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Sobre ataques especulativos: ¿Qué es el “cambio de modelo”?

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Especulación. Foto: Pixabay.

OPINIÓN

Nadie puede negar que al final del camino, generalmente los gobiernos tienden a estirar el tiempo de ajustar, como si este fuera infinito.

La expresión es, a mi juicio, desde hace ya más de 3 décadas, la síntesis de la ignorancia, la paranoia y el egocentrismo. La escuché en general de funcionarios de varios gobiernos argentinos, y seguramente esté en la base de las causas de sus continuos fracasos. Las situaciones se repiten, el mal manejo macroeconómico lleva a la inestabilidad con equilibrios atados con alambre, léase en base a deuda que suele ser de corto plazo. Tal arreglo, salvo excepcionales coyunturas de los mercados mundiales (bienes y financieros) o que se tome el toro por las astas precozmente, sólo puede terminar mal. Como suele suceder, a los gobiernos, las sociedades le otorgan un plazo de gracia en la credibilidad, por lo que al comienzo todo luce correcto, aunque no lo sea.

Nunca entendí qué se quiere decir con “modelo económico”. Están las políticas (acciones, medidas, programas públicos) correctos e incorrectos, que no son atemporales ni independientes del entorno; auges, recesiones, financiamiento escaso o abundante, sistema cambiario adoptado (de la familia de los tipos de cambio fijos o flexible), niveles de déficit y deuda, entre los más relevantes. Pero el uso de este término es casi excluyente al referirse a la política económica aplicada.

Se sabe que los argentinos son muy afectos a la exageración, entonces, cada poco tiempo se dice estar en presencia de un nuevo “modelo económico” que por arte de magia cambiará 80 años de declive. Sucede que más allá de diferente presentación, estos “modelos” tienen en común algún truco para ganar tiempo, enormes déficit de las cuentas públicas al inicio, financiado mediante endeudamiento, bajo la promesa de corregir los errores del pasado haciendo lo contrario a sus antecesores. Como la gente tiene memoria, otorga el crédito, pero a corto plazo. La historia de recurrentes confiscaciones manda. A su vez, estos planes suelen cambiar poco el fondo de la cuestión que es poner a la economía en competencia y, para ello, abrirla al mundo.

Naturalmente que tampoco se disminuye el poder de los lobbies, empresariales, sindicales e iglesia que siguen predominando y mantienen un paralizante status quo. Si hacemos lo mismo, el resultado no cambiará. Siempre hay una justificación, usualmente en base a “costos sociales”, olvidando que los reales costos sociales de no hacer lo que se debe son varias veces más grandes que los que se dice querer evitar.

Como la única verdad es la realidad, nadie puede negar que al final del camino los gobiernos estiran el tiempo de ajustar, como si éste fuera infinito y cuando algunos comienzan a percibir que la situación no es sostenible, los capitales prestados empiezan a retirarse, lo que se traduce en desvalorización de la moneda local y pérdida de reservas. Cuando éstas caen a un nivel dado, hasta el más confiado se da cuenta que si no va por su dinero se quedará sin nada. Al mismo tiempo, el precio de los títulos en poder de los particulares cae y, de todos modos, éstos los quieren seguir vendiendo realizando la pérdida. ¿Alguien puede pensar que una persona en su sano juicio quiere perder parte de lo invertido haciendo un “ataque especulativo” contra sí mismo? Creo que no.

A todo esto, sobre mediados de abril pasado comenzó en Argentina a plantearse la mencionada situación. El déficit fiscal no bajaba, la deuda crecía y el financiamiento se contraía a plazos cortos y tasas de interés altas. Mientras los capitales ingresaban nada pasaba, por fuera de la profundización del atraso cambiario y la presión sobre la economía real. Dicho entorno se sabe no indefinido, algunos empezaron a dudar de la sostenibilidad, lo que rápidamente se transformó en que muchos lo hicieron. Así las cosas, la situación supuso el cierre del ingreso de capitales y aun peor, su salida; vino “el ataque especulativo” de las fuerzas del mal. Inmediatamente, como la teoría muestra de manera irrefutable, la actividad comienza a contraerse, la moneda se depreció y las reservas cayeron. La única manera de evitar la caída, o al menos moderarla es conseguir un ingreso de capitales que sostengan el nivel de actividad. Desde el momento que los capitales voluntarios privados no están afines a hacerlo, la única salida de corto plazo es recurrir al financiamiento institucional de las multilaterales. Eso hizo Argentina y logró un acuerdo con el FMI. Los que critican “haber ido al Fondo” deberían decir claramente cuál era la opción para que la recesión no fuera de dimensiones colosales. Posiblemente, una nueva confiscación de depósitos o fondos. En 2007 fueron los fondos de pensiones de las AFJP, luego con el cepo cambiario. Estas “medidas” ya sabemos el resultado que tienen, bajo crecimiento, desempleo, caída del salario real, pobreza, corrupción.

El gobierno de Macri cometió el error de no advertir que el tiempo de credibilidad no es infinito y, que el perfil de endeudamiento, muy sesgado al corto plazo, con una herencia terrible, le otorgaba mucho menos tiempo que a otros gobiernos.

No hay salida a las leyes del comportamiento humano, son como son, hay que aceptarlas y actuar en consecuencia, de eso se trata la economía, una ciencia social y por lo tanto no exacta, pero que ha comprendido al ser humano en su accionar y de allí derivan las políticas a aplicar, por fuera de voluntarismos y mesianismos.

Naturalmente que hay intereses en juego y, en ciertas ocasiones, las pasiones de las personas, algunas de las cuales deciden, podrán explicar algún suceso una vez, pero nunca todos los reiterados y casi calcados hechos. Es un recurso viejo y facilongo apuntar a la conspiración -si es externa mejor-, para explicar los fracasos. Todos sabemos que el entorno internacional puede ayudar o ir en contra, pero un accionar colectivo de manera conspirativa, nunca lo creí ni lo creo.

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