OPINIÓN
Al haberse alcanzado un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, se presentan oportunidades —no certezas— para consolidar lo que por ahora es solo una buena noticia.
Como se sabe, para que el acuerdo entre en vigencia es necesario que en lo comercial lo apruebe el Parlamento Europeo, que en lo que suponen decisiones políticas lo aprueben los 28 Estados, y hace falta también la aprobación de los cuatro Parlamentos del Mercosur, ya que como se sabe el Parlasur no tiene —afortunadamente— el atributo de la supranacionalidad en sus decisiones. Se sostiene que el proceso durará dos años.
Es claro que se han alineado los astros para que esto ocurriera, ya que por ejemplo la Unión Europea se ha visto impulsada a no quedar fuera de los arreglos que se vienen gestando entre China y Estados Unidos, lo que aceleró su afán negociador.
A esto hay que sumarle que como no ocurría hace mucho, Argentina y Brasil están de acuerdo en avanzar en su inserción al mundo, en lo que hay responsabilidad directa de Macri y, especialmente, del poderoso Ministro da Fazenda Paulo Guedes, capaz hasta ahora de cambiar el enfoque proteccionista de la política comercial de Brasil. Pero más allá de efectos comerciales que se irán conociendo, hay ventajas que empiezan para el país desde ya. Una primera es que nuestro país sale en una foto diferente a la que nos tenía acostumbrados hasta ahora con Cristina, Lula, Castro, Ortega, Maduro, etc., en una figuración internacional que tiene costos para la imagen del país. Es muy bienvenida por tanto esta aparición al lado de países serios, previsibles, que forman parte de una identidad cultural que es la nuestra, no al lado de aquéllos.
Precisamente, esta realineación del país va a suponer dolores de cabeza para el gobierno, ya que en Argentina y Brasil se presenta este acuerdo por parte de la oposición como un acuerdo de derecha, tal como lo califica por ejemplo el kirchnerismo. Aquí, para variar, ya se escuchan voces contrarias —el Pit Cnt ya— solo que en este caso esas voces son hasta ahora del propio partido de gobierno.
Comercio
En lo estrictamente comercial, las exportaciones de productos del agro en algunos casos ya empiezan a acceder con arancel cero, y en otros como la carne por ejemplo, que es sensible para Europa, aunque los aranceles de acceso corriente no se rebajan por ahora, se logran nuevas cuotas y reducciones arancelarias dentro de cuotas vigentes como la Hilton. Y en 10 años que no es nada, todo el mundo agropecuario y agroindustrial tendrá acceso libre a Europa, y seguramente mucho antes ya existan buenos negocios. Frutas, casi todos los granos, vino, cítricos, habrá allí ventajas desde ya, aunque no creo que esto sea lo más importante. Hay también sensibilidades del Mercosur en muchos de sus productos industriales, metalmecánica, automotriz, que en 15 años —que tampoco es mucho— entrarán sin impuestos, para felicidad del consumidor, el hombre de a pie, que es el gran ganador de este acuerdo.
El punto clave es que a partir de ahora el acuerdo puede ser un impulso para realizar reformas que en cualquier caso habría que hacer. Es obvio que con esta presión fiscal, con estos costos, con este precio y productividad de la mano de obra, va a ser difícil competir con países que tienen entre ellos libre circulación de bienes y de factores como el propio trabajo. Pero precisamente esta asimetría es la oportunidad grande de trabajar con tiempo en nuestro costo por dos andariveles. Por una parte, al no haber saltos arancelarios en Europa entre materias primas y productos terminados, si se hacen las cosas bien es factible que se industrialice mucho más nuestra oferta de materias primas. Y del mismo modo, si se aliviana nuestro inadecuado costo país, es posible que algunas industrias que hoy no parecen tener futuro, probablemente lo tengan también: por ejemplo manufacturas de cueros y lanas, incluso algo de metalmecánica, difícilmente de autos.
Inversiones
Pero lo que más me entusiasma del acuerdo, mucho más que su contenido comercial que también será con el tiempo interesante, es que el país adquiere un sistema de reglas que tiene que cumplir, que aportan invariabilidad a las políticas públicas y con ella certezas para la radicación de inversiones. Es verdad que si no se hacen reformas en el Estado, en nuestro sector energético, en nuestras tarifas, si no cambiamos nada va a ser difícil aprovechar los caminos que se abren, pero trabajando mucho.
Es una oportunidad de cambiar la asignación de recursos con tiempo. Pero además, es seguro que hay un nuevo relacionamiento entre los países del Mercosur, que puede lograr —con Cristina y Lula era imposible— nuevos acuerdos que valen no solo por el comercio sino por su aporte a la invariabilidad del sistema de reglas. Y si esto es así, quizás mejore nuestra conducta recíproca de incumplidores contumaces que tenemos los 4 países de esta región respecto de lo acordado entre nosotros en el Mercosur.