Publicidad

Ajustes en la política de comercio exterior es fundamental para salvar la industria brasileña

Compartir esta noticia
Foto: Getty Images

OPINIÓN

El desfasaje entre las ventas comerciales y la producción industrial es el más alto desde 2003: la explicación está en el comportamiento del comercio exterior.

La industria de Brasil sigue mostrando un magro desempeño este año, mientras que tanto el comercio como los servicios se recuperaron, estos últimos en menor medida, con el enfriamiento de la pandemia. El desapego entre el desempeño de los dos primeros ha ido en aumento, alcanzando la mayor distancia desde 2003. Tomando como base de comparación el promedio de ese año, el índice de volumen de ventas comerciales fue, en julio de este año, 109 puntos porcentuales superior al de la producción física de la industria manufacturera. No es posible explicar esta diferencia, constante y progresiva, mediante un proceso de ajuste de inventarios. La explicación más plausible radica en el comportamiento del comercio exterior.

Desde 2006, el volumen de las importaciones de la industria manufacturera supera al de las exportaciones. En el momento álgido de la apreciación del tipo de cambio, en el período 2010-12, las importaciones de bienes de consumo fueron cinco veces mayores que en 2003 (en cantidad, es decir, sin considerar variaciones de precios). Hoy son 3,7 veces más grandes. El volumen de exportaciones de la industria manufacturera, a su vez, se encuentra en un nivel similar al observado en 2006.

Hubo una pequeña mejora luego de la reciente devaluación de la moneda: en agosto de este año, el nivel fue un 6% superior al observado en febrero de 2020, descontando ya los efectos estacionales. Pero todavía es muy poco para compensar esta prolongada debilidad de las ventas al exterior y la producción industrial, que actualmente se encuentra en el nivel de 2004.

No es posible que la industria se recupere con tal disparidad entre exportaciones e importaciones de sus productos. Los aumentos de ingresos, aunque sean temporales, mejoran las ventas comerciales y pueden estimular la producción industrial, pero en oportunidades donde los ingresos aumentaron en Brasil, como en la segunda mitad de la década de 2000 y principios de 2010, los principales beneficiarios fueron los importadores y productores de otros países.

Una fuga de demanda interrumpe un posible ciclo de crecimiento que podría resultar de factores exógenos como, por ejemplo, el crecimiento de la economía mundial.

La búsqueda de mercados externos podría compensar al productor por la pérdida de mercados internos; sin embargo, el mismo factor que estimuló la fuga de demanda en el caso brasileño —la apreciación de la moneda— desalentó las exportaciones, sin considerar todas las demás restricciones que enfrentan los productores locales para operar en el mercado externo: costo del dinero, estructura tributaria, logística arruinada, falta de apoyo a los exportadores en el exterior, discontinuidad de políticas, burocracia, falta de incentivos para la investigación y la innovación.

Durante estos casi 15 años de apreciación del tipo de cambio (2006-2020), los (ex) productores se adaptaron a la situación y las importaciones de insumos y bienes de capital observaron una tendencia similar a la descrita para los bienes duraderos; los primeros son actualmente 4, 8 veces mayores que en 2003 y la segunda tres veces. Esto significa que las importaciones predominaron en todas las etapas del proceso de producción: máquinas, insumos, bienes finales.

Como resultado, la demanda de trabajadores en la industria también se redujo drásticamente.

Es habitual contrarrestar, en relación con todos los argumentos presentados anteriormente, que la economía brasileña está cerrada y la apertura comercial es fundamental para aumentar la productividad. De hecho, hacer que el país participe más en el comercio internacional, lo que requiere de una mayor eficiencia y competitividad por parte de las empresas, además de posibilitar el acceso a las nuevas tecnologías (cuando estén disponibles), contribuye al crecimiento del país. El problema es que nuestra liberalización comercial siempre ha favorecido las importaciones y, de hecho, ha contribuido poco a estimular las exportaciones.

En base a la estimación de dos indicadores importantes, como ser el coeficiente de exportación (índice del volumen de exportaciones en la industria manufacturera dividido por el índice de producción física en el mismo sector) y el coeficiente de penetración de las importaciones (volumen de las importaciones industriales de transformación dividida por el consumo aparente de bienes industriales), se puede observar una diferencia bastante significativa en la evolución de ambos: el coeficiente de exportaciones, según este criterio de cálculo, es actualmente, tras una mejora reciente, un 40% superior al observado en 2003; y la penetración de las importaciones son 2,9 veces mayores sobre la misma base de comparación.

No hay industria que sobreviva en este escenario. Es urgente que la política económica priorice el apoyo a las exportaciones cuyo valor agregado sea mayor al correspondiente a las importaciones. La apreciación prolongada hace que este esfuerzo sea aún más necesario; posiblemente también será necesario ajustar la estructura tarifaria para reequilibrar los precios relativos, dado que los productores nacionales se han adaptado al valor de la moneda que ha prevalecido en las últimas décadas, pero tal ajuste solo puede adoptarse en el conjunto de un amplio rango de medidas y condicionadas a la expansión de las ventas externas.

De lo contrario, nuestra industria seguirá marchitándose y nos convertiremos en un pequeño almacén que, gracias a sus ventajas comparativas, también produce commodities.

gráficos

(*) Coordinador ejecutivo del Foro de Economía de la Fundación Getulio Vargas y profesor de FGV EAESP (Escuela de Administración de Empresas de Sao Paulo). Artículo publicado en la revista Cojuntura Económica de FGV IBRE.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad