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Dos buenas intervenciones del MGAP

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No quiero que pasen desapercibidas dos intervenciones del Ministro Aguerre que en esta ocasión me parecieron muy atinadas. La primera resulta además totalmente paradojal: las gremiales ganaderas parecen reclamar intervención del gobierno en la formación del precio del ganado, y el ministro del gobierno socialista se niega.

Con un énfasis que comparto señaló textualmente: "Por los menos mientras yo sea ministro no voy a hacer ningún decreto que se meta en la negociación entre 2 privados (como el pago en tercera balanza)…" Tiene razón el ministro y se equivocan y muy feo las gremiales.

El precio del ganado se forma por la oferta y la demanda de animales y es esta competencia por la materia prima la que determina el precio final del novillo. Otra cosa es la manera de fijar el precio, que podría ser pagando el animal al bulto, o por su peso en pie, o en segunda, tercera cuarta o décima balanza, o por el precio del cuero multiplicado por diez. Esto mismo ya nos habla de una necesaria diversidad: no tiene nada de bueno —ni malo— que todos los frigoríficos paguen según un único criterio: estrategias comerciales que se pueden usar o no para competir. En realidad, todos los sistemas pueden ser mejor o peor apreciados por el vendedor, ambas partes se sentirán más confiadas, y del resultado de la competencia surgirá el valor final de la mercadería que es un animal, porque los ganaderos no venden carne sino animales en pie. No tiene técnicamente ninguna causalidad el modo de pagar la mercadería, con la transparencia en la formación del precio; eso es simplemente ridículo.

En efecto, puede ser que se pague con un determinado dressing y el precio se forme con tremendas distorsiones, y podría existir un precio al bulto y ser totalmente transparente. No hay ninguna razón por la que se pueda demostrar que determinando qué tejidos integran una u otra balanza se pueda ser más transparente. El ministro tiene toda la razón y los gremialistas están jugando con fuego o —peor— llamando al lobo. Parece que se olvidaron que en el pasado estuvo todo regulado en el mercado cárnico en el momento peor de la ganadería uruguaya; y que si ésta creció como ninguna otra esto fue precisamente cuando se la desreguló por completo. Por qué no mirarán números. Incluyo una gráfica con el precio del ganado en tres países exportadores, Brasil, Australia y Uruguay. Se verá que no hay forma de probar distorsión alguna —a menos que se diera en todos los países— y, menos aún, a partir de una casualidad que nadie se molesta en medir. Parece bueno que los compradores den voluntariamente abundante información sobre el ganado que compran, si esta información pude ser de utilidad para tomar decisiones a futuro. Pero el modo de comercialización y pago debe derivar de la voluntad de las partes expresada en un contrato, escrito o no.

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En toda la agricultura, a nadie se le ocurre obligar desde el gobierno a pagar de un modo o de otro, según más o menos proteína, aceite o lo que sea; y hay muchas modalidades contractuales en la cebada, el trigo, el arroz y hasta en lechería, que recogen eso: la voluntad de las partes. Sí en cambio sería más que pertinente analizar algunas determinaciones respecto de la exportación de ganado en pie, pilar fundamental de la competencia y la transparencia en la formación del precio, que en los hechos no funciona como se la inventó ya que, como es común a este gobierno, hay que registrarse, conseguir permisos, certificados notariales, habilitaciones... nada que ver con la verdadera exportación en pie que consistió en que se podía embarcar ganado a un frigorífico de Pelotas, o terneros a Chajarí.

La otra intervención acertada la tuvo en Brasil cuando se negó a que Uruguay entrara en un comercio administrado de lácteos a partir de cuotas, siguiendo así el planteo proteccionista de Brasil y terminando de matar la libre circulación de lácteos acordada. Mejor todavía estuvo cuando lo fundamentó en el precio alto que en otras industrias Uruguay había pagado en reconversiones, para cumplir con aquella circulación libre firmada en el Tratado de Asunción. Esto no es demasiado cierto pero vale y mucho la defensa y en especial la fundamentación. En definitiva, en esta ocasión el ministro acierta: en primer lugar defendiendo la libertad de los empresarios privados y no cayendo en el absurdo de creer que con un decreto de más o menos dressing se hace algo a favor de una transparencia que, agrego yo, va por otro lado. Y en segundo lugar defendiendo no solo la libre circulación sino el valor que tiene en sí mismo la defensa de un sistema de reglas.

JULIO PREVE FOLLE

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