Publicidad

Buenas tendencias en la coyuntura económica uruguaya; ¿y los niveles?

Compartir esta noticia
Foto: Getty Images

OPINIÒN

Es clarísimo que las tendencias son tan buenas como los niveles malos, todavía.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

A mediados del siglo pasado, Uruguay se ubicaba en posiciones destacadas en el ranking mundial (y ni qué hablar del continental) para las variables más relevantes, hasta el punto en que todavía se le consideraba “la Suiza de América” a pesar de que había perdido muchas posiciones en esas tablas en las décadas anteriores, tras haber estado, en torno a la Primera Guerra Mundial, entre los de mayor ingreso per cápita en el planeta. Su “nivel” era todavía muy destacado, pero su “tendencia” lo mostraba en declive, augurando tiempos peores por venir. Que vinieron.

Por lo tanto, para tener una visión completa de las cosas, hay que tomar en cuenta tanto niveles como tendencias.

Estas reflexiones me vinieron a la cabeza tras leer el último comunicado del Copom, del 5 de enero, cuando el BCU decidió subir la tasa de interés de referencia de la política monetaria (TPM) por cuarta vez consecutiva, esta vez un 0,75% y acumulando un 2% desde agosto. Hay un pasaje que encontré clave en ese comunicado y que motivó aquellas reflexiones: “A nivel doméstico, la economía aceleró su crecimiento respecto a los trimestres previos, lo que se espera que continúe en los próximos meses, mientras que los indicadores del mercado de trabajo muestran registros similares al mismo bimestre de 2019. Para el primer trimestre de 2022 continuaría la senda de recuperación impulsada en parte por la apertura de fronteras y la recuperación de la actividad turística”.

Estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación, y no podría no estarlo porque refleja perfectamente la realidad. Lo que allí se dice es que tras el desplome ocasionado en 2020 en la actividad económica y en el empleo, por la llegada de la pandemia, se ha venido registrando una reactivación considerable que ha devuelto a esos indicadores a los niveles previos al inicio de dicha crisis. O sea, que las tendencias en la actividad económica y en el empleo tienen pendientes claramente positivas.

Perfecto, estamos de acuerdo, pero… ¿qué pasa con el nivel de esos indicadores? El PIB de finales de 2021 habrá vuelto al nivel pre crisis pero también habrá estado apenas en torno a 4% por arriba del de finales de 2013. Consistentemente, los cálculos del MEF muestran que hay una brecha de producto negativa. Mientras tanto, en el mercado de trabajo la población activa estuvo, en el cuarto trimestre del año pasado, en magnitudes similares a las de igual período de 2019 (con más ocupados y menos desempleados), por lo que la cifra de los 30 mil compatriotas que engrosaron la población en edad de trabajar entre ambos períodos es similar a la que muestra el aumento de la población inactiva (¿nuevos desalentados post pandemia?). Y esto, sin entrar a considerar la pérdida de 54 mil puestos de trabajo en 2014-2019.

Es clarísimo que las tendencias son tan buenas como los niveles malos, todavía. Y que así lo seguirán siendo por un buen tiempo. En este contexto, no comparto el endurecimiento registrado hasta ahora en la política monetaria y mucho menos el preanunciado aumento de otro 1,5% en la TPM en los próximos tres meses. Máxime cuando en los párrafos iniciales del comunicado del Copom, previos al citado, se alude a la incertidumbre sanitaria global, al aumento esperado en la tasa de la FED, a la desaceleración brasileña y a la espera del acuerdo de Argentina con el FMI, todas ellas pinceladas en tonos oscuros.

Algo bueno: ya hace un par de reuniones del Copom que no se habla, en el texto resultante, de la “consistencia” de las políticas fiscal y salarial. Algo es algo.

Las noticias fiscales son muy buenas en la superficie, pero no tanto apenas uno bucea en ellas: la inversión pública está en mínimos históricos, el resultado de las empresas públicas es “extraordinario e irrepetible” (Alfie dixit) y la recuperación salarial hará subir el gasto real en salarios y pasividades en la segunda mitad de este período de gobierno, tras haber sido diluido transitoriamente en la primera mitad. Más allá, obviamente, de la temporalidad de la mayor parte del “gasto COVID” que el MEF muy pertinentemente desglosa en cada información fiscal.

En materia salarial, de los consejos de salarios han salido aumentos mayores a los pautados por el Poder Ejecutivo. Y no se sabe si eso se debe a que hay sectores que andan mejor de lo esperado, como dice el gobierno, o si es porque los empresarios esperan una inflación mayor a la que espera el gobierno.

Sin contar con el apoyo de estas dos políticas, sólo con endurecer la monetaria no alcanzará para bajar la inflación de acuerdo a lo que esperan las autoridades. Quizá se la pueda reprimir transitoriamente pero no más que eso. Y, posiblemente, con daños colaterales en actividad económica y empleo, cuando sus niveles son todavía pobres.

En materia de expectativas, para 2022, el MEF espera llegar al 5,8% (tal como estableció en su programa quinquenal en las leyes presupuestales), el presidente del BCU sostiene que “sin dudas” estará dentro del rango, los analistas consultados por el BCU esperamos un 7% y los empresarios consultados por el INE (que son quienes tienen el mejor registro de aciertos) se mantienen firmes en el 8%.

El rango meta pasará a estar entre 3% y 6% desde septiembre de este año y, más temprano que tarde, dado que se lo debe anunciar 24 meses antes, debería volver a ser ajustado hacia abajo, centrado en el 3,7% con que el MEF espera terminar 2024.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad