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Aún con Suárez sería muy duro

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Luis Suárez en Brasil-Uruguay. Foto: AFP
CHRISTOPHE SIMON

Tal cual un manager que asiste a su selección en una Copa del Mundo, la OCDE está trabajando con los gobiernos de cara al futuro para desarrollar estrategias con miras a los requerimientos que en materia de conocimiento productivo tendrán las economías del siglo XXI.

Los responsables de formular políticas públicas progresivamente toman conciencia de los cambios en el mercado de trabajo y de cómo la población económicamente activa debe estar equipada para beneficiarse de las oportunidades que generará la economía digital. Estos últimos, ejerciendo el riguroso desempeño de un referee, se abocan en lograr eficaces plataformas para equilibrar desajustes entre demanda y oferta de calificaciones.

En ese marco, este año se han dado conocer los resultados de la Encuesta sobre Competencias de los Adultos, un producto del Programa de Evaluación Internacional (Piaac en inglés) que incluyó 33 países. Dicha encuesta captó información sobre el dominio de la escritura, el cálculo, la resolución de problemas de la población trabajadora y la aplicación de esas habilidades tanto en ambientes de trabajo ricos en tecnología, como en su conducción como ciudadanos. Ello también incluyó competencias genéricas, tales como colaborar con otros, organizar tiempos personales y participar en capacitaciones. Como era de esperar, los jugadores en la cancha dejaron ver cosas previsibles y otras no tanto, ambas clave.

El estudio demostró que la calidad del conocimiento acumulado tiene relación directa con la posibilidad de acceder a un empleo y su respectivo nivel de contraprestación, en términos salariales y de gratificación por la tarea cumplida. Para esto último, también resulta importante la intensidad con la que los trabajadores adultos en su rutina utilizan esas habilidades específicas para procesar información. La frecuencia aumenta cuando el trabajo se organiza en equipo a través de prácticas de alto rendimiento; se reconoce autonomía y discrecionalidad para el cumplimiento de las tareas; se apuesta a la rotación del personal en distintos puestos y se cuida la aplicación efectiva de los nuevos aprendizajes. Cuanto más alto es el dominio de esas competencias, en mejores condiciones está el trabajador adulto de aprovechar las oportunidades creadas por el cambio tecnológico, encarar nuevas formas de trabajo y elevar su productividad.

Asimismo, en todos los países encuestados se identificó que un limitado ejercicio de esas habilidades provoca que las personas sean mucho más propensas a tener menos confianza en los demás, escasa actitud hacia la participación voluntaria y a percibirse como objetos y no actores de los procesos políticos que les toca vivir.

El estudio concluye reconociendo que esas competencias técnicas se han convertido en moneda global para las actuales economías y su riesgo de depreciación depende de la inevitable evolución del mercado de trabajo y la vigencia de los conocimientos productivos por su no utilización. Tal cual anunciaron en 2013 los autores del reconocido informe del Oxford Martin School sobre el futuro de los empleos: "lo que hoy más importa es lo que puedes hacer con lo que sabes en lugar de lo mucho que sabes".

Inevitable es que durante este repaso uno se pregunte en qué grupo de la liga jugará Uruguay en este gran campeonato que ya se inició y para el cual según el Human Capital Report de 2016, que el Word Economic Forum recién presentó, estamos en el puesto 60 dentro de los 130 países en el ranking.

Esas competencias que hoy la economía valora indiscutiblemente, tienen base educativa y su dominio está en relación directa con la eficacia del sistema que las desarrolla. En ese sentido, las recientes declaraciones del Director Ejecutivo del Instituto de Evaluación Educativa (IEED) no proyectan una Serie muy esperanzadora: "es falso que nuestra Educación Secundaria sea ineficaz, porque es tremendamente eficaz generando desigualdad ". Esta conclusión, resultado del estudio que analizó las trayectorias de los alumnos que participaron en las pruebas PISA del año 2009, registró que de los 2.500 estudiantes uruguayos examinados, sólo el 44% al día de hoy es bachiller y que un 15% ni siquiera llegó a terminar un grado. Uno de cada tres jóvenes que participaron dijeron que el sistema educativo los "preparó poco" para la vida adulta y el 17,8% dijo lo mismo en cuanto a la "inserción laboral". A su vez, estadísticas oficiales demuestran que un tercio de los alumnos abandonan sus estudios antes de ingresar al ciclo básico y otro tercio se pierde en el pasaje del ciclo básico a bachillerato.

Semejante handicap pronostica un ranking que no será el de la Copa América de 2011 o Sudáfrica. Se nos está sumando un tercer riesgo: la acotada proyección de nuestros trabajadores si se mantienen tendencias y no reaccionan quienes hoy son referee y linemen: autoridades de gobierno no acostumbrados al dribling, un sindicalismo que se resiste a entender el siglo XXI —y es co responsable de los datos del IEED— y un empresariado acorralado en su propia área. En esta oportunidad no es Suárez quien deba venir desde el exterior a disimular la brecha que padece nuestro fútbol nacional ante los estándares que impone este campeonato; definitivamente, esa es responsabilidad de otros.

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Luis Suárez en Brasil-Uruguay. Foto: AFP

GUILLERMO DUTRA

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