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¿Se afloja el cinturón?

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Foto: El País

OPINIÓN

A propósito de Brasil y los anuncios sobre el Arancel Externo Común del Mercosur.

El Mercosur constituido (o mejor dicho soñado) como un Mercado Común que con el devenir del tiempo se fue quedando a mitad de camino, funcionando en la práctica como una unión aduanera imperfecta, tiene dos características vigentes y sobresalientes: el comercio libre, salvo excepciones, entre los estados miembros y un arancel externo común (AEC) que sintetiza la política comercial común, el vinculo común con el resto del mundo.

El AEC funciona como si pudiéramos trazar un cinturón imaginario bordeando los cuatro países fundadores (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y que para entrar, traspasar ese cinturón, las condiciones son básicamente las mismas con independencia del punto donde esa entrada se produzca. Cinturón común, que desde la constitución del bloque, ha sido un gran cinturón protector de las industrias locales. Así pues, a modo de ejemplo, los bienes producidos en Argentina logran entrar y comercializarse en Brasil sin aranceles, mientras que los productos originarios de otras latitudes al entrar al mercado norteño deberán pagar aquel arancel común acordado entre todos.

La gestión errática del bloque, entendió en mala medida al AEC. No como herramienta de vínculos con el resto del mundo, sino como si fueran los limites autoimpuestos con él. Durante años, las dos principales economías del Mercosur creyeron en la posibilidad del desarrollo económico mirando únicamente nuestros ombligos, reivindicando a ese cinturón protector intra-bloque. Como resultado de lo anterior, el Mercosur se ha transformado en la zona más proteccionista del mundo (aranceles).

Moneda de cambio que se devalúa

El AEC, percibido y sufrido desde terceros países como el precio o “peaje” que debe pagar su producción para entrar a nuestros mercados, es una de las grandes monedas de cambio que se reserva el Mercosur, en posibles negociaciones de acuerdos corrientes y futuros. Es decir, tener la posibilidad de bajar esa barrera en una oferta de negociaciones, suena muy atractiva para cualquier país o bloque que pretenda comercializar por esta región. Así visto, queda reducida a una mínima oportunidad una futura reducción. Aguardar el devenir de hipotéticas negociaciones, mientras el Mercosur seguiría siendo una de las zonas más proteccionistas del mundo, con aranceles reducidos, sólo para aquellos mercados con los cuales habría acuerdos vigentes.

¿Es ilógico pensar en una reducción unilateral desde el Mercosur? ¿Qué podría tener de ventajoso tal medida? ¿Riesgos? Seguramente la lista de preguntas sea más extensa en torno a este tema. Nótese que seguimos con el mismo “chip ombliguista” creyendo que el Mercosur establece las grandes líneas del comercio mundial. Mientras nuestro bloque no ha modificado sus políticas centrales en más de 25 años, diversos países y regiones del mundo han avanzado no sólo en acuerdos, sino en aperturas unilaterales, con reducciones periódicas de sus aranceles medios. La reciente ola proteccionista, liderada por EE.UU., no viene a relativizar lo antedicho. Viene a confirmarlo. A confirmar esa gran tendencia internacional verificada en las últimas décadas.

Reducciones unilaterales del AEC por parte del Mercosur podrían tener dos claros objetivos: a) poder adquirir del resto del mundo bienes a un costo de internalización meno, provocando quizás mayores niveles de eficiencia. Y b) una señal firme y fuerte de apertura frente al resto del mundo. Así, mostrando las cartas de intención real de cooperación por mayor intercambio comercial internacional.

En esa línea ha estado trabajando Brasil, que ha entendido que su visión de autosuficiencia histórica parece agotarse. Que el desarrollo pasa en buena medida por producir para que el mundo consuma made in Brasil y que producción de otros países pueda entrar con menores restricciones a su mercado.

Argentina, sumida en sus crisis crónicas, ha manifestado su oposición a cualquier intento de reducción unilateral. Fundado rápidamente por dos razones: apertura de su economía implicaría competencia a su alicaída industria local y sobretodo perder una de las grandes ventajas competitivas que tiene: ser (junto a Paraguay y Uruguay) los únicos países del mundo en entrar sin aranceles a Brasil. Reducciones unilaterales del AEC implicarán que las industrias locales deban competir en mayor igualdad de condiciones con la producción de otras latitudes.

Los riesgos antes mencionados también aplican para Uruguay. Lo que sucede es que nuestra producción depende mucho menos del mercado de Brasil, y aboga por niveles de mayor apertura del bloque. Abrirse al mundo implica poder vender y tener que comprar y competir en otro modo, con otras variables.

Reducción del AEC: un síntoma más

Brasil ha anunciado su intención de reducir el arancel externo común para determinados productos para iniciar un camino de reducción más abarcativo. Los primeros ítems son el trigo y el arroz, si bien se aducen temas de desabastecimiento, que por cierto es una herramienta que tienen los países del Mercosur para apartarse de las reglas generales, en la práctica, comienzan a marcar el tono de distanciamiento per sé sobretodo de Argentina.

Se podrá decir “nada nuevo bajo el sol”. Las divergencias entre las dos mayores economías se profundizan. El vicepresidente de Brasil, días pasados, planteó públicamente sus quejas por las trabas para arancelarias que Argentina mantiene a la producción brasilera, contrarias a las buenas prácticas de la OMC.

Brasil no se queda atrás. Políticas de avance y promoción de explotación minera y energética del Gobierno sobre la Amazonia, genera controversias en Europa y le pone freno al mentado acuerdo entre el Mercosur y la UE.
Mientras, Uruguay actor pasivo, ve como el tiempo pasa, y continua entrampado en un complejo entramado de vínculos que le son ajenos. Días pasados, el Presidente Lacalle dio algunas señales afirmando que los acuerdos no son una prioridad, que lo prioritario es colocar productos.

Dicho de otro modo: la realidad, porfiada y tozuda nos vuelve a colocar lejos de alcanzar una posición común de apertura del bloque, pero a la vez la opción del portazo sigue sin ser opción.

Apertura de mercados, imprescindible para la generación de trabajo y oportunidades de calidad, se sigue pareciendo más a un trabajo bilateral que Uruguay debe enfrentar sin pausas ni resignaciones, de dialogo y esfuerzo diplomático por reducir barreras, que una acción coordinada de apertura comercial del bloque Mercosur.

(*) Director de UCU Business School.

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