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Virtudes y vicios

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El hombre moral contemporáneo miente. Los hombres mienten desde siempre pero el hombre de estos tiempos miente más. Se miente por miedo, por vergüenza, por cinismo, por vanidad o por lo que sea. Se miente y se miente mucho por estas latitudes.

WASHINGTON ABDALA

Las virtudes del presente hacen que la mentira tenga lugar: el éxito, los oropeles, la fama y ser "popular" ambientan a que haya cada vez más mentiras. "El poder" ya no es una virtud sino su representación ficcional en el imaginario colectivo. Una sanata, digamos, que gusta más que la realidad. Y eso funciona: por eso la gente en las redes sociales miente a cara de perro, se saca fotos mostrando una "felicidad" que no posee y los medios de comunicación social producen "personajes" que duran lo que un lirio. La fama ya no llega como una consecuencia "de" sino como una búsqueda "per se". ¡Quiero ser famoso! dicen muchos (y muchas) y no reparan en el mensaje, solo lo expresan de manera frontal y alcanza como dato revelador de un deseo social con densidad propia.

Claro, los vicios del pasado tampoco existen más. Un corrupto eficaz es aplaudido de manera explícita y hasta admirado por muchos (todo lo que sucede con los narcos revela eso en buena parte del mundo, la propia entrevista de Sean Penn al Chapo Guzmán dejó entrever ese talante). Un empresario habilidoso que supo obtener prebendas del Estado a su favor, acá en la Banda Oriental no siempre es mirado con ojos críticos, muchos —aún hoy— creen estar delante de un habilidoso y de un hombre de éxito (¿doy nombres? No es necesario, ¿verdad?, todos pasaron por el BROU).

Lo paradójico de este asunto de la mentira es que todos somos conscientes de la misma y somos cómplices de alguna forma. No me estoy refiriendo puntualmente al caso del "Licenciado", que es mayestático, digo en general (ahora Raulito puede asumir su ignorancia tranquilo). Como "contemporáneos" me refiero. Evo Morales tenía amante e hijo. Mentía. Lula no contaba toda la plata que hacía y cómo la hacía. Mentía. Cristina mentía diariamente. Mitómana. Clinton nos gastó con que "no tuve relaciones sexuales" y Mónica Lewinsky mostró la pruebita. Bush nunca vio las armas químicas de Saddam Hussein. Todos mentían. Mentían, mentían y mentían. ¡Y dale que va!

En este país también mienten. Los gobernantes (muchísimos) mienten a cara de perro y hay que aguantar y morder el trapo para no maldecirlos por cretinos. ¿No era que todo venía bien y ahora hay que andar prendiendo velas para que no nos quiten el "grado inversor"? ¿O la inflación prometida al 5% no es la del 10% verdad? Nos mintieron, punto. O sea, si se alcanzó el poder con una mentira, luego no debiera ser tan complicado entender que habría más mentiras. La mentira hipotética fundamental existió desde el arranque. ¡Pobres los ingenuos que creyeron el chuco! (bah, pobres todos.)

Es cierto, los "honestos" no están de moda. Hoy la mano viene de ir logrando que cada uno vaya atrapando pedazos de lo que sea para ir "salvándose". El honesto es un gil, un nabo, un croto que no termina de entender el salvaje mundo capitalista. El honesto es débil, por eso muchas de las familias influyentes de este país (de izquierda y derecha) en lo político, en lo económico, en lo social, se parapetan en claves de poder y juegan sibilinamente haciendo creer que son iguales a los demás cuando es obvio que no lo son. ¡Sorry, pica, veo como vivís, veo en que trabajás y veo que me mentís! Eso es lo que pasa hoy. Los "signos exteriores de riqueza" para una sociedad visible, en redes, pequeña, comarcal, comunicada y controlada a sí misma son elocuentes y hablan solos. Todo se ve, todo se sabe, todo se conoce en estos tiempos bancarios de "conozca su cliente", de huellas dejadas desde el celular hasta la computadora, charlas de WhatsApp y casas que marcan tu nivel de ingresos. No se puede negar lo que un simple hacker obtiene de manera bastante sencilla.

Vaya uno a saber como termina esta película acá. Seguramente mal para mucha gente . Los buenos del presente serán los malos del mañana y así corsi e ricorsi. Eterno péndulo, eternos problemas y eterna mediocridad que no queremos quebrar jamás. Los hombres obran el mal a menos que la sociedad los obligue a optar por el bien, decía sabiamente Maquiavelo. Y tenía razón.

Cabeza de Turco

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