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Los beneficios de la apertura comercial para Uruguay

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Economista Lorenzo Caliendo. Foto: Fernando Ponzetto

Entrevista

Un 3% del consumo anual promedio de uruguayos es consecuencia de la política de desgravación arancelaria.

Un mundo más abierto ha generado múltiples beneficios a todos los países. Esos beneficios, según una investigación desarrollada por el economista uruguayo Lorenzo Caliendo en la Universidad de Yale, responde en mayor medida a la apertura multilateral en el ámbito de la OMC que a la multiplicidad de acuerdos bilaterales existentes. En ese contexto, el beneficio para Uruguay está por encima del promedio a nivel global. Para el investigador, el estudio de 20 años (1990-2010) de apertura comercial indica que, al final de este camino, los incentivos para seguir profundizando esa liberalización están mayormente en los países menos desarrollados. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Un reciente trabajo de investigación suyo, apunta a clarificar si los efectos de la apertura comercial multilateral han sido más importantes para el mundo, que el avance en el terreno de los acuerdos bilaterales….

—Nosotros buscamos entender, en el proceso de apertura del mundo, entre 1990 y 2010 (que es el período para el cual tenemos información) cuál ha sido el proceso que tuvo más impacto. Lo que encontramos es, en primer lugar, que ha habido ganancias al comercio en el mundo, aunque muy heterogéneas entre los países; en promedio, la apertura comercial ha generado un incremento en el consumo agregado del mundo, cercano al 2% del producto.

Después, tratamos de entender si las ganancias agregadas, en términos de grupo de países, vienen por integrar la OMC o por los acuerdos comerciales. Y encontramos que los mayores beneficios vienen por haber integrado los acuerdos multilaterales de la Organización Mundial del Comercio.

—¿Cuál es el caso de Uruguay respecto de los beneficios de la apertura comercial?

—Según nuestro trabajo, todos los años, 3% de consumo promedio de los uruguayos, se debe a la apertura comercial (en el caso del estudio, entre 1990 y 2010). Ese dato ubica a Uruguay por encima del promedio de los países favorecidos por la apertura comercial. Cabe aclarar, que lo que estamos cuantificando es el efecto de reducción de aranceles. No lo podemos tomar como si habláramos de apertura comercial en general, donde hay que tener en cuenta otras variables.

El dato puede ser importante, pero yo me haría otra pregunta: ¿cuánto más podía haber ganado el país si el proceso de apertura hubiera sido distinto? Básicamente lo que este número refleja es que la globalización ha sido muy importante para Uruguay. No se puede tener una discusión seria del Uruguay productivo, sino se habla de apertura comercial.

Por otro lado, ese 3% de Uruguay es un buen dato. Pero quizás se hubiera ganado mucho más si en ese mismo lapso hubiera reducido barreras internas. El comercio global tiene 10 veces más para ganar en la eliminación de barreras internas que en lo que queda por avanzar en materia arancelaria. Todo aquello que tiene que ver con mejores condiciones de producción, con infraestructura logística, su transporte, etc.

Tomar en cuenta eso cambia el eje de la discusión: si fuéramos al caso de Estados Unidos, Trump debería pararse frente a su electorado y en lugar de decirle cómo se pelea con China, debería plantearse de qué forma se mejoran las condiciones internas para competir.

—Vuestro estudio también busca respuestas acerca de los incentivos que tienen los países del mundo para seguir avanzando en liberalización del comercio…

—Nos importaba saber si realmente, después de ese proceso, existían "ganancias disponibles" arriba de la mesa que incentivaran seguir avanzando en procesos de apertura. Encontramos que sí, que hay incentivos, pero especialmente para los países en desarrollo y no tanto los desarrollados.

—¿Cuál es la explicación?

—Los desarrollados ya son economías abiertas, en cambio las economías en desarrollo siguen todavía con un nivel de caída de los aranceles que es menor; por tanto, tienen más para ganar. Además, en general los países en desarrollo son economías más pequeñas, que tienen el incentivo de llegar al mercado grande, bastante mayor que el interés del grande de llegar al mercado pequeño.

Por tanto, no es sorprendente que estén estancadas las negociaciones comerciales hoy día, ya que los países en desarrollo tienen menos beneficios para avanzar.

—Es un problema que enfrenta el proceso de apertura comercial global…

—Es una barrera. A la hora de focalizar los recursos que cada país tiene para lograr mayor crecimiento o bienestar, para los países desarrollados evidentemente estos temas no ocupan el primer lugar en la agenda. Es más, podemos ver que en algunos casos —Estados Unidos es el ejemplo más claro— el proceso es al revés.

