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Los caminos posibles para la recuperación de Argentina

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José María Fanelli - Investigador del Conicet y de la Universidad de San Andrés (Argentina) Foto: Universidad de San Andrés

Entrevista

La deuda es manejable: le debemos mucho al fondo como para que no sea mutuamente satisfactorio buscar acuerdos y renegociar. 

Nuestros problemas no son ni los dólares ni las oportunidades de inversión; son las políticas y la capacidad para conseguir consensos”, afirmó José María Fanelli, Doctor en Economía (UBA). Para imaginar la realidad que espera a Argentina en seis meses, el académico subrayó que hay que pensar en que seguirá con el ajuste de déficit gemelos, “único camino para evitar una crisis”, aunque el costo siga siendo recesión e inflación. Afirmó que despejada la incertidumbre política, el próximo gobierno tendrá más chances de sostener el crecimiento económico. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Es posible imaginarse cómo va a estar Argentina dentro de seis meses?

—Depende de la variable que estemos mirando. En la evolución de las que ajustan a corto plazo y dependen de las expectativas, como el tipo de cambio, las tasas de interés y la inflación, es posible que veamos cierta volatilidad debido a dos factores básicos. El primero es la coyuntura internacional, muy afectada por la guerra comercial entre China y EE.UU. y la amenaza que de ella derive eventualmente en guerra de monedas. Impacta en Argentina sobre todo por la influencia en el precio de la soja y las condiciones financieras en los mercados emergentes. El segundo es el proceso electoral, al que viene asociada la incertidumbre sobre la política económica en 2020. El gobierno ha tomado medidas para acotar esta volatilidad, como fijar en $ 51.45 por dólar la banda superior de flotación del peso y mantener un estricto control monetario. La oposición, hasta cierto punto, ha colaborado también en la medida que nadie dijo que iba a dejar de pagar la deuda o a romper con el FMI. La pregunta es algo menos difícil en relación con las variables de ajuste más lento. Seguramente, en seis meses Argentina seguirá con el proceso de ajustar sus déficit gemelos —de cuenta corriente y fiscal— tarea en la cual viene cosechando buenos resultados, aunque no sin pagar costos en términos de recesión e inflación. Pero no tenía otro camino para evitar una crisis y tratar de recuperar la capacidad de crecer en 2020.

—El FMI pronosticó crecimiento para el segundo semestre en su última Asamblea …

—Sí, eso era también lo que esperaba el gobierno, de la mano de la buena cosecha y la recuperación de los salarios reales en las paritarias. Se retrasó la recuperación por la aceleración de la inflación y las complicaciones en los mercados emergentes. Pero cuanto más se tarde en recuperar el crecimiento, mayor será el ajuste externo y el próximo gobierno, despejada la incertidumbre política, tendrá más chances de poder sostener el crecimiento. En el corto plazo, un nivel de actividad que se recupera lento complica la recaudación, pero hasta ahora el gobierno se las arregló para cumplir la meta de superávit con el FMI.

—¿Qué señales se pueden dar desde el gobierno para traer calma?

—Se han dado, hasta cierto punto. A ningún gobierno le conviene empezar con una crisis cambiaria motivada por un shock de incertidumbre sobre sus políticas. Y esto incluye un posible gobierno de la oposición. Hay que tomar en cuenta que el Peronismo es un movimiento que ha realizado ajustes fuertes en otros momentos: en 1975, con Menem en los noventa y con Duhalde en 2002, por ejemplo. En 2020, quien gobierne recibirá una economía con déficit gemelos mucho menores y precios relativos no tan desequilibrados y eso es algo que tendrá para empezar un gobierno con políticas sensatas; no digo brillantes.

—La menor suba de IPC de abril (3,4% ante 4,7% de marzo), ¿es un cambio de tendencia?

—No tenemos evidencia suficiente para saber si es un cambio de tendencia. Lo que sí sabemos es que hay dos elementos que operaron para acelerar la inflación: expectativas inciertas y empuje de costos. En cuanto a costos, los dos factores principales fueron el incremento del tipo de cambio y los aumentos de tarifas (transporte, electricidad, etc.). Estos factores se espera que incidan más suavemente porque el gobierno fijó un tope a la depreciación y porque suspendió los aumentos de tarifas y sólo terminará de implementar los ya anunciados. En cuanto a la incertidumbre, opera incentivando la cotización del dólar y los aumentos preventivos de precios. El gobierno está atacando esto, convalidando tasas de interés muy altas. Su efectividad dependerá de cuánta incertidumbre genera el tramo que falta hasta la elección.

