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Ante la acefalía en la OMC

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Foto: Reuters

OPINIÓN

La inesperada renuncia del Director General de la Organización Mundial del Comercio, Roberto Azevedo, pone en aprietos el funcionamiento del sistema multilateral de comercio.

Además, esta decisión trae a todos sus miembros, en especial a los más vulnerables, a un estado de fragilidad mayor.

Para empezar, esta vacancia sucede en concomitancia con la peor crisis económica conocida en la historia contemporánea y en medio de tensiones geopolíticas nada despreciables. El FMI estima que el PIB global va a contraerse en 3%, algo inédito en los últimos 70 años. Por su parte, la Organización Mundial del Comercio mantiene dos escenarios sobre el crecimiento del comercio internacional. El más optimista indica que el volumen del comercio caerá un 13% y el más catastrófico proyecta un 32%.

Para visualizar el futuro, es también necesario guiarnos por la historia y extraer lecciones.

Es bien conocido que en 1930, la suba de aranceles gatillada por EE.UU., desató una escalada proteccionista que encontró un buen caldo de cultivo en el nacionalismo prevaleciente en ese entonces. Eran épocas de disputa hegemónica del poder británico y, la crisis bursátil, ocurrida meses antes, había desatado una ola social de desempleo y miseria. Tarde o temprano todos los países sufrieron esta ola social, lo cual trajo consecuencias políticas y cambios de gobierno, muchas veces de corte totalitario o autoritario. También aquí, en el siempre distante Uruguay.

Este escenario global de ayer nos resulta muy familiar hoy. ¡Desgraciadamente!

Las batallas comerciales contribuyeron a que se desatara luego, la más terrible guerra que la humanidad haya conocido. Entre otras cosas, habían fallado las instituciones internacionales. Atrás quedaban los intentos de la Sociedad de Naciones y no existía un multilateralismo comercial. Este recién comienza paulatinamente con la Carta de la Habana de 1945 y el acuerdo “provisorio” del GATT en 1947. Se perfecciona luego gradualmente y cristaliza en la institución que surge de la Ronda Uruguay: la OMC.

Recordémoslo, fue este orden económico asentado en reglas multilaterales, lo que permitió un crecimiento inédito del comercio internacional en los últimos 70 años. Esto contribuyó al crecimiento económico y éste por su turno a sacar a centenares de millones de personas de la pobreza extrema. Las exportaciones mundiales pasaron de ser algo así del 3% del PIB mundial en 1945, a cerca del 25% en 2017.

Pero el verdadero valor de la OMC ha estado en limitar las políticas comerciales reaccionarias y proteccionistas. Por ejemplo, frente a la profunda crisis financiera de 2008, una de las cosas que se advirtió con optimismo, fue que al menos en ese momento existía la OMC, que contribuía a contener las reacciones individuales y no caer en un escenario como el de 1930.

La OMC proveía un marco de obligaciones con techos arancelarios y normas claras, que permitirían capear el temporal, evitar una suba excesiva de aranceles y una guerra comercial global. Se estuvo en lo cierto.

En 2008 también funcionó como un impedimento a la subida de aranceles, el hecho de tener grandes cadenas globales de valor dispersas en buena parte del mundo. Ningún país que las alojara estaba interesado en subir sus aranceles porque dependía del resto del mundo para participar en dichas cadenas. Por último también funcionó la cooperación financiera internacional y los bancos centrales actuaron en cooperación.
¡Muy poco de eso existe hoy!
Creemos que la OMC sobrevivirá y el sistema multilateral también, pero todo ello dependerá de la actitud y reacción responsable de todos sus miembros. Ahora, además de otros problemas acuciantes, tendrán que pensar en su urgente sucesión de liderazgo.

Para empezar a corregir el rumbo, es hora que los miembros asuman responsable y colectivamente tres asuntos. En primer lugar, tomar conciencia de que, sin comercio internacional fluido, no existirá un sólido crecimiento económico. En segundo lugar, elegir un grupo de mujeres y hombres que despersonalizados de ambiciones personales, puedan apoyar una defensa y reforma de la OMC (importan tanto su Director General, como el plantel de cuatro subdirectores generales representando todas las regiones geográficas). En tercer lugar, pensar el recambio de liderazgos de las tres instituciones que hacen a la institucionalidad multilateral comercial: la OMC (el parlamento y poder judicial del comercio), la Uncat (la OECD del mundo en desarrollo y centro de pensamiento del comercio), el Centro de Comercio Internacional (la institución dependiente de las dos primeras que se encarga de apoyar a las empresas comerciales de los países en desarrollo y debería ser el vínculo con el sector privado, ajeno hoy en la OMC).

Es claro que sin institucionalidad fuerte no se saldrá de la crisis y ello demanda personas bien escogidas.

Por último, en este peligroso contexto no es menor recordar que un congresista republicano acaba de presentar, con fuerza y apoyo, una propuesta para que EE.UU. se retire de la OMC. Se apellida Hawley, casualmente igual que el senador que en 1930 planteó la suba de aranceles agrícolas.

(*) Diplomático, ex Canciller de la República, OMC, UNCTAD. Columnista invitado.

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