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Brasil: crisis y oportunidad

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Michel Temer en la ONU. Foto: Reuters.
CARLO ALLEGRI

Para los brasileños, el año que se cierra habrá parecido interminable. En la economía, la recesión llegará a la marca récord de 11 trimestres, a lo largo de los cuales el PIB cae más del 9%.

El desempleo afecta cerca del 12% de la fuerza de trabajo (poco más de 12 millones de personas) y la masa de los ingresos del trabajo, en términos reales, caía a una tasa anual de 3,2% en octubre.

La producción industrial llegó a ensayar una reacción en el primer semestre del año, impulsada por el aumento de la confianza y por la desvalorización del tipo de cambio ocurrida a partir de julio de 2014 hasta el inicio de 2016, y que llegó a 83% en términos nominales. En el segundo trimestre del año, la inversión también creció, después de diez trimestres consecutivos de caída. Había, entonces, una expectativa de que la recesión pudiese estar próxima a su final, y que la economía, con la perspectiva de un nuevo gobierno en la medida que avanzaba el proceso de impeachment a la presidenta Dilma Rousseff, volvería crecer a finales de 2016.

Los datos del PIB del tercer trimestre fueron una "ducha de agua fría" para esas previsiones. La variación de 0,8% ante el trimestre anterior y de -2,9% en relación al mismo trimestre de 2015, reveló una economía más débil de lo imaginado. Los datos más recientes han confirmado ese cuadro de absoluta falta de dinamismo: la producción industrial volvió a presentar caídas sistemáticas, así como la inversión; la tasa de desempleo no ha aumentado más rápidamente porque la tasa de actividad ha caído a medida que los trabajadores desempleados desisten de buscar trabajo, y las ventadas del comercio continúan declinando, acumulando en el año una variación de -9,3% en caso de las ventas minoristas ampliadas, que incluyen las ventas de automóviles y materiales de construcción.

Las previsiones de crecimiento para 2016 reflejan una retracción del PIB de 3,5% y las correspondientes a 2017 vienen siendo sistemáticamente revisadas a la baja, existiendo quien proyecta un crecimiento próximo a cero. A mediana de las proyecciones recolectadas semanalmente por el Banco Central es de 0,7% de crecimiento en el año próximo, después de haber alcanzado 1,4% en el mes de setiembre. La economía se encuentra presa de una dinámica perversa, en la que el desempleo, la caída de los ingresos reales y las condiciones adversas del mercado de crédito deprimen el consumo; en cuanto a las empresas, con elevado endeudamiento y altos índices de capacidad ociosa, no tienen incentivo para invertir. Finalmente, cabe destacar que la actual recesión se distingue de otras vividas por Brasil en el pasado, no solamente por su intensidad y duración como ya hemos apuntado, sin principalmente por el hecho de que encuentra al gobierno de manos atadas: por primera vez en la historia, no es posible utilizar los instrumentos de política económica tradicionales, como las políticas monetaria y fiscal, para sacar el país de esta situación.

En verdad, fue la utilización excesiva de esos instrumentos en los últimos años —en forma de alta tolerancia para la inflación, el exceso de estímulo al crédito, principalmente por los bancos públicos, y la fuerte expansión del gasto público y recortes de impuestos— que nos condujo a la situación actual. Por eso mismo, la solución depende de la reversión de esos factores, en especial del crecimiento del gasto público, cuyo aumento en un ritmo muy superior a la recaudación desde la década de los ´90 llevó, más recientemente, a un crecimiento exagerado de la deuda pública, que pasó de 51% del PIB en 2013 al 73% del producto en 2016, proyectándose una aceleración explosiva en caso que no se hiciera nada por revertirla.

Sin embargo, hay dos buenas noticias que permiten trazar un escenario menos pesimista para el futuro. La primera es que la inflación comienza a ceder y las expectativas para 2017 se aproximan a la meta de 4,5%. Con eso, se abre un espacio para la reducción de las tasas de interés, en un ambiente internacional menos favorable que hace algunos meses.

La segunda, que también contribuye para la reducción de las tasas de interés, es que fue aprobada en el congreso una enmienda constitucional que establece un límite estricto, igual a la inflación del año anterior, para el crecimiento de los gastos primarios (excluido el pago de intereses) para los próximos 20 años. Esa medida, comentada en un artículo anterior, representa un verdadero cambio del régimen fiscal. Su impacto, con todo, habrá de ocurrir de forma gradual, ya que el país volverá a tener superávit primarios dentro de cuatro o cinco años. Eso da una buena idea del deterioro de las finanzas públicas en el gobierno anterior. La deuda pública todavía deberá crecer, llegando a un nivel de entre 90% y 100% del PIB, antes de comenzar a declinar.

Sin embargo, para que esa medida sea viable, es preciso avanzar en medidas complementarias que flexibilicen el gasto público. En particular, es fundamental la aprobación de la reforma de la Seguridad Social, enviada por el gobierno al Congreso a principios de diciembre. Esa reforma modifica las reglas de acceso al sistema, al introducir una edad mínima para la jubilación, así como nuevas reglas para el cálculo del valor de los beneficios. Estos han crecido en términos reales, por fuerza de la dinámica demográfica y del gran aumento del valor real del salario mínimo, en una tasa superior al 4% anual.

Si nada fuese hecho, los gastos previsionales tenderían a ocupar todo el presupuesto dentro de pocos años, haciendo de la ley de control del crecimiento del gasto algo no creíble.

No hay salida fácil para la actual crisis económica, agravada por la crisis política asociada a la Operación Lava Jato. Es preciso persistir en el control fiscal y avanzar en otros campos.

El gobierno diseña un nuevo programa de concesiones en el área de infraestructura, esperándose que las nuevas reglas atraigan inversiones privadas para sectores críticos como el transporte, energía, etc. Además , es preciso reformular el sistema tributario, flexibilizar la legislación del trabajo y promover una mayor apertura comercial. De esa forma se estará acelerando la salida de la recesión y garantizando que en nuevo ciclo de crecimiento sea sustentable.

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Michel Temer en la ONU. Foto: Reuters.

PAULO LEVY

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