Por tanto, para países más chicos como Uruguay, se debe tener en cuenta que deberán buscarse propuestas más ingeniosas a la hora de ir a negociar, o hacerlo con el resto del mundo que sí está dispuesto a avanzar.

—¿Hay otras características que permitan definir a aquellos países con más incentivos a avanzar en apertura comercial?

—Los países más aislados tienen un gran interés en avanzar en la liberalización del comercio. Al punto que hasta les podría convenir subsidiar la importación de determinados productos.

—¿Por qué?

—Debido a que por más que se tenga el factor de producción y un acuerdo para exportar, los bienes intermedios que necesito resultan importados. Por tanto, si no importo, no produzco. Y si tengo dificultades para acceder a ellos por mi ubicación lejana y aislada, tendré que buscar la manera de facilitar esa importación.

—En ese contexto de escasos incentivos a avanzar en más comercio libre por parte de economías mayores, aparece el proteccionismo de Donald Trump...

—Es así. Tengamos en cuenta que la apertura comercial genera efectos heterogéneos. No todos los sectores de la economía ni todos los trabajadores se benefician de igual manera. Acá hay un número concreto: en el sector manufacturero de los Estados Unidos, después del año 2000 y hasta 2007, se eliminaron cerca de 3 millones de empleos. El año 2000 es el año en que China entra en la OMC y hay muchos investigadores y la opinión pública que apuntan a que precisamente ese episodio es la principal razón de ese proceso de destrucción de empleos en el sector manufacturero estadounidense. Y en mi caso, encuentro un correlato, aunque lo ubico en 400 mil empleos perdidos.

—¿Se pudo haber evitado?

—Trump viene con el argumento de que "como los perdimos, los podemos ganar". La realidad es que la oferta laboral que las empresas encontraron en China es muy distinta a la de Estados Unidos. Eso no quiere decir que quizás no se pueda cambiar, pero es costoso y lleva tiempo. Y condenar a la educación de un país para hacer foco en el sector manufacturero es riesgoso, porque no es tan obvio que se pueda lograr el cambio.

Nuestros estudios demuestran que, las regiones que votaron a Trump, son estados que estuvieron mucho más expuestos a la competencia exterior de bienes intermedios. Esos votos responden a que ellos sí, los trabajadores de esas zonas, están peor a la época anterior a la apertura comercial. Y estar peor significa que perdieron sus empleos, aunque subsisten hoy yendo a un supermercado o una tienda que tiene productos con precios baratos… hechos en China.

De todos modos, el sector manufacturero en Estados Unidos representa el 10-15% de la economía. El resto se beneficia de la apertura comercial. Pero el mensaje de Trump va dirigido específicamente a ese sector, su electorado, que se sintió dañado, que no vio los beneficios. Y si se agrega otro punto que es la inmigración, donde debido a su calificación, competían por los mismos puestos de trabajo, Allí está el otro punto donde hace foco el presidente de Estados Unidos.

Y esto sucede en la cuna del mundo abierto… Si un país latinoamericano tuviera un discurso así, tendría una condena mundial y también sus represalias.

—¿Cómo superar el desfasaje entre el impacto favorable en el comercio y resultados beneficiosos en el bienestar y en el empleo?

—La gran interrogante es precisamente cómo disminuir los costos de ajuste. Y cuáles son las políticas que se podrían considerar para que las ganancias del comercio le lleguen a todos.

Aquellos sectores que producen bienes que en principio se pueden comprar en otras partes del mundo, están más expuestos. De la misma forma, los trabajos que son más específicos en esos sectores.

La idea de que vamos a abrirnos al comercio y todos vamos a estar mejor, es un poco idealizada. No es cierto. Lo importante es que se identifique bien qué sector, qué empresa y que trabajadores son vulnerables. Las metodologías que hemos desarrollado permiten identificar con bastante detalle ese fenómeno. Esa es información clave a la hora de embarcarse en una negociación de apertura comercial, y a partir de allí, desarrollar las políticas necesarias.

Lo más importante aquí es la información. Cuánto más datos tengamos más vamos a entender cuán vulnerable podemos ser y específicamente en dónde, y obrar en consecuencia. En el caso de Uruguay podría desarrollarse esta identificación, porque existe información de calidad. Debería estar disponible para la investigación.

perfil
Economista Lorenzo Caliendo. Foto: Fernando Ponzetto

Lorenzo Caliendo

Economista, egresado de la Universidad Católica del Uruguay. Obtuvo su Maestría en la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) y se doctoró en la Universidad de Chicago (EE.UU.). Docente e investigador en la Universidad de Yale (EE.UU.).

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