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Abusos y economía de la salud

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Los avances en equidad de género no son una garantía contra los abusos que sufren las mujeres.

Uruguay fue el país del mundo que más retrocedió en el índice de equidad de género. Así lo señalaban las cifras del Global Gender Gap Report, que se dieron a conocer días atrás.

Los abusos que sufren las mujeres tienen un costo. Algunas de las consecuencias son la transmisión de enfermedades, y el deterioro de la salud mental y el bienestar social. Incluso puede desembocar en la muerte.

También el abuso está asociado a peores resultados laborales y mayor estrés financiero. El abandono del puesto de trabajo termina siendo la manera de escapar a un ambiente laboral tóxico y riesgoso.

Junto a Mariana Leguisamo, en el centro de investigaciones en economía aplicada de la Universidad de Montevideo, decidimos explorar los datos de 470 mil mujeres provenientes de 50 países. Encontramos algo raro: mejorar en el índice global de equidad de género no garantiza una menor cantidad de abusos. Es un llamado de alerta.

Radiografía mundial del abuso

Empleamos en nuestro estudio buenos datos individuales de violencia y abuso. La fuente es la DHS (encuesta mundial sobre demografía y salud).

Esta encuesta se realiza con los más altos estándares de recolección de información y de controles éticos. Los encuestadores son entrenados para asegurar la absoluta privacidad, interrumpiendo o terminando la entrevista ante cualquier atentado a la privacidad. Solamente una mujer por casa —elegida al azar— es entrevistada específicamente sobre violencia de género.

Esto asegura que ninguna otra persona de su hogar conoce los temas que se trataron en esa entrevista. Al concluir la entrevista se les entrega información sobre servicios a los que acudir en caso de ser víctima de violencia.

Los resultados que obtuvimos son contundentes. Es una pandemia. A nivel mundial, una de cada diez mujeres, de edad entre 18 y 49 años, fue víctima de abuso sexual al menos una vez en su vida. Otro dato, los países difieren bastante en la magnitud de esta plaga: en Camerún, las víctimas son una de cada tres mujeres. Tremendo.

Las mujeres que tienen entre 30 y 34 años son las que reportan en mayor proporción haber sufrido abusos. Los ámbitos urbanos y rurales tienen similares tasas de abusos. También los datos señalan que las mujeres que ya no viven con su pareja son las reportan las tasas mayores de abuso. Las tasas menores de abusos las reportan las mujeres casadas y las que nunca han estado en pareja. Nuestro estudio también muestra que, a mayor educación de la mujer, menor tasa de abuso. Finalmente, los datos señalan que tener mayor riqueza no parece garantizar un entorno más seguro para la mujer.

¿Quiénes son los perpetradores del abuso? La mayoría de los abusadores son amigos, conocidos, novios y ex novios, especialmente para las mujeres entre 15 y 20 años. Una proporción grande también son aquellos victimarios totalmente extraños a la víctima. Y si a estas categorías le sumamos la pareja o marido, llegamos al 60%. La categoría de perpetradores que menor peso tiene en los abusos son los sacerdotes y líderes religiosos.

La paradoja Nórdica

Investigadores como Carrie Yodanis, de University of British Columbia, ofrecen algunas pistas para explicar la violencia que sufre la mujer. Primero, el dominio que el hombre ejerce en los ámbitos políticos, económicos, etc. reproduce y legitima la dominación sobre la mujer. Segundo, cuando se instala en una sociedad la idea de: “la violencia no está tan mal”, entonces ya nadie se queja, y se perpetúa así el abuso. Se podría pensar entonces que sociedades más igualitarias protegerían más a la mujer contra los abusos. Lamentablemente no es así.

Los países nórdicos se encuentran entre los países más igualitarios del mundo. Pero, al mismo tiempo, presentan unas tasas de violencia contra la mujer que son desproporcionadamente elevadas. Es lo que se conoce como “la paradoja Nórdica”. Una posible explicación de las altas tasas de violencia contra la mujer en países igualitarios es la respuesta hostil y sexista de algunos hombres frente a las conquistas sociales en favor de la mujer. La literatura científica no tiene una respuesta final para esta paradoja, pero es clave seguir estudiando para prevenir los abusos de manera más efectiva.

El índice Global Gender Gap

Este índice se lanzó en 2006. Recoge información de unos 150 países. El foco es medir el progreso hacia la paridad de género en una escala del 0 (disparidad) al 1 (paridad). Incluye cuatro dimensiones o subíndices: (1) Oportunidad y participación económica; (2) Logros educativos; (3) Salud y sobrevivencia; (4) Empoderamiento político. Sorprendentemente, en el estudio que hicimos con Leguisamo, encontramos que, a mayor equidad, mayor abuso. Increíble, pero es así.

Otro descubrimiento interesante: si tomamos cada uno de los cuatro subíndices por separado, encontramos que el único que predice menor abuso es la educación. En otras palabras, cuantos mayores logros educativos consigue la mujer, menores son los abusos que sufre. Aquí sí hay una pista importante para desarrollar políticas preventivas de abusos: apoyar la educación de la mujer, especialmente de las más vulnerables. Fortalecer y expandir programas educativos de calidad es una oportunidad única para impactar positivamente no solo en las mujeres sino también en sus familias y comunidades.

#MeToo

El movimiento mundial #MeToo ha empujado a prestar una renovada atención al tema del abuso sexual. A pesar de este foco renovado, el abuso sexual es raramente considerado un problema de salud para la sociedad.

Además de sufrir ostracismo social, las víctimas del abuso pueden sufrir consecuencias psicológicas adversas como la depresión y la ansiedad. Y a esto se suma el daño financiero, no sólo a las víctimas sino también a la sociedad en su conjunto. Nuestro estudio es el primero en señalar que una mejora en el índice de equidad de género no garantiza una menor cantidad de abusos. Que internacionalmente se tome conciencia de esta realidad es un llamado a la acción, pero también a la precaución: los diseñadores de política deberían tratar de identificar los factores que realmente explican el abuso sexual que sufren las mujeres.

(*) Decano de Ciencias Empresariales de la Universidad de Montevideo.

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