—Detrás de la inflación hay expectativas y presión de dólar...

—Si el gobierno logra estabilizar el dólar, las expectativas se moverán de forma “inercial”. Es decir, en función de cómo se vayan corrigiendo los salarios en relación a la inflación pasada. Este proceso está en marcha. Aquí hay un dilema: si los salarios se corrigen menos es bueno para la inflación, pero no para el nivel de actividad. Si las políticas ayudan con señales sensatas para encauzar el proceso, la economía irá buscando su equilibrio.

—El tipo de cambio absorbe todo el dinero que se le pone adelante, no parece haber forma de contenerlo…

—Bueno, pero el BCRA le pone muy poco dinero por delante… Se lo puede parar, pero va a seguir siendo costoso hasta que se despeje la incertidumbre electoral. Por ahora, el gobierno se las arregló para evitar una escalada. Claro que al costo de perder popularidad…

—¿Cómo se enfrenta una realidad que muestra mercados cerrados, problemas de reservas y vencimientos abultados?

—Como dije, con políticas sensatas. Para nada la deuda es inabordable. Si se descuenta la deuda intra-sector público, el coeficiente de endeudamiento es totalmente manejable. Por ello creo que no hay incentivos para un default o cosa parecida. La deuda es manejable y es negocio, desde el punto de vista político, manejarla. Cuanto menos ruido financiero, más rápido empezaremos a generar empleo, que es la llave de la popularidad verdadera.

—¿Hasta cuándo alcanzan los recursos del FMI? ¿Son suficientes para extinguir el fuego antes de quedarse sin dinero?

—Por las razones que dije antes, en 2020 no se enfrenta una situación compleja. Luego, cuando empieza a vencer la deuda con el Fondo se complica un poco, pero es de esperar que se renegocie con este organismo. Le debemos mucho al FMI como para que no sea mutuamente satisfactorio buscan acuerdos.

—¿Qué va más rápido hoy? ¿La dura realidad o las expectativas muy golpeadas?

—Las expectativas. La gente está hasta cierto punto protegida por el significativo gasto social, AUH (Asignación Universal por Hijo), gasto previsional. Esto no quiere decir que la realidad no sea dura, claro.

—La inversión y las exportaciones, dos motores clave, ¿de qué manera pueden ponerse a la cabeza de la recuperación?

—Un paso ya lo dimos. Hoy el tipo de cambio real es mucho más competitivo. El paso que falta es salir de la recesión y dar mayor confianza a los inversores empezando por estabilizar la economía. Pero no tenemos muchos caminos diferentes: necesitamos exportar para importar los bienes de inversión y los insumos que se requieren. Y necesitamos invertir para exportar.

—¿Cómo se revierte la desinversión, los problemas de empleo y la pobreza?

—Lo esencial es hoy estabilizar la macroeconomía y ya hemos empezado con la eliminación de los déficit gemelos. El paso siguiente es establecer un régimen monetario creíble. Asimismo es central ordenar la estructura tributaria para reducirla, junto con el gasto público. Pero hay que hacerlo con consenso. Argentina tiene muchos “activos ocultos” para explotar. Por ejemplo, pocos reparan en que es un país acreedor y no deudor del resto del mundo. Esto porque el sector privado tiene activos externos por unos US$ 300.000 millones. Nuestros problemas no son ni los dólares ni las oportunidades de inversión. Son las políticas y la capacidad para conseguir consensos. Esto es más importante que la restricción externa, de lejos.

—El dato de pobreza que se conozca en setiembre (para segundo semestre de 2018 fue de 32% de la población), ¿probablemente sea mayor que la última cifra conocida?

—Sí, porque cuando se acelera la inflación liderada por alimentos, como ocurrió, más gente tiende a quedar debajo de la línea de pobreza. Pero esto es coyuntural. El verdadero motor de la pobreza en Argentina —y en todas partes— es la falta de oportunidades de empleo. Argentina tiene que crecer, antes que nada, para generar empleo y, con ello, sentar las bases para una reducción sostenida de la pobreza. Más ambiciosamente, si el empleo es de calidad creciente, quizás podamos dar nueva vida a una idea que supo ser fundacional en nuestro país: que la movilidad social ascendente basada en el esfuerzo propio es posible. Necesitamos consensos políticos mínimos para ponerle un marco institucional y de políticas adecuado a esta idea.

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