercosur la respuesta lógica era "¿dígame un bloque regional latinoamericano que funcione bien?". Y es verdad que no había un caso de éxito como contraejemplo; pero hoy sí. En 2011 nace la Alianza del Pacífico y tomando los aciertos más que los errores de la integración latinoamericana, se dio cuenta que la integración y cooperación de países heterogéneos es posible si cada uno puede mantener sus objetivos comerciales.

—¿El camino es la flexibilización?

—A nivel mundial es claro que la integración crece pero desde mecanismos más flexibles. Al 1º de julio de 2016 hay notificados en OMC 635 acuerdos comerciales regionales, de éstos, el 90% son proyectos de integración flexibles digamos (dentro de los que se destacan los acuerdos de libre comercio) y solamente el 10% son proyectos de integración más profundos como lo puede ser una Unión Aduanera o Mercado Común. Me animaría a afirmar que de este 10% menos de la mitad están funcionando correctamente. Y los que funcionan son los que están formados por economías más homogéneas. Es decir, es difícil imaginar que alguna vez seamos una unión aduanera plena (lo que implicaría tener un arancel externo común real y no perforado como el que tenemos hoy) cuando los intereses de los países son tan diversos.

Lo clave pasa por ver que el Mercosur se está dando cuenta de algo que era razonable que en los ´90 no fuera tan lógico porque todos estos conceptos comenzaban a pensarse: países con economías tan heterogéneas difícilmente tengan visiones conjuntas al momento de mirar hacia el mundo. Y en un contexto como el actual, la espera eterna puede transformarse en una hipoteca comercial y económica impagable para un país como Uruguay.

—¿Qué pasos resultarían importantes cuando dos de los socios (Venezuela y Brasil) atraviesan situaciones institucionales complejas?

—Dada la situación que hoy se da y que confirma que estamos ante un Mercosur que parece acostumbrado a apagar incendios institucionales en vez de prevenirlos, no quedará otra que esperar que ambos países retomen su cauce institucional desde las herramientas institucionales que cada uno tiene como países soberanos que son. El tiempo de hablar y denunciar ya pasó. Ahora no queda otra que aguantar desde el punto de vista del bloque regional. La crisis política tanto de Brasil como de Venezuela es el resultado de años y años de desgaste jamás denunciado por nadie. Igualmente lo de Venezuela me parece más grave porque estamos a todas luces ante una crisis humanitaria.

—¿Cree usted que en estas condiciones es posible pensar en tener un consenso sobre flexibilizar el bloque?

—Parece difícil imaginar que exista consenso, pero igual no es un escenario imposible al ver estos desafíos que tiene el bloque por delante. Sería estratégico y le aportaría más dinamismo. ¿Usted cree que si mañana Uruguay, Argentina y Paraguay coordinan para negociar en conjunto un TLC con China, Itamaraty no hará lo imposible para poder participar? Lo que sucede es que como todos saben que es a todo o nada, las fuerzas concéntricas juegan en contra. Mientras que cuando las fuerzas están separadas, es de imaginar que quién pueda ser más eficiente motivará al resto para que también lo haga. Y de no motivar al resto a sumarse, ganará quien sea más dinámico.

—¿La flexibilidad trae riesgo a los países pequeños?

—Es un gran mito. Siempre que me dicen eso me acuerdo de una anécdota con el ex presidente Frei de Chile cuando lo entrevisté para mi primer libro. Me dijo, "cuando yo me di cuenta que Mercosur no avanzaría en las negociaciones con la UE, me fui a recorrer cada uno de los entonces quince países y los convencí que negociar con Chile sería una inmensa señal para el resto de América Latina." A Frei lo criticaron mucho por esos viajes, pero esa proactividad diplomática fue el primer paso para que en noviembre de 2002 Chile firme un Tratado de libre comercio con la Unión Europea. Imagínese lo qué hubiera pasado si decidía esperar al Mercosur.

—Está de acuerdo que de estas controversias se sale con "más Mercosur"?

—No. Si estuviéramos hablando de que el conflicto es cómo convencer a Brasil para que abra más su mercado en una negociación con China o Estados Unidos, diría que sí. Pero si lo que estamos discutiendo es si quien debe presidir el bloque es un país que hasta la propia OEA cuestiona su democracia, claramente no nos fortalece. Diría además que ante estos hechos, hoy Mercosur ya no es solo un ancla comercial sino también política para el país, que está poniendo en juego valores que nunca debieron ni siquiera discutirse.

—¿No resulta excesiva la importancia que se le da al pasaje de la presidencia pro-témpore de Uruguay a Venezuela?

—Sí, puede resultar excesiva, pero también es parte de un juego que aceptamos el 4 de julio de 2006 cuando desde Uruguay le dijimos sí a ser socios directos de Venezuela y hoy debemos asumir las consecuencias. No se si recordarán pero no existió un debate público siquiera para aprobar este protocolo de adhesión.

—Argentina pareció pasar a una postura que resulta mucho más cauta que al principio del gobierno de Macri; ¿que influyó para ese cambio?

—Sin dudas que el cambio político en Argentina parece ser el más sólido e importante en este último año. La verdad no me imagino ninguna de estas consideraciones que hoy se hace el Mercosur si uno de los países grandes del bloque no hubiera tenido un cambio político como el que tuvo Argentina. Lo de cauto yo lo atribuiría más bien a una paciencia coyuntural que está teniendo Macri para esperar si concluye o no la negociación con la Unión Europea. De no haber señales claras en una plazo menor a un año, no tengo dudas que la cautela podría transformarse en señales claras de "algo debe cambiar si queremos progresar". En ese escenario el triángulo Argentina, Uruguay y Paraguay serían la clave del proceso, más allá de lo que suceda en Brasil.

El trampolín de cara a Asia y la confianza en avanzar con Europa.

—Un acercamiento con la alianza del Pacífico, ¿qué beneficios inmediatos traería para Uruguay?

—Con los mercados de la Alianza del Pacífico ya tenemos un camino comercial recorrido que poco cambiaría si nos acercáramos más a ese bloque. Lo que sí cambia es que nos habilitaría a integrar cadenas de valor hacia el Asia en las que realmente se le va la vida a un país como el nuestro y hoy no estamos integrados a esto que se ha llamado "fabrica mundial". Cuando hablamos de la Alianza no es para ver sus países como destino, sino como "trampolín" para nuevos mercados y sin dudas los países del TPP podrían ser un gran destino para Uruguay. Además, no es lo mismo estar cerca de un grupo de países en el que se le tiene que estar reclamando a un socio que muestre señales democráticas, que en otro donde se debate por ejemplo cómo integrar las líneas de telecomunicaciones para que las llamadas dentro del bloque cuesten como locales.

—Qué posibilidades de éxito le ve a las negociaciones con la Unión Europea?

—Europa sabe de crisis. No tengo dudas que con la reciente asunción de May ya se presentará un plan de ruta claro para la salida formal del Reino Unido y el bloque europeo mostrará señales claras de que sigue fuerte y con todas las negociaciones abiertas. Así lo hizo con el Acuerdo Transatlántico (TTIP) con Estados Unidos. Quizá a nosotros nos falte esa proactividad diplomática que se requiere hoy, pero igual creo que a Europa le interesa concluir este acuerdo.

PERFIL.

Nicolás Albertoni.

Es investigador asociado en el Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Facultad de Ciencias Empresariales, de la Universidad Católica del Uruguay, dónde obtuvo su título de grado como Licenciado.

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Lic. Nicolás Albertoni. Foto: Archivo El País

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