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Biden y Sanders se portan mal

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Joe Biden y Bernie Sanders. Foto: Reuters

OPINIÓN

Los servicios médicos fueron un factor clave en la victoria de los demócratas en las elecciones intermedias de 2018, y deberían ser una gran ventaja en 2020 también.

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La postura compartida de los demócratas —que todo residente legal debería tener acceso a atención médica asequible, sin importar sus ingresos ni su estado de salud— goza de una gran popularidad. La postura republicana de facto —de que deberíamos regresar a la situación en la cual aquellos cuyos empleos no incluyen prestaciones de servicios médicos o que padecen una enfermedad preexistente no pueden tener acceso a cobertura médica— es tan impopular que los candidatos del Partido Republicano mienten continuamente sobre sus propias propuestas.

Sin embargo, en este preciso momento, dos de los principales contendientes a la candidatura presidencial demócrata, Joe Biden y Bernie Sanders, están enfrascados en una discusión desagradable sobre los servicios médicos que podría dañar las posibilidades del partido. Hay diferencias verdaderas e importantes entre las propuestas de políticas de ambos individuos, y está bien señalarlo. Lo que no está bien son los insultos ni las afirmaciones falsas. Los dos se están portando mal y, por el bienestar de su partido y del país, tienen que parar.

Recapitulemos. En términos generales, hay dos maneras en las que un país puede tratar de lograr cobertura médica universal. Una es la del pagador único: el gobierno sencillamente paga las facturas. En la otra hay lugar para las aseguradoras privadas, pero depende de una combinación de normas y subsidios para garantizar que todos tengan cobertura.

No tenemos que especular cómo funcionarían en la práctica estos dos sistemas porque todos los países avanzados, a excepción de Estados Unidos, tienen alguna forma de cobertura universal. Algunos, como Canadá y el Reino Unido, usan el sistema del pagador único (en el Reino Unido el gobierno además administra los hospitales y paga a los médicos). Otros, como Suiza y Holanda, otorgan un rol importante a las aseguradoras privadas.

El secreto nada oscuro de los servicios médicos es que ambas metodologías funcionan cuando los países tratan de que así sea. De hecho, podemos ver ambos sistemas funcionando aquí mismo en Estados Unidos.

Más de cien millones de estadounidenses están asegurados con Medicare o Medicaid, y ambos programas funcionan con un pagador único; a pesar de las advertencias agoreras de Ronald Reagan allá en 1961, ninguno destruyó la libertad estadounidense. Desde 2014, millones más han contado con la cobertura de la Ley de Atención Médica Asequible, que ha estado mal financiada y sujeta a un extenso sabotaje republicano; no obstante, estados como California, que han tratado de hacer que la ley funcione, han experimentado enormes declives en la cantidad de residentes sin seguro. Esto nos lleva de nuevo a la riña entre los demócratas.

Sanders, claro está, ha hecho de “Medicare para todos” su propuesta distintiva. ¿Un plan como ese podría funcionar? Por supuesto. Pero hay dos críticas válidas que pueden hacerse a esta propuesta.
La primera es que habría que pagar más impuestos. Aunque muchas personas encontrarían que la mayor carga fiscal se compensaría con las primas más bajas, los aumentos fiscales requeridos serían abrumadores. Además, aunque Sanders de hecho ha propuesto varios impuestos nuevos, los cálculos independientes dicen que el ingreso que generarían estaría muy por debajo de lo que este plan costaría.

La segunda es que el plan de Sanders requeriría que aproximadamente 180 millones de estadounidenses abandonaran su seguro privado y lo remplazaran con algo distinto. Convencerlos de que eso sería una mejora, incluso si es cierto, será un verdadero desafío. De hecho, hay buenos motivos para creer que eliminar la opción de conservar el seguro privado supondría una derrota electoral (Elizabeth Warren y Kamala Harris, presten atención).

En el otro bando, Biden está proponiendo mejorar Obamacare. Eso podría sonar a solo hacer pequeños ajustes. Pero su plan en realidad es mucho más grande y mejor de lo que gran parte de la población ha comprendido, con importantes aumentos en el financiamiento, una opción pública y más. Presumiblemente, acercaría a la Ley de Atención Médica Asequible a los estándares de los sistemas europeos exitosos.

Dicho lo anterior, el plan de Biden conservaría los aspectos de collage caótico a lo Rube Goldberg de nuestro sistema actual, que impone muchos costos innecesarios y hace que sea muy fácil que la gente no reciba la atención que necesita.

Así que hay mucho que debatir de buena fe entre Sanders y Biden. Por desgracia, ese no es el debate que estamos teniendo. En cambio, Sanders está argumentando que solo el sistema de pagador único puede eliminar “la avaricia corporativa” del sistema —una afirmación que contradice la experiencia europea— y dando a entender en términos generales que Biden obedece a intereses corporativos. Esa es una crítica que se puede lanzar contra algunas de las posturas en materia de políticas que ha tenido Biden en el pasado, como su defensa de la ley de quiebra de 2005. No obstante, no es una crítica justa para un plan de salud que en realidad es bastante bueno y que la mayoría de la gente habría considerado radical apenas hace unos años.

Por su parte, Biden está diciendo que el plan de Sanders debilitaría Medicare. De hecho, mejoraría los beneficios de los actuales asegurados. Además, es una mala señal que Biden, quien dice ser un gran defensor de Obamacare, esté usando una táctica del Partido Republicano para infundir miedo que conocimos gracias a la campaña totalmente deshonesta contra la Ley de Atención Médica Asequible. Ningún demócrata debería rebajarse a ese nivel.

Por desgracia, Biden y Sanders aparecerán en noches distintas durante los próximos debates demócratas. Así que estará en manos de los demás candidatos, o de los moderadores, cuestionar sus posturas. Es hora de que ambos contendientes dejen de envenenar a su propio partido.

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