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Brasil: recuperación económica y reformas estructurales

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Ministro de Hacienda de Brasil, Paulo Guedes. Foto: Reuters

OPINIÓN

Aumenta la percepción del riesgo sobre la economía brasileña.

El PIB brasileño cayó 4,1% en 2020. A pesar de la magnitud de la caída, sigue siendo un resultado favorable si se compara con las previsiones de mediados del año pasado (el FMI pronosticó una reducción del 9% en junio). Incluso en relación al desempeño estimado para el resto del mundo por el Fondo Monetario (-3,5%), el resultado brasileño no es malo, dado que el mundo estuvo influenciado por el desempeño de China, que creció 2,3%, mientras que los países avanzados cayeron casi un 5% en 2020.

El PIB del sector agropecuario creció 2,0% y fue el único que mostró un cambio positivo en el promedio anual, aunque menor al crecimiento promedio de los 10 años anteriores (3,5%). Cabe destacar que la producción de cereales en la zafra 2019/20 fue récord y alcanzó los 257.7 millones de toneladas, un 6,5% más que en la campaña anterior.

El desempeño brasileño en 2020 reflejó el impacto de la pandemia en el primer momento (caída acumulada del 11% en el acumulado del primer y segundo trimestre con relación al último de 2019), y la posterior recuperación (variación acumulada del 11% en el tercer y cuarto trimestres). En el último trimestre del año, el PIB creció un 3,2%. El crecimiento en el segundo semestre se debió a la relajación de las restricciones a la movilidad y las medidas de política económica destinadas a enfrentar el COVID-19. El PIB del último trimestre del año pasado estuvo solo un 1,1% por debajo del nivel de finales de 2019.

La recuperación estuvo muy ligada al sector industrial, en especial al sector manufacturero, que acumuló un crecimiento desestacionalizado del 30% en el segundo semestre de 2020. Aún así, la industria manufacturera cayó un 4,3% con respecto a 2019. Además del estímulo derivado de las transferencias del gobierno a las familias, el aumento de la demanda de bienes industriales también parece derivarse del cambio en la composición de la canasta de consumo de los hogares, ante las restricciones al funcionamiento de los servicios. La fuerte devaluación del tipo de cambio, del 30% en promedio del año, también debe haber contribuido a la reanudación de la producción en el sector. La tendencia de crecimiento de la producción industrial es un fenómeno global, y ha generado cuellos de botella en la oferta de insumos debido a la desarticulación de las cadenas productivas y la falta de sincronía en la reanudación de actividades.

El sector servicios, responsable del 70% de la ocupación y del valor añadido del PIB, creció más que la industria en el último trimestre de 2020: 2,7% y 1,9%, respectivamente. El segmento de servicios prestados a las familias fue el más afectado por la pandemia, pero mostró una fuerte recuperación en el segundo semestre, reflejando la relajación de las restricciones a la movilidad y el funcionamiento de actividades no esenciales que estuvieron vigentes de abril a julio.

En esta perspectiva, la evolución de la actividad económica en los próximos meses estará condicionada por el fuerte deterioro observado desde noviembre del año pasado en la evolución del COVID-19. La reciente explosión en el número de nuevos casos y muertes, y la saturación del sistema de salud, están llevando a varios gobiernos locales a incrementar nuevamente el grado de restricciones a la movilidad. En el estado de São Paulo, el más importante del país en términos económicos, las restricciones más duras del inicio de la pandemia entrarán en vigor nuevamente en la segunda semana de marzo, impactando negativamente al sector servicios.

Esta delicada situación de la economía se ha visto agravada por la inestabilidad política que nuevamente ha afectado al escenario nacional. Las elecciones, a principios de febrero, de presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado alineados con el gobierno parecían apuntar a una mayor articulación entre Ejecutivo y Legislativo para avanzar en la agenda de reformas. Sin embargo, el episodio de la renuncia del presidente de Petrobras por la política de encarecimiento de los productos petroleros —que siguen la cotización y el tipo de cambio internacionales— provocó ruidos y terminó reflejándose en el mercado financiero, aumentando las tasas de interés y devaluando el real frente al dólar.

El agravamiento de la pandemia forzó la discusión sobre la extensión de la ayuda de emergencia, un programa de transferencia de efectivo para personas en situación vulnerable, instituido el año pasado para mitigar el efecto de la pandemia en los más pobres, dando lugar a una mayor presión para relajar las restricciones fiscales que impiden al gasto elevarse por encima de la inflación. La contraparte solicitada por el equipo económico para aprobar la prórroga de las ayudas de emergencia fue la introducción de mecanismos constitucionales que reduzcan la tasa de crecimiento de los gastos obligatorios en el presupuesto federal, permitiendo el cumplimiento del tope de gasto en el futuro.

Hubo una fuerte resistencia de los parlamentarios a estas medidas de ajuste, que implican, bajo condiciones específicas, la congelación de salarios y otros gastos. Finalmente terminaron aprobados en el Senado y ahora se espera que sean aprobados en la Cámara. La ayuda de emergencia fue aprobada con un valor presupuestario superior al inicialmente definido (R$ 44 mil millones, frente a una propuesta de R$ 30 mil millones), y se estima que puede llegar a 45 millones de familias durante cuatro meses con un beneficio promedio de R$ 250 reales por familia. Este gasto estará fuera del techo en 2021.

La tumultuosa forma en que se llevó a cabo la aprobación de las ayudas de emergencia dejó una huella en la percepción de la capacidad de avanzar con la agenda de reformas estructurales —en particular la tributaria y la administración pública— con la rapidez que el momento requiere.

Además del episodio de Petrobras, la incapacidad para hacer frente a las opciones que impone la dramática situación fiscal ha aumentado la percepción de riesgo en relación con Brasil, incluso en un entorno internacional aún favorable, con altos precios de las materias primas y abundante liquidez.

Revertir este mayor riesgo es esencial para permitir una reanudación sostenida del crecimiento, y las reformas son la única forma de hacerlo.

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