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Una vida alternativa

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Una vida cerca de la naturaleza y en comunidad es lo que más atrae a quienes se instalan en Remanso de Neptunia. Fotos: Darwin Borrelli.

A solo 36 kilómetros de Montevideo, un balneario sin acceso a la playa es el lugar elegido por quienes huyen del ruido y el cemento de la ciudad.

Es viernes de tarde y Sabina Delahanty (25) y Ana Dobroyan (28) juegan con sus tres hijas y dos perros en el terreno que rodea su casa, en Remanso de Neptunia. Sabina, pies descalzos y algunas manchas verdes en la ropa, acababa de hacer una pausa en la tarea que la tenía ocupada: pintar las paredes del dormitorio de su beba de un año. En ese mismo terreno conviven tres familias y tres casas de barro con techo de chapa. Al fondo, unas macetas de florales se mezclan con la ropa limpia recién colgada. También hay maíz, una pila de leña y algunos objetos para reciclar. Después de varios de lluvia por fin salió el sol. Y Sabina y Ana, artistas de circo, aprovechan para disfrutar del paisaje natural en el cual eligieron vivir.

Pero no fue solamente el entorno de pinos, arroyos y pájaros el que las atrajo hasta Remanso, el balneario más barato y menos requerido de la Costa de Oro. También fue la posibilidad de vivir en comunidad, lejos del ritmo siempre apurado y más individual de la ciudad. "Buscaba un lugar tranquilo y me enteré de que acá había mucha gente que se organizaba para hacer cosas con propósitos en común, desde comprar la comida hasta limpiar el monte o hacer funcionar la escuelita", cuenta Ana (foto de portada). "En la ciudad hay más gente pero tenés menos trato con el de al lado. Acá somos menos pero hay más relación, más diálogo, más comunicación... Allá siempre están apurados o en otra, acá es distinto".

Ubicado a la altura del kilómetro 36 de la ruta Interbalnearia, enmarcado entre los arroyos Pando y Tropa Vieja, Remanso es un balneario sin bajada directa a la playa. Históricamente, quienes llegaban hasta allí buscaban más una solución de vivienda que hacer turismo. Pagaban precios "accesibles" o, directamente, ocupaban los lotes libres. Hoy ya casi no quedan terrenos disponibles y, aunque hay alguna construcción en bloque o ladrillo, la mayoría de las casas están hechas en barro o madera.

Es que en los últimos 15 años Remanso también se fue poniendo de moda. O al menos eso ocurrió entre quienes buscan un estilo de vida diferente, ese que algunos llaman hippie y otros alternativo. "Muchos gurises se vinieron para esta zona porque vieron una posibilidad de construirse su ranchito. Durante un montón de años se ocupó o se compraba muy barato", recuerda el músico Ney Peraza (55), con rancho propio frente al arroyo Pando hace unos 15 años. "El que se viene para acá afuera es difícil que se vuelva a la ciudad, entrás en una sintonía que después no te fumás mucho Montevideo". Por esas características y "vaya a saber por qué otras", resume, la zona se pobló de artistas y artesanos.

Él —músico, director de coros y fotógrafo amateur—, es ejemplo viviente de ello. "Yo soy de Tacuarembó, amo el campo y el monte, pero durante toda mi vida tuve un sueño recurrente: estaba a orillas de un río o de un arroyo pescando. Y bueno, cuando me mudé para acá no soñé más", dice y larga una carcajada. Su casa de madera, que en verano se convierte en parador y centro cultural —de hecho, "lo de Ney" es punto referente de la movida de Neptunia y alrededores— está construida sobre un terreno costero ocupado, igual que sus vecinos. Salvo él, todos son pescadores o lo terminaron siendo.

Desde la ventana de su dormitorio, en el nivel más alto del rancho de dos pisos, Ney ve el arroyo, las dunas y, al otro lado, el Río de la Plata. "La gente que se muda para acá tiene determinado perfil. La mayoría busca una vida lejos de la locura y por eso hay muchísimos artistas. Sin dudas es mucho más inspirador vivir acá que en 18 y Río Negro". A él la mudanza a Neptunia le despertó una nueva pasión: la fotografía. "Este es un lugar privilegiado, tenés las puestas del sol sobre el arroyo y los amaneceres donde el arrroyo se junta con el mar".

Salvando algunas diferencias, muchos le encuentran a esta zona más de una coincidencia con la rochense Valizas. "La parte en la que el arroyo se une con el Río de la Plata es muy valicera. En verano, cuando abre el parador, se arman buenos festivales y es re-Valizas ese lugar, con los pescadores, la velas, los músicos…", opina Sabina.

Pero la movida artística empezó bastante antes de que Ney abriera las puertas de su casa a la música. Leticia Moreira (66), actriz con carrera en Buenos Aires, fue una de las primeras en poblar el lugar hace casi 40 años, cuando tener baño con azulejos hasta el techo era todo un lujo. "Acá siempre hubo cabeza independiente y creativa. Llegaba gente con ganas de hacer cosas, con espíritu fermental y necesidad de unirse", recuerda. Junto a su hijo Marcos Abramovich, ella organizó las primeras "fiestas de la Luna" en el jardín de su propia casa.

Buena parte de esa energía es la que desde hace cinco años se canaliza en el parador de Ney, por donde han desfilado artistas como Leo Maslíah, Julieta Rada, Pitufo Lombardo, Walter "Nego" Haedo y los hermanos Ibarburu, entre muchos otros. Los shows son a la gorra y se extienden hasta la madrugada. "La mayoría de los músicos, que son amigos, no tocan de esa forma, pero acá venían también porque había tanta gente que el resultado final era algo digno", cuenta Ney. Al no tener acceso a la calle, la bebida y comida se suele transportar en bote. Incluso la heladera que abastece al parador llegó por agua.

Hoy el músico ya no vive en Neptunia todo el año, pero va allí siempre que puede. Y cada sábado ensaya con sus coros Oigo voces y Yapiré. Con una dinámica más de barrio que de balneario, los habitantes de Neptunia y Remanso se conocen, se saludan con un beso y "tienen ganas de socializar". "Cuando vivía acá a veces extrañaba estar solo un rato, eso pasa mucho", bromea mientras despide a Alejandro Elías, un argentino que llegó por unos días y se quedó, cuidando el rancho de Ney, ya van a hacer ocho meses.

Energía.

En una sola cuadra de Remanso puede haber cocineros, artesanos, constructores y terapeutas. Muchos trabajan desde su casa, otros en la zona que se extiende hasta Maldonado y algunos pocos todavía son "económicamente dependientes" de Montevideo. Pero más allá de los diferentes oficios y profesiones, existen varias iniciativas en común. "Ahora hay un grupo de jóvenes que están limpiando y activando la plaza, haciendo juegos de madera para los niños... Y todo desde la autogestión y las ganas, que es algo que se mueve mucho en Remanso. Hacemos las cosas de corazón porque todos queremos habitar un mundo mejor", cuenta Sabina.

En ese sentido, el mayor logro de los vecinos es la escuela comunitaria, que funciona desde hace diez años donde antes estaba el club del balneario. A orillas del arroyo Pando y rodeada de un bosque de pinos, tiene 20 alumnos de hasta 4 años y es completamente gestionada por los padres. "Es la forma que encontramos de tener la libertad de crear la educación de nuestros hijos acorde a nuestra forma de vivir", explica Ana, mamá de un alumno e integrante de varias comisiones, entre ellas finanzas.

Los únicos que no son padres y trabajan en la escuela son los docentes. La cuota mensual es de 1.500 pesos. Además, tienen una cooperativa de consumo, promueven jornadas de limpieza o pintura y organizan festivales de arte y música para juntar fondos. "La escuela invita a la participación de los padres, que nos acompañamos y ayudamos. Los lazos entre los niños y con las familias se dan desde ese lugar".

Para quienes viven en Remanso, la ubicación de la escuela es estratégica. Allí se siente una energía especial que se transmite a los niños. Lo mismo, dicen los vecinos, ocurre en varios rincones del barrio y funciona como imán para los nuevos pobladores. "Es cierto que acá suceden cosas bastante fuertes energéticamente — reflexiona Sabina—, quizás sea que estamos entre los arroyos, o simplemente la naturaleza, porque estar en contacto con ella eleva la energía, genera vibraciones más altas que en medio del cemento".

De hecho, durante años allí tuvo su base el movimiento espiritual Camino Rojo, liderado por el escritor Alejandro Corchs, ahora radicado en Rocha. Y no es el único, también hay seguidores del Camino Guaraní.

Progreso.

Lucile Dané (36) es francesa, vivía en el Prado y conoció Remanso gracias a las actividades artísticas de la escuela comunitaria. Después conoció a Sebastián Pirotto (38), su pareja. Y la mudanza fue inevitable. "En una época la escuela organizaba unos festivales que eran un despelote, una movida colectiva tan fuerte y tan bella… Y todos los años volvía a participar. Entonces me dije: Si tengo que elegir un lugar para vivir quiero que sea acá".

Su primer gran proyecto en Remanso fue su propia casa. Desde la calle, la fachada llama la atención. No solo porque combina sectores de ladrillo con otros de barro y madera, sino porque tiene una suerte de mural pintado a mano. Si Sebastián es el constructor, Lucile es la artista. "Es nuestra casa pero también es una investigación, fuimos probando qué funcionaba y qué nos gustaba". Y siempre hay algo por hacer, mejorar o ampliar. "Una cosa que aprendí en Remanso es que todos los pasitos, todo lo que hemos podido hacer, fue disfrutado. Acá nadie sufre, es una elección. Es nuestra realidad y estamos felices".

Su historia, que ahora se completa con un hijo de cinco años, es común a la mayoría. "Nosotros llegamos acá por elección, por tener mayor contacto con la naturaleza, pero también por una búsqueda de un techo accesible", cuenta todavía con tono extranjero. "Mi compañero sabía que acá había una movida comunitaria que estaba empezando y quiso probar. Y en todos estos años la gente que fue cayendo aspiraba a eso mismo, a un mundo más comunitario".

Si bien hoy ese tipo de vecinos todavía son mayoría, el rótulo de colonia hippie y naturista acercó a muchos curiosos con ganas de probar una experiencia de vida diferente. Hoy, Lucile siente que el barrio "está saturado", sobre todo con gente que llegó con sus camionetas 4x4 y construyó casas de bloque. "Se puso muy de moda y trajo gente rica que no entiende el concepto de que acá lo valioso es lo natural, que la idea no es pelar todos los terrenos… Está todo muy mezclado".

Sabina, instalada hace solo cuatro años, coincide en que en Remanso hay todos los perfiles políticos, culturales y socioeconómicos. Si bien hay momento o temas que generan algún tipo de discrepancia, por ahora todo conviven "en armonía". Los más veteranos recuerdan una pintada en el puente del arroyo Pando que decía "odio a los hippies". Hoy, el cartel del Tropa Vieja reza "civilización asesina".

Uno de los recién llegados es Carlos Amorín (62), experiodista y vinculado a la producción orgánica. Conocía Remanso desde hace 15, pero siete meses atrás se instaló definitivamente en una parte del terreno donde vive su hija. Allí, paso a paso, construye su rancho de barro y madera. Antes, Carlos vivió en Montevideo y Buenos Aires, además de en grandes ciudades de Brasil y Europa. "Venía corriendo de la ciudad, del borbollón, del ruido… y cada vez que llegaba me sentía muy bien, me invadía una onda muy pacífica. Hace un año surgió la posibilidad de venirme y lo hice".

Mientras algunos se quejan del avance del progreso o la sobrepoblación, para él uno de los puntos fuertes del lugar es, justamente, la capacidad de congregar gente distinta. "Esto es lo que más te hace sentir bien cuando tenés una distintez parecida a la de ellos". Algunos les dirán hippies, otros alternativos… pero lo cierto es que ellos prefieren huirle, también, a los rótulos. El hecho de que haya mucha autoconstrucción también "genera un paisaje menos rígido" y, en ese sentido, más amigable, opina Carlos. Pero reconoce que no es para cualquiera. "No es para la gente que dice ahh, qué lindo, vamos a vivir en la naturaleza. Es un lugar realmente distinto y lo disfrutás si sos una persona relajada, si tenés buena onda, si vivís y dejas vivir, y si te gusta estar cerca de otros".

Ser austero y consecuente son dos cualidades que en Remanso se valoran. La gente vive como siente y hace lo que piensa. Aunque admite que los años lo "fueron radicalizando", Carlos aun se declara respetuoso de la diferencia. "Me parece que no todo el planeta tiene que ser como es acá. Lo que sí creo es que la sociedad tiene la tendencia a pasar la aplanadora, a masificar... Y eso es lo que después nos hace daño. Acá somos diferentes y somos una minoría. Estaría bueno que lográramos construir un lugar realmente distinto".

Casas de barro: vivir en un material vivo.

En Remanso hay un dicho popular que reza que quien no pasó por la experiencia del barro no vive allí. Lo cuenta Carlos Amorín, un experiodista que a los 62 años decidió instalarse en el balneario y está construyendo su propio rancho con materiales naturales y de desecho, como ventanas y puertas que recogió en las calles. Claro que la tarea no la hace solo. Colaboran desde sus hijos, también habitantes del Remanso, hasta vecinos y amigos. En casos de emergencia, cuentan, se puede levantar una casa de barro en un solo día.

Leonardo Sosa (40) empezó por hacerse su propia vivienda de barro y madera. Y hoy es uno de los constructores que más trabajan en la zona. "Es una técnica que tiene muchos beneficios. Está lo económico y sustentable, pero también la termicidad y el control de la humedad, porque el barro la absorbe y saca hacia afuera", explica. Según gustos y posibilidades, este tipo de construcciones pueden tener varios ambientes y conexión a agua y electricidad. Para evitar el pozo negro, la mayoría recurre al "baño seco", que consiste en tener dos recipientes (uno para la orina y otro para la materia fecal) que se tratan con aserrín y al cabo de un año se pueden utilizar como abono.

Como constructor, Sosa siempre incentiva a que los dueños de casa participen activamente en la obra. "Como el barro es un material vivo, está bueno que su energía quede plasmada en las paredes".

Verano en el parador de Ney.

En los últimos cinco veranos, el Parador Cultural La Barra, de Ney Peraza, fue punto de encuentro de artistas, veraneantes y vecinos. La programación que empezaba con la puesta del sol solía terminar con un fogón hasta altas horas de la madrugada, donde podían desfilar desde los hermanos Ibarburu hasta Julieta Rada o Leo Maslíah. Pero los vecinos se cansaron de tanto ruido y para no romper con la armonía del paisaje el músico está buscando alternativas. Todavía no armó la propuesta para este 2017, pero seguramente la programación comience más temprano.

Con más habitantes y demanda.

Según el censo de 2011, Neptunia cuenta con una población de 4.774 habitantes, más del doble que en 1996 y bastante más que en 1963, cuando apenas se registraron 63 pobladores. Ubicado a la altura del kilómetro 36, es el primer balneario de la Costa de Oro tras pasar el peaje de la ruta Interbalnearia. Limita al Oeste con el arroyo Pando y al Este linda con Pinamar, con el que comparte la avenida de los Pinos, que además sirve de acceso al balneario. La zona comprendida entre el arroyo Pando y el arroyo Tropa Vieja es conocida como Remanso de Neptunia. Allí, un terreno con una cabaña de madera puede valer alrededor de 50 mil dólares y el alquiler de una casa (incluso si es de barro) unos 15 mil pesos.

Familias emprendedoras, desde el WhatsApp a la realidad.

En la casa de Jacinta Luna Lussich (37) y Marcos Abramovich (40), en Neptunia, hay dos espacios creativos: la cocina y el estudio de grabación. De la primera salen comidas saludables y nutritivas que Jacinta pensó especialmente para niños de entre 6 meses y tres años y que bautizó Rico para bebés. Del estudio, surgen creaciones musicales para grandes (Movich) y chicos (Frutas Planetas) que Marcos ya plasmó en varios discos. Juntos, han tenido un espacio de cocina y música en Buen día Uruguay (Canal 4) y un ciclo en TV Ciudad. Su proyecto más reciente es Comiditas viajeras, con preparaciones para heladera o freezer que Jacinta hace y reparte por Montevideo y la Costa de Oro.

Además, la pareja creó una iniciativa llamada "familias emprendedoras". A partir de un grupo de WhatsApp, ellos y otros padres de la escuela alternativa Kalimaita comparten sus oficios y datos útiles de todo tipo. Allí hay constructores, terapeutas, bailarines, sanitarios, informáticos y un larguísimo etcétera. "Es una forma de darnos trabajo entre nosotros y a la vez llegar a técnicos a través de gente conocida", explica Jacinta, alma máter de la propuesta.

Una vida cerca de la naturaleza y en comunidad es lo que más atrae a quienes se instalan en Remanso de Neptunia. Fotos: Darwin Borrelli.
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