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El ajuste de la crisis en base a sueldos bajos

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Grupo de personas esperan para entrar en una oficina de desempleo. Foto: Reuters
Un grupo de personas esperan para entrar en una oficina de desempleo, en Madrid, España. 3 de enero de 2014. El número de personas registradas como desempleadas en España cayó un 2,99 por ciento en mayo respecto al mes anterior y por debajo de cuatro millones por primera vez en seis años, mostraron el jueves datos del Ministerio de Trabajo. REUTERS/Susana Vera/File Photo ECONOMIA-ESPANA-DESEMPLEO
© Susana Vera / Reuters

Diez años después de la crisis que arrancó en 2008, la economía española está produciendo lo mismo con casi 2 millones de ocupados menos.

Desde que estalló la crisis del euro, el diagnóstico de Berlín y el BCE fue meridiano: el endeudamiento de la periferia no era más que un reflejo directo de la pérdida de competitividad. En esos momentos, España compraba mucho más de lo que producía y, por lo tanto, tenía que tomar prestado del exterior para pagarlo. Solo en 2008 se pidieron unos 100.000 millones de euros. Con la entrada en el euro, la financiación barata que obtenía España por pertenecer al mismo club que Alemania disparó la ilusión de riqueza y los salarios subieron incluso si la capacidad adquisitiva no aumentaba. En ese contexto, la productividad se estancó. Y la competitividad se deterioró.

La canciller alemana Angela Merkel porta entre sus papeles un gráfico de los costos laborales unitarios o CLU. ¿Y qué es eso? Pues cuánto cuesta producir cada unidad de PIB. "Se trata de una medida bastante extendida para saber cuál es la competitividad por salarios de un país", explica el economista José Domingo Roselló. En cuanto comienzan las turbulencias, esta se mira con lupa y se graba a hierro y fuego como la nueva regla de juego en la zona euro. Mientras Alemania los había mantenido congelados, la mayoría los había disparado. Entre ellos España. Hasta entonces los españoles habían vivido los beneficios del euro: una financiación muy barata. Pero la contrapartida no se había padecido: "En el pasado, la peseta se depreciaba o devaluaba para contrarrestar la pérdida de competitividad, lo que permitía hacer el ajuste por la puerta de atrás y acarreaba una sustancial pérdida de capacidad adquisitiva al comprar productos importados", comenta Roselló. Una vez desaparecida la peseta, la mano de obra española estaba encerrada dentro de la misma moneda con los productivos trabajadores alemanes. Nadie se lo explicó a los españoles.

Tras años sin hacer los deberes, en España se impuso sin remedio una gran devaluación salarial. Y la restricción financiera y el ajuste fiscal echaron todavía más gasolina al fuego. Lo demás lo hizo un sistema laboral arcaico a la vez que perverso: "En España, la legislación estaba diseñada para proteger al cabeza de familia. Solo se reformó con la democracia flexibilizando el contrato temporal. En cuanto vienen malas, la flexibilidad es inmediata y se traduce en despedir temporales sin costo para la empresa", explica un experto laboral. ¿Y quiénes tenían esos trabajos temporales? Pues los jóvenes y los poco formados. De ahí que el primer ajuste se ensañase con ellos perdiendo el empleo. Se empieza a hacer más con menos.

Pero la cosa no queda ahí. A partir de 2011, comenzaron además las rebajas de salarios, antes incluso que se aprobase la reforma laboral a mediados de 2012. Además, las estadísticas corroboran otra realidad: el ajuste se ceba más con los salarios bajos. Si se toma la Encuesta Anual de Coste Laboral del INE, entre 2008 y 2016, una vez descontada la inflación, el salario medio en la hostelería pierde casi un 12% pese a la baja inflación. Las actividades artísticas y recreativas, las administrativas y otros servicios acumulan pérdidas del entorno del 10%. Y precisamente son las que menos ganan.

Por el contrario, aguantan los más formados como las actividades científicas, que se quedan igual. La industria gana un 2%, probablemente porque los que no perdieron el empleo se beneficiaron de la recuperación de las exportaciones. Y las eléctricas incluso ganan un 3% a pesar de tener los sueldos más altos.

Y lo mismo indica el decil de la Encuesta de Población Activa, que divide a los trabajadores en diez grupos según sus ingresos. Esta estadística revela que entre 2008 y 2015 el sueldo del 10% que menos gana pierde en torno a un 15%, frente al 5% que se deja la franja intermedia. En claro contraste, el 10% más alto mantiene su poder adquisitivo. Y este fenómeno se refuerza por la globalización y la expansión de las tecnologías.

Y la polarización también se detecta en las cifras del PIB. Con 1,9 millones menos de ocupados, la remuneración total de los asalariados ha descendido con la crisis un 12% descontando la inflación.

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Grupo de personas esperan para entrar en una oficina de desempleo. Foto: Reuters